Por JORGE SENIOR
Por enésima vez volvió a pasar lo mismo. Un fin de semana movido en Twitter por cuenta de una mala redacción de Petro, quien no sólo es precandidato presidencial con máxima opción, sino un influencer con 4.300.000 seguidores. No pocos de estos seguidores son furibundos antipetristas militantes, siempre a la espera de cazar un gazapo o buscarle la caída a cualquier cosa errónea o confusa que Petro diga, para así darle hasta con el balde. Y el hombre sigue dando papaya.
Petro es un trinador obsesivo. De las múltiples herramientas de la política, le concede al Twitter un peso excesivo. En cambio, subvalora la importancia de la organización política, confiando en “las multitudes” y sus capacidades espontáneas, según la equivocada doctrina de Toni Negri. Su velocidad para tuitear me hizo recordar aquellas novelitas de vaqueros que hoy ya parecen prehistóricas. En ellas el “chacho” solía ser “el gatillo más rápido del oeste”. Pareciera que Gustavo aspira al título de “el trinador más rápido del Twitter”. Una velocidad que resulta costosa.
Y es que Gustavo Petro no es un mal escritor. Quizás es tan bueno en la redacción como lo es en el discurso oral en el Congreso de la República o ante audiencias de recinto cerrado. Lo ha demostrado en algunos escritos elaborados con calma, trabajados con rigor, donde argumenta con racionalidad afilada y conmueve con sentimientos y emociones auténticas que afloran en el hilo argumentativo. No en balde salió del mismo colegio que Gabriel García Márquez, en Zipaquirá. Pero trinar impulsivamente, con ligereza, lleva al error. Ya debería saberlo. El problema es psicológico.
Hace poco dediqué una columna titulada Gustavo Petro y los lectores envenenados para mostrar el sectarismo de aquellos lectores que no les interesa comprender lo que el trinador dice sino buscar la interpretación más apropiada para atacar a la persona, sin importar lo absurda que pueda ser tal interpretación (decían que Petro señalaba a Mockus como paramilitar). En esta ocasión el asunto fue aún más absurdo, pues a lo largo de toda la pandemia el precandidato del Pacto Histórico se ha pronunciado enfáticamente a favor de la vacunación, e incluso ha criticado al gobierno por ponerle veto político a algunas vacunas y por la lentitud del proceso. Pero una línea mal redactada en uno de los muchos trinos que publicó el pasado viernes 30 de julio (ver trino) brindó en bandeja la papaya para que lo acusaran de ser enemigo de la vacunación. Hasta el algoritmo le dio su reglazo.
La variante Delta del SARS-Cov-2 tiene mayor trasmisibilidad que las variantes anteriores, aunque no es más letal. Y las vacunas existentes no logran detener la transmisión. Así, por ejemplo, una persona infectada por el virus, esté o no vacunada, puede contagiar a otras. Lo cual justifica la alarma que esta variante ha despertado en los países donde ya circula masivamente, y de ahí el reforzamiento de las medidas y protocolos sanitarios, especialmente en aglomeraciones y locales cerrados. Y en Colombia estamos cortos de medidas frente a la nueva situación, mientras la vacunación avanza muy despacio, como lo revela la propia gráfica divulgada por Minsalud que, si bien muestra un récord de un día, también muestra un descenso del ritmo general cuando se mira la gráfica total y sus estadísticas de varios meses.
Petro tiene razón en llamar la atención sobre la mayor peligrosidad de la variante Delta y en reabrir la deliberación pública sobre las medidas a tomar. Pero su redacción descuidada, donde la precisión es fundamental, termina desviando la discusión hacia una batalla tuitera de sectarismos y odios políticos, en vez de lograr que se profundice en el asunto verdaderamente importante: cómo salvaguardar la salud de los colombianos en una situación que literalmente es de vida o muerte.
Ya pasamos el tercer pico, pero también pasamos de 120.000 muertes por Covid19 en Colombia, una cifra escandalosa que hace un año era impensable, y aún no hay tratamiento clínico efectivo. Según el DANE la cifra de fallecidos en 2021 por la causa que estamos analizando ya supera a la del 2020. Sin embargo, en vez de apretar clavijas nos vamos relajando, la pandemia se hace parte del paisaje, nos acostumbramos a ella y la economía exige apertura total, los colegios y universidades regresan a la presencialidad, las aglomeraciones son otra vez el pan (envenenado) de cada día. Y la variante Delta ya está en Colombia.
Rodrigo Uprimny sintetizó muy bien la situación del enredo de los trinos y la variante Delta en un hilo (agosto 1) cuya lectura recomiendo (ver aquí).
Por su parte, Petro reconoció su redacción equívoca en este tuit del 31 de julio. La pregunta que queda es: ¿será que aprendió la lección?