¿La vacunación debe ser obligatoria?

Por JORGE SENIOR

Colombia pasa por un valle en la gráfica de contagios de Covid-19 y aún no se divisa un cuarto pico, que ojalá no se presente.  Mientras tanto, la vacunación voluntaria avanza muy lenta y la gente parece haber regresado a la normalidad.  Sin embargo, el peligro no ha pasado, pues como es apenas natural surgen nuevas variantes del virus y la vacunación tiene un efecto temporal, por lo cual es probable que toque repetir dosis anualmente o cada cierto período de tiempo.  

En este contexto que algunos llaman “nueva normalidad” y que no es pospandémico todavía, surge el tema de la obligatoriedad de la vacunación o el requisito del carnet de vacunado para ciertas actividades como el trabajo presencial o el estudio presencial, incluso para entrar a un cine, restaurante o cualquier otro sitio cerrado que aglomere ciudadanos.  Por lo pronto el ministro de Salud, Fernando Ruiz, ha dicho que la vacunación no es obligatoria en nuestro país, pero eso es porque aún hay demanda no satisfecha y porque no estamos ascendiendo a un nuevo pico.  En cualquier momento esa decisión puede cambiar.

En otros países la discusión está al orden del día por varias razones: la alerta ante la variante Delta, la resistencia a vacunarse por parte de un sector significativo de la población, la implementación de obligatoriedad parcial, la reactivación del turismo y la movilidad internacional.  En Turkmenistan y Tayikistán la vacuna es obligatoria para todos los adultos, al igual que en el Vaticano.  En Italia, Reino Unido, Francia, Rusia, Grecia, Kazajastán, Estados Unidos, Arabia Saudí, Pakistán, entre otros países, ya existen diversos tipos de obligatoriedad parcial, generalmente relacionados con el personal sanitario, militar, funcionarios públicos, magisterio, o hay restricciones a la entrada en ciertos sitios donde los no vacunados quedan vetados.  A nivel de movilidad internacional el asunto puede ir incluso más allá, hasta un pasaporte de salud no solamente relacionado con la Covid 19.  Apuesto a que el tema de la obligatoriedad se va a poner candente en Colombia en algún momento de las próximas semanas.

La oposición a la obligatoriedad no proviene únicamente de los conspiranoicos antivacunas, movimiento lunático en boga.  Está el caso de sectores religiosos fundamentalistas que desde su pensamiento mágico (que llaman Fe) consideran que están suficientemente protegidos por su divinidad y no faltan los pastores que irresponsablemente promueven en el rebaño tal actitud fanática. También está la oposición de los biempensantes de ideología liberal que invocan la libertad personal o los principios de ética médica relativos a tratamientos, intervenciones quirúrgicas, etc, que exigen el consentimiento informado del paciente.  Son, por ejemplo, los que repiten como un mantra “mi cuerpo, mi decisión”.  Aquí hay un debate ético interesante.

A los individualistas liberales o los “neoexpertos” en bioética se les olvida que la vacunación es un asunto comunitario, no individual. Eso se debe a que todo organismo humano es un vector potencial del SARS-Cov-2.  Si yo no me vacuno, no sólo me perjudico sino que pongo en riesgo a todos los que me rodean, especialmente en lugares cerrados como el lugar de trabajo, la vivienda y algunos sitios donde se atiende al público.  Eso es así aún si los otros ciudadanos están vacunados, pues ninguna vacuna protege al 100%.  Y los otros protocolos sanitarios también tienen una eficacia probabilística, mas no absoluta. Olvidan también que no se trata de una obligatoriedad literal en el sentido de ponerle la vacuna a la fuerza a la persona (que sí podría ser el caso en circunstancias más graves), sino de una coacción indirecta.  Algo similar sucede con el cinturón de seguridad en los vehículos o con otras vacunas que son exigidas para visitar determinados países o zonas.  Por ejemplo, hubo una época en que para entrar al Parque Tayrona había que vacunarse previamente contra la fiebre amarilla.  Y este mismo sistema es el que se propone para el  voto obligatorio.

Es claro que lo ideal es la autonomía del individuo  -principio liberal ilustrado-  pero si ésta pone en peligro a la comunidad entonces el Estado debe proteger a todos, convenciendo al individuo por medio de incentivos o coerción indirecta, es decir, por la vía heterónoma.  Debo reconocer que así aprendí y me acostumbré a usar el cinturón de seguridad al manejar.  Los individualistas tienen (o tenemos, pues todos lo somos en algún grado) que aprender que el Bien común prima sobre el individuo.  La libertad individual es un valor muy importante, pero no es absoluto, tiene límites. Más pronto que tarde en Colombia la vacunación contra Covid 19 debe tornarse obligatoria para personal sanitario, funcionarios públicos, magisterio, militares y policías, y hay que sopesar en las empresas, teniendo en cuenta las condiciones de trabajo, una medida similar. Abramos la deliberación pública.

Finalizo con una reflexión más amplia. La vacunación es un derecho, como lo es también el acceso al servicio de salud.  Pero también es un deber. Desde la Constitución hasta las escuelas es mucho lo que se habla de derechos, se los exige y reivindica, pero es muy poco lo que se habla de deberes. Hay un desbalance grave allí, una simetría perdida en detrimento del sentido de solidaridad y pertenencia a la comunidad. En la era neoliberal el individualismo se impone de tal manera que muchas personas olvidan su deuda con la sociedad. Nosotros, ciudadanos del siglo XXI, somos más dependientes de la sociedad que un miembro de una manada paleolítica. El individualismo hace que no reconozcamos esa deuda ni el compromiso que entraña: salvaguardar ante todo el bien común.

@jsenior2020

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