El discurso en video mediante el cual Alejandro Gaviria oficializó su candidatura presidencial, muestra al exrector de la Universidad de Los Andes como una persona tranquila, que llega a la contienda sin ánimos de enfrascarse en discusiones agresivas o estériles, con un marcado interés por la cultura y con el objetivo, nada fácil, de disminuir en alguna proporción la fuerte polarización o división política que hay hoy en Colombia.
Gaviria declaró que “decidí ser candidato presidencial después de una reflexión larga, de muchas conversaciones con mi familia, mis amigos, algunos ciudadanos y mi consciencia. Tomé la decisión porque creo que mi abordaje de los problemas sociales y mi visión de la vida pueden ser unificadores, pueden ayudar a buscar caminos de reconciliación y a juntar a quienes piensen distinto a darle a nuestra sociedad un poco de esperanza, un poco de inspiración”.
Resaltó tangencialmente algunos de los puntos de su programa: “En esta coyuntura crítica en medio de la pandemia y una devastación social, tenemos que generar oportunidades para millones de jóvenes, enfrentar la crisis climática y evitar la violencia. He trabajado en estos temas por muchos años, sé que el Gobierno no va a solucionarlos todos, pero si puede desatar una fuerza transformadora, debemos dejar atrás la idea de que Colombia es un fracaso sin atenuantes”.
Además, dejó en claro que no llega a pelear: “Mi propósito no es impedir la llegada de alguien, mi campaña no va ser contra nadie, no es una gesta personalista. Es una invitación a un trabajo colectivo”.
De otro lado, afirmó que “el miedo y la rabia hacen parte de la política y la vida, tenemos que reconocerlo así. Yo prefiero, sin embargo, otra emoción más incierta, el cerco por la esperanza, la invitación desde el discurso y desde el ejemplo a ser mejores. La valentía de luchar contra los poderes que impiden el cambio social”.
“Mi visión de la política incluye tres partes: el respeto como principio, el empoderamiento de la gente y la lucha contra la acumulación de poder. La lucha contra todos los poderes paralizantes. Si la conquista del poder implica agredir a quienes piensan distinto, el poder ya conquistado será estéril, terminará agotándose en sus propias contradicciones”, remarcó.
Explicó que quiere hacer pedagogía democrática, porque según él “la única victoria que vale la pena es la que se hace sin palabras violentas. La política no tiene que ser cruel, no tiene que ser oscura”.
Destacó que quiere trabajar de la mano de este país, definido por su diversidad cultural. “Creo en la cultura como mecanismo transformador, creo en los libros que nos deslumbran, en la música que nos emociona, en el teatro que nos permite mirarnos en el espejo de nuestras propias faltas, en el cine y sus historias, que nos hacen llorar y nos humanizan”.
Sostuvo que “el sector privado está listo para cambiar, no quieren seguir en lo mismo, están listos para ser mejores, para construir mejores historias. Los invito a todos a sumarse a esta idea”.
Por último, Alejandro Gaviria recordó la anécdota de cuando hace mes y medio viajaba a Santa Marta a ver a su mamá y al salir del avión un auxiliar de vuelo se le acercó y le entregó un mensaje escrito en una servilleta, que decía. “Con todo respeto, me atrevo a escribirle estas palabras a 25 mil pies de altura porque hago parte de un grupo grande de colombianos que no vemos que el camino sea la responsabilidad de un líder político, el cambio es responsabilidad de todos. Me llamo Pablo; entiendo lo difícil que debe ser tan solo la idea de plantearse la posibilidad de gobernar a Colombia, pero debemos buscar juntos la forma de hacer de nuestro país un mundo mejor para todos”.
Finalizó Gaviria diciendo: “Gracias Pablo, estoy seguro de que Colombia tiene futuro. Colombia tiene que tener futuro”.