La paz también fue un negocio en este gobierno

Por GERMÁN AYALA OSORIO

El mendaz, fatuo e infantil presidente saliente de Colombia, Iván Duque Márquez, hizo con el proceso de implementación del Acuerdo de Paz de La Habana, lo que “le vino en gana”. Se opuso y atacó a la JEP, a las 16 curules de paz; permitió el desvío de millones de pesos que debieron invertirse en los 170 municipios PDET’s y en proyectos productivos de los excombatientes; ralentizó las acciones propias de la implementación de lo acordado en Cuba entre el Estado y las entonces Farc-Ep. Además, se burló en la cara de la comunidad internacional y en particular de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, a quienes les habló de Paz con legalidad, un embeleco jurídico y político con el que trató de encubrir su animadversión hacia lo pactado en Cuba y el saqueo programado de los recursos de la paz. Y todo lo anterior lo hizo con el beneplácito de su jefe político, prácticamente su dueño, el imputado Álvaro Uribe Vélez.

Duque y sus áulicos convirtieron el proceso de paz en un negocio. Duque pagó favores políticos, como lo hizo en su momento Uribe con los millonarios recursos de Agro Ingreso Seguro. De esa forma el hijo de Salgar agradeció a familias ricas de la costa Caribe y a los ingenios azucareros del Valle del Cauca el haber apoyado su reelección.

Mientras que millones de colombianos asumieron el proceso de paz como la oportunidad para desactivar las circunstancias históricas que legitimaron el levantamiento armado en los años 60, Duque, en representación de la mezquina y corrupta derecha política, lo entendió como un dispensador de recursos económicos a sus aliados y para mantener los niveles históricos de la pobreza rural, hacer inviable la vida de los campesinos y las de las comunidades ancestrales, extender en el tiempo la inequidad y continuar concentrando la tierra en pocas manos y especulando con su precio.

Por eso, para el uribismo tanto la paz como la guerra son solo negocios. No son más. A Uribe y a todos sus seguidores con alma de borregos, poco o nada les importan las víctimas, el sufrimiento y la reconciliación. Muy seguramente, con la paz se beneficiaron solo civiles, mientras que durante los aciagos ocho años de la seguridad democrática, fueron los militares quienes mayor beneficio obtuvieron de las hostilidades y de las dinámicas de lo que se conoce como el conflicto armado interno. La paz y la guerra para el uribismo son caras de una misma moneda, pues con esta siempre ganaron.

Con el nuevo gobierno, se espera que la implementación de lo acordado se acelere y que se den las transformaciones que requieren los municipios que más sufrieron las arremetidas de los actores armados, legales e ilegales. La actual estructura agraria en municipios PDET debe tocarse, si se quiere cumplir con el punto de la reforma agraria integral.

Los desafíos del gobierno entrante son colosales. Petro y sus ministras de agricultura, ambiente y cultura tienen el reto de poner a hablar al país de Sostenibilidad Cultural como imán al que se conectan de manera asertiva perspectivas de la sostenibilidad como la económica, la política, la ecológica y ambiental. Estas tres mujeres deben sentarse a dialogar en torno a ese concepto de la Sostenibilidad Cultural, por una razón fundamental: el ethos mafioso que Uribe logró naturalizar en Colombia se hizo transversal y sistémico, lo que claramente significó su penetración en la gestión ambiental y en las dinámicas institucionales creadas para alcanzar la dichosa sostenibilidad.

@germanayalaosor

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