Por OLGA GAYÓN/Bruselas
Esta vez me han puesto los cuernos que relucen, brillan y consiguen que a través de ellos yo pueda alumbrar la vida de los otros.
Nunca una infidelidad se había encendido tanto, hasta llegar incluso a sacar una enorme cosecha de este dolor y de esta incomodidad. Justo ahora soy yo la que enciende la existencia de los demás con tal energía que les ilumino su encubierta oscuridad.
Heme aquí, necesaria para todos aquellos que resplandecen gracias a que yo he sido apagada. Me han ocultado con tal fuerza que mi arrugado corazón es el interruptor que alumbra a todas las personas que requieren de mi cornamenta para que su cotidianidad no se desenchufe de la de los demás seres vivos que conviven con ellas.
Soy majestuosa en medio de mi aflicción e indispensable a pesar de mi congoja. ¡Algo bueno, aunque sea para los otros, tenía que brotar de una acción tan cornuda y perversa como esta!