La ciencia, bajo el fuego ideológico

La ciencia siempre ha estado sometida a amenazas y presiones ideológicas. Así se forjó desde sus inicios en los siglos XVI y XVII, en lucha contra la religión. Giordano Bruno y Galileo son ejemplos muy conocidos, aunque Bruno no fuera propiamente un científico, pero sí explorador de una visión no geocéntrica contraria al dogma de la iglesia. Esa lucha con la ideología religiosa tenía lugar incluso en el interior de los cerebros de los proto-científicos de la época, casi todos creyentes.

La religión ofreció resistencia en los siglos subsiguientes. Un caso emblemático fue la evolución biológica, negada por fanáticos fundamentalistas bíblicos hasta el presente, sobre todo en ciertas zonas conservadoras y atrasadas de Estados Unidos. Los soviéticos tuvieron también un caso emblemático en la figura de Lysenko, un tardío lamarckiano apoyado por Stalin. La ciencia biológica se vio perjudicada en la URSS por esta intrusión política y terminó afectando negativamente a la agricultura.

El eurocentrismo fue otro obstáculo ideológico para la razón científica en el propio siglo de las luces. Aunque difusa, esa cosmovisión perjudicó el progreso científico en el estudio de las sociedades humanas y de nuestra naturaleza como especie animal. Tal sesgo era fácilmente normalizado debido a la supremacía europea de facto, particularmente notoria en el poderío económico y militar.

El nacionalismo fue una barrera dentro de la misma Europa para integrar las comunidades científicas y universalizar los estilos de investigación. Y asimismo el racismo, que con los nazis escaló a niveles genocidas. Es increíble que la Relatividad de Einstein fuese rechazada por científicos de alto nivel por ser “ciencia judía”. También el machismo de aquellos siglos obstaculizó la participación de las mujeres en la investigación científica, de ahí que las científicas que lograron destacarse fueron auténticas heroínas.  En contraste, hoy las mujeres son mayoría en las universidades de casi todo el mundo.

En fin, la ciencia como institución no la ha tenido fácil en su esfuerzo de mantener la objetividad como ideal regulador, lo cual exige máximo rigor lógico y experimental. Las ideologías, aunque difieren entre sí, no tienen ese compromiso con la verdad objetiva. Son más bien, expresiones subjetivas colectivas que movilizan a sectores de la población por diferentes motivos y que van cambiando a tono con el “espíritu de la época”, eso que los alemanes llaman el Zeitgeist, que viene a ser como la atmósfera cultural.

Entonces, ¿cuál es la novedad en estos tiempos?
Lo nuevo es que tradicionalmente el ataque ideológico a la ciencia provenía de fuerzas conservadoras, pero ahora también proviene de lo que se supone son fuerzas “progresistas”, es decir, del otro lado del espectro político. Un “progresismo anticiencia” es un oxímoron, de ahí que toca escribirlo entre comillas. En América Latina hay cada vez más sectores de izquierda anticiencia, sectores oscurantistas influidos por el posmodernismo, el construccionismo social y el denominado “pensamiento decolonial”, que se incrustan en los movimientos identitarios cuyas luchas están más marcadas por el reconocimiento que por las reivindicaciones socioeconómicas.

Este fenómeno es importado, pues tiene su epicentro en Estados Unidos, un país cuya izquierda es de ideología liberal. En esa nación el progresismo liberal, que se enfrenta a una derecha también radicalizada y fuerte, está dividido entre un liberalismo democrático y tolerante y lo que podríamos llamar la “ideología del correccionismo político”, un nuevo radicalismo identitario que ataca la libertad de expresión con lo que se ha dado en llamar “cultura de la cancelación”. Precisamente, La nueva fractura del pensamiento liberal fue el título de una columna donde analicé el tema hace tres años y que sigue vigente (ver aquí).

La prestigiosa revista defensora de la razón y la ciencia, Skeptical Inquirer, trae como tema de portada este mes el siguiente título: The Ideological Subversion of Science (La subversión ideológica de la ciencia). Sin embargo, el artículo principal se refiere específicamente al caso de la biología, donde el asunto está más candente por aquello de la “ideología de género”, y fue escrito por los biólogos Jerry Coyne y Luana Maroja. El artículo, que ha causado tremendo revuelo, ya fue traducido al español y publicado en la revista Pensar. Puede leerse aquí.

El texto tiene dos niveles: uno que muestra el aspecto de la cultura de la cancelación, una persecusión ideológica que recuerda al macartismo, y otro que entra en el análisis de seis ejemplos de penetración ideológica en la ciencia biológica.

Esos seis ejemplos se resumen en las siguientes tesis criticadas por los autores:

  1. El sexo en humanos no es una distribución discreta y binaria de machos y hembras sino un espectro. (Sexo fluido).
  2. Todas las diferencias psicológicas y de comportamiento entre hombres y mujeres se deben a la socialización. (Reduccionismo o construccionismo sociocultural).
  3. La psicología evolucionista es un campo falso basado en suposiciones falsas.
  4. Debemos evitar estudiar las diferencias genéticas en el comportamiento de individuos. (Límites a la genética del comportamiento).
  5. “La raza y la etnia son construcciones sociales, sin significado científico o biológico” (cita directa de los editores del Journal of the American Medical Association).
  6. Las “formas de conocimiento” indígenas son equivalentes a la ciencia moderna y deben ser respetadas y enseñadas como tales. (El famoso tema de los “saberes ancestrales”).

Como se puede ver las seis tesis apuntan a no salirse del redil de lo “políticamente correcto”. El sello ideológico es evidente. Pero lo interesante es -dejando la ideología a un lado- lo que tiene que decir la biología como ciencia acerca de unos puntos de discusión que involucran también a otras disciplinas. Ese debate interno a la ciencia debe propiciarse, no reprimirse. La psicología evolucionista y la genética del comportamiento pueden criticarse, pero no vetarse. La epidemiología y las ciencias forenses necesitan los análisis biológicos diferenciales de grupos humanos (clusters). En fin, los seis puntos deben discutirse con argumentos y evidencias, no con dogmas o imposiciones.

En Colombia el punto 6 que niega la universalidad y objetividad de toda la ciencia desde un cuestionable relativismo es el que más se ha posicionado a nivel oficial, tanto en la administración Duque como en la de Petro, como se puede ver en los enlaces.  

@jsenior2020

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