Júpiter

Por PACHO CENTENO

Mi vida está llena de amores y desamores de todo tipo. No creo que exista el amor sin el desamor y dudo de la existencia del amor eterno. Lo digo sin lamentaciones.

En el inventario de mis amores hay una casilla para mis amores perros, con quienes tuve y sigo teniendo severas discrepancias. No fue fácil para mi tener un perro y aún sigue siendo un asunto bastante complejo.

Mi padre solía ponerles a sus perros nombres de planetas: Júpiter y Venus fueron los nombres más recurrentes que utilizó mi padre para sus perros. En ese entonces los perros eran perros y las personas eran personas, así que nadie les ponía a los perros nombres de personas, porque luego las personas iban a pensar que sus padres les habían puesto nombres de perros.

El último de los Júpiter que tuvo mi padre era un perro vagabundo que se iba temprano de la casa con el primero que salía a trabajar. Todos creíamos que nos acompañaba a la parada a tomar el bus y que luego se regresaba a la casa a descansar. Pero el muy condenado nos engañaba, que es una actitud común a todos los perros que he tenido: todos han sido unos tramposos, unos mentirosos.

Este, en particular, acostumbraba a irse todas las mañanas para una pequeña plaza de mercado que estaba ubicada en el barrio contiguo a donde vivíamos. Allí se la pasaba todo el día comiendo sobras que encontraba en la basura, hasta que cerraban el lugar a eso de las cuatro y media de la tarde. Entonces regresaba a la casa a repelar en la cocina de mi madre y a dormir. Nunca entendí por qué se iba de la casa, si mi madre era y sigue siendo la mejor cocinera que he conocido en el mundo.

Unos días después, Júpiter se volvió a ir de la casa con el primero de mis hermanos que abrió la puerta para ir a trabajar”.

El caso es que una tarde llegó con uno de los costados de su cuerpo en carne viva: algún desgraciado le escurrió aceite caliente en el costillar y lo lastimó dramáticamente (hay gente mala en todas partes).

Mi madre, luego de regañarlo por haber llegado a la casa en tan lamentables condiciones (cosa que solían hacer las madres de antes, incluso con sus hijos), se compadeció con el sufrimiento del pobre animal y le preparó un sánduche de carne aderezada con un potente veneno para ratas, para que descansara de su infinito dolor. Esto lo hizo mi madre al final de la tarde de aquel primer día.

Todos supimos lo que había hecho mi madre, pero ninguno de mis hermanos mayores, ni yo, ni tampoco mi padre, nos atrevimos a cuestionar su decisión, y creo que desde ese entonces nos cuidamos de no llegar lastimados a la casa al final del día.

Tampoco nos atrevimos a acompañar a Júpiter en su agonía, que decidió padecer debajo del lavadero de ropas de la casa. En ese entonces, solo algunas casas tenían lavadora, en la nuestra había pila de agua y lavadero.

A la mañana siguiente, el perro seguía echado debajo del lavadero, pero vivo. Y lo mismo ocurrió en los dos días posteriores.

Al cuarto día lo vimos levantarse a tomar agua, perseguido por un enjambre de moscas zumbadoras. Más que un perro parecía un ánima de perro en pena, aunque conservaba la mirada de los vivos agonizantes.

Al sexto día, notamos que sus quemaduras no se veían tan mal como el primer día y que su mirada empezaba a reflejar cierto aire de optimismo. Todos nos alegramos por su mejoría, aunque no quisimos hacernos falsas expectativas: en cualquier momento el veneno surtiría efecto y el perro moriría.

Pero a la semana siguiente las llagas le cicatrizaron por completo y volvió a batir la cola. Nosotros volvimos a mirar a nuestra madre con respeto.

Unos días después, el perro se volvió a ir de la casa con el primero de mis hermanos que abrió la puerta para ir a trabajar.

¡Perro sinvergüenza! Mi madre y los otros dioses romanos lo salvaron de morir.

No supe qué ocurrió con él después. Yo me fui de la casa de mis padres a los catorce años y volví a tener perro mucho después, cuando me casé por primera vez.

Mis Amores Perros es una serie de seis cuentos inspirada en las mascotas que han marcado mi vida. Cada semana publicaré uno nuevo.

@pacho_centeno

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