Iván Duque y su estrategia del caracol

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Ya casi entrega la Casa de Nariño y el poder presidencial alguien que un país serio y decente jamás debió fungir como presidente de la República: Iván Duque Márquez. La alegría de millones de colombianos es inocultable, pues se va el títere violador de la Constitución, el enemigo de la paz y de los jóvenes, a quienes les echó encima a los sicarios saca-ojos del ESMAD. El símbolo y la fuente de la corrupción, el más negligente y quizás el jefe de la más artera jauría de ladrones de cuello blanco que se haya posado en el poder político en la historia reciente de Colombia.

Las recientes denuncias periodísticas indican que hasta su propia madre estaría involucrada en la red mafiosa que lideró el senador Mario Castaño, hoy detenido por orden de la Corte suprema de Justicia, que lo investiga por corrupción. Las mismas fuentes periodísticas y otras de origen político-partidista dejan ver que en sus últimas jugaditas presupuestales y administrativas, está dejando amarrados contratos y juntas directivas, como la de Ecopetrol, con el propósito de afectar los proyectos de cambio que se propone liderar el entrante presidente, Gustavo Petro Urrego.

Duque Márquez está dedicado a “raspar la olla”, con el agravante de que ese mismo utensilio quedará inservible. En este contexto, está adelantando las mismas tareas de los inquilinos que hicieron famosa a la película La estrategia del caracol: mientras que en las escenas de la recordada cinta vimos el desmonte de sanitarios y techos, en la vida real asistimos al debilitamiento de la institucionalidad estatal y de la estructura ética de las actividades propias de una transición en el mando.

Mientras que en la película de Sergio Cabrera los inquilinos forzados a entregar el inmueble aprovechan la noche para desmantelar la vivienda y huir en las antiguas “zorras”, en la realidad de Colombia, a plena luz del día, se aprecia el desfile de lobistas y de contratos millonarios, cambios en reglamentos internos y hasta un TLC con Emiratos Árabes. Dejar firmado ese tratado económico hace pensar en que el (des)gobierno de Duque insiste en entregar el Páramo de Santurbán a los jeques interesados en explorar y explotar el oro allí escondido.

No exageran los caricaturistas cuando exponen en sus viñetas a Iván Duque robándose las cucharas, cuadros, ollas y hasta las baterías de la cocina. En términos políticos, este fatuo, infantil e inepto personaje está terminando de cumplir con el mandado de horadar la legitimidad del Estado y vaciar las arcas públicas, con el pretendido objetivo de afectar la capacidad de maniobra del gobierno entrante.

Como van las cosas, Petro recibirá tan solo la fachada de la Casa de Nariño y convertida en la más oscura cloaca de la corrupción público-privada. Es tal la rapiña, que el badulaque subpresidente ni siquiera necesitará dejar pintado el mismo mensaje que dejaron los zarrapastrosos representados en La estrategia del caracol: «ahí tienen su hijueputa casa pintada».

Así como vimos a cientos de miles de colombianos celebrar el triunfo de Petro, es probable que veamos manifestaciones de felicidad por la terminación del peor gobierno de la historia reciente de Colombia. Superó en corrupción a los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe Vélez. Adiós, Iván: que si Dios existe, te perdone.

@germanayalaosor

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