Por ISAÍAS CHAVES VELA
En el último párrafo está la razón por la cual titulé así esta reflexión sobre la fotografía de Jorge Eliécer Gaitán donde él aparece entre mis dos abuelos, Isaías Chaves Eraso y Ernesto Vela Castrillón. Y mi padre, Leonel Chaves Agudelo, que aparece detrás de su suegro.
La foto fue tomada en Ipiales durante la campaña presidencial de 1946, contienda en la cual el Partido Liberal se dividió entre Gaitán y Gabriel Turbay y eso le permitió a Ospina Pérez ganar la presidencia.
Mi padre era entonces el jefe del gaitanismo en Ipiales y dirigía un periódico llamado El Sur Liberal, cuya tipografía funcionaba en el primer piso de nuestra casa, al lado de su oficina de abogado; y la foto fue tomada en el Charco Chico, una casa restaurante donde vendían cuy y gallina, situada en la vía que conduce al Santuario de Las Lajas, adonde solíamos ir los domingos a media tarde y donde se homenajeaba a los visitantes principales.
Siendo Ipiales muy liberal, me contaba mi padre que a los pocos días llegó también Gabriel Turbay, y él salió al aeropuerto a recibirlo, acompañado sin duda de algunos de los que aparecen en la fotografía. Y le sugirió a Turbay abstenerse de entrar a la ciudad, que era en su totalidad gaitanista; y entonces lo atendieron con un almuerzo en el restaurante del aeropuerto, donde tuvieron ocasión él y mi padre de recordar sus épocas de internado en el colegio de San Bartolomé, de seguro para eludir la situación política del momento, que debió estar algo agitada por la división liberal.
Mi padre fue elegido al Congreso en 1940, pero le fue anulada su credencial porque no había cumplido los 25 años; siguió ejerciendo su profesión y haciéndose elegir varias veces al concejo municipal, y en 1960 fue elegido representante a la cámara. Acababa entonces de iniciarse el Frente Nacional, concebido como única fórmula para poner fin a la beligerancia entre los dos partidos, originada en la frustrada Convención de Ocaña de 1828 y manifestada en las varias guerras civiles del siglo XIX y en la violencia partidista de la primera mitad del siglo veinte.
Tal acuerdo político, aunque fue bien intencionado no se supo aprovechar, porque al concluir los cuatro periodos previstos de gobiernos compartidos en 1974, y habiendo sido derrotado el candidato del partido conservador y su programa basado en el desarrollismo económico por el “Mandato claro” de Alfonso López Michelsen, aquel optó por renunciar a su papel de encabezar la oposición e ingresó al gobierno haciendo uso del derecho previsto en un parágrafo de la anterior Constitución para pedir la mitad de los ministerios, prolongándose así la cerrazón política que continuó avivando la causa de la insurrección guerrillera y que luego provocó el nacimiento del paramilitarismo y la malhadada aparición de los falsos positivos.
Fue solo hasta 1986 cuando Virgilio Barco volvió al esquema de gobierno y oposición. Ya al final de su periodo, propició la convocatoria de la constituyente que, presidida por Horacio Serpa a nombre del Partido Liberal, Antonio Navarro Wolf a nombre del partido creado por el desmovilizado grupo guerrillero M19, y Álvaro Gómez Hurtado, a nombre de su Movimiento Nacional, decretó la Constitución de 1991.
Ahora, con la elección a la presidencia de la República de Gustavo Petro en este histórico año de 2022 -única forma de desbancar al uribismo del poder- se produce esa segunda oportunidad sobre la tierra a que se refirió Gabriel García Márquez al final de Cien años de soledad: darle al país lo que habría logrado si en 1948 no hubiera sido asesinado Jorge Eliécer Gaitán.
* Abogado Universidad del Rosario con especialización en Londres en Derecho marítimo. Exsecretario general del BCH. Árbitro en asuntos de Derecho Mercantil.
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