Por GERMÁN AYALA OSORIO
Horas después del provocador discurso que Iván Duque Márquez pronunció en la instalación del nuevo Congreso, el debate moral y político gira hoy en torno a si las rechiflas e insultos que recibió de unos congresistas de la oposición hacen parte o no de las “buenas maneras” que exigen quienes defienden la solemnidad de la figura presidencial, como si se tratara de una deidad.
Los que creen que por ser presidente merece respeto absoluto, proscriben el derecho que tienen los ciudadanos y en particular los congresistas a expresar su desaprobación o las molestias que les genera escuchar al presidente hacer una evaluación de su gestión tan alejada de la realidad… y por tanto mentirosa. Duque habló en el escenario indicado para hacer el control político a su gestión y allí todo puede suceder. Y las rechiflas y los insultos que recibió son la expresión genuina de lo que cosechó como mandatario. El balance que hizo Duque Márquez de su administración no solo está soportado en engaños e imprecisiones, sino que constituye una provocación política, que terminó caldeando los ánimos, lo que produjo el cántico de mentiroso, mentiroso.
Durante estos cuatro años los analistas han criticado a Duque por su “desconexión” de la realidad, con los jóvenes y con el país entero. Jamás creí en aquella aparente desconexión, fruto de que no escucha la radio, no ve televisión y mucho menos consume las redes sociales. Por el contrario, Iván Duque actuó de acuerdo con el talante que lo caracteriza como ciudadano, el mismo con el que fungió como presidente de la República. Y su modo de ser es propio de un hombre arrogante, displicente, cínico, infantil, irresponsable, provocador y mentiroso.
Por todo lo anterior, al decir que su gobierno apoyó de manera irrestricta la paz y al proceso de implementación del Acuerdo de Paz, Duque no solo mintió, sino que de manera consciente buscó provocar a sus contradictores.
Hay que recordar que Iván Duque atacó a la JEP y evitó su pronta puesta en marcha al momento de objetar la ley que daba vida jurídica a dicha jurisdicción; hizo lo propio contra las curules de paz; se suma a lo anterior que, por acción u omisión, permitió la apropiación indebida de los millonarios recursos de la paz, allegados vía donaciones de países que apoyaron la negociación de La Habana. Poco o nada hizo para evitar el asesinato de los excombatientes, cuyo número asciende a más de 330 asesinados. Entonces, Duque mintió en este asunto, lo que provocó la airada reacción de varios congresistas.
Al mentir, Duque irrespetó y se burló de los congresistas y de los cientos de miles de colombianos que seguían por televisión la instalación del nuevo congreso. Así entonces, las rechiflas y el cantico de mentiroso, mentiroso, deben asumirse como una reacción normal ante la actitud irrespetuosa asumida por el presidente de la República.
Dentro de su carácter infantil, Iván Duque apeló al juego de palabras para sacar pecho como comandante supremo de las fuerzas armadas. En una oportunidad, dijo: “a alias Guacho, se le acabó la guachafita”. Pues bien, unos cuantos congresistas le armaron una tremenda algazara, jamás vista en la instalación del nuevo Congreso. El estribillo mentiroso mentiroso me hizo recordar la película protagonizada por Jim Carrey, Liar, Liar. Creo que Duque, con el señalado discurso, bien podría protagonizar la segunda parte de Liar, Liar.
Adenda: al buscar en Google la frase presidente mentiroso, aparece la imagen de Duque. Cosas del algoritmo, dirán algunos.
@germanayalaosor