Íngrid no da puntada sin dedal

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Por estos días Ingrid Betancourt da de qué hablar por sus acercamientos con Álvaro Uribe Vélez, el imputado número 1087985. Es preciso exponer elementos que ayuden a explicar sus más recientes actuaciones.

Quizás el más craso error de la ciudadana colombo-francesa está en ubicarse sobre un plano moral superior, desde el que descalifica con arrogancia e hipocresía las maneras como se hace política en este país.

En ese plano moral superior, la hoy candidata presidencial lanzó una pregunta que en lugar de catapultarla como un faro moral, la convirtió en un gracioso meme. Incluso, ya circula un sticker con la graciosa pregunta: ¿tiene maquinarias?

Es posible que el maltrato físico y psicológico al que fue sometida por las entonces Farc-Ep le hayan hecho olvidar cómo operan los partidos políticos en Colombia. Estas colectividades suelen funcionar bajo un ethos mafioso que los guía para desarrollar actividades como compra de votos, y el establecimiento de alianzas y componendas con el propósito de hacerse con la burocracia estatal y repartir puestos y presupuestos. Ella misma, como aspirante a la presidencia en los tiempos del Caguán, sabía que su aspiración dependía de este tipo de estratagemas, legitimadas por una sociedad que se acostumbró a la trampa, porque millones de sus ciudadanos viven atados a un incontrastable individualismo posesivo, en los términos planteados por MacPherson.

Dediquemos ahora unas líneas a una de las razones que llevaron a Betancourt a establecer contacto con el expresidente colombiano que más investigaciones tiene por disímiles delitos: narcotráfico, paramilitarismo, manipulación de testigos, autor intelectual de masacres como las de el Aro y la Granja. Incluso, un señalamiento de violación carnal contra la periodista Claudia Morales. El agradecimiento de Íngrid está atada a la Operación Jaque, con la que logró salir de la manigua en la que estaba muriendo por cuenta del oprobioso secuestro del que fue víctima.

La candidata presidencial señaló en su momento que “Yo al presidente Uribe le debo mi libertad y mi vida”. Puede resultar apenas lógico vivir agradecida con quien, al fungir como jefe de Estado, por presiones por los entonces gobiernos francés y norteamericano, decidió hacer algo por la vida de los secuestrados, a pesar de negarse a despejar una zona para facilitar el intercambio humanitario entre guerrilleros presos en cárceles estatales y civiles secuestrados por las estructuras farianas, incluida Ingrid Betancourt y los cuatro contratistas norteamericanos.

Por ser una mujer formada y estructurada, se esperaría de Ingrid Betancourt una lectura más elevada de su rescate o liberación. Su agradecimiento debería expresarlo hacia el Estado y no hacia quien, de manera directa o indirecta, también es responsable de su largo cautiverio, justamente, porque al alejarse de esa condición de jefe de Estado, negó acercamientos humanitarios con miras a liberar a los civiles secuestrados por la guerrilla.

La virtual llegada de doña Íngrid al uribismo es la constatación de que el centro es una invención de ciertos políticos que insisten en el manido discurso de la polarización, cuando lo que realmente sucede en Colombia es que asistimos, de tiempo atrás, a la entronización y la operación criminal de una derecha violenta y corrupta. La respuesta a esa innoble circunstancia por parte de ciudadanos y renovadas corrientes políticas no puede considerarse como una conducta polarizadora. Por el contrario, es la respuesta genuina de millones de colombianos que se cansaron del ethos mafioso que guía la vida de otros tantos millones de connacionales que encontraron en el uribismo el refugio perfecto para dar rienda suelta a la doble moral, y a la capacidad para debilitar las instituciones y el sentido colectivo del Estado.

La llegada de Betancourt Pulecio al uribismo no deja de ser una jugada política y electoral que más que sumar votos a esa alianza, terminará por mancillar el nombre de la propietaria de la micro empresa electoral, Verde Oxígeno y de quienes militan o se sienten aún cercanos a esa colectividad.

El país tiene ahora a una candidata presidencial no solo arrogante, hipócrita e ingenua, sino además uribista. 

@germanayalaosor

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