Implementación del acuerdo: ¿se enreda la pita de la paz?

Por GERMÁN AYALA OSORIO

El único proceso de paz exitoso que hasta ahora ha habido es el que se surtió entre el Estado y la guerrilla del M-19, en consideración a que el tratado de paz que puso fin al conflicto armado entre el Estado y las Farc-Ep se halla en la etapa de la implementación. Y su éxito o fracaso depende de la voluntad política del gobierno de Gustavo Petro, de su real compromiso de sacar adelante ese propósito en el que está comprometida toda la institucionalidad estatal.

La propuesta maximalista de Paz Total presentada al país por el presidente Gustavo Petro puede estar distrayendo al gobierno del objetivo central: cumplir con lo que Juan Manuel Santos firmó en La Habana en nombre del Estado. Hacer observaciones sobre las condiciones en las que se dieron las negociaciones en Cuba, poco aporta a la consecución de ese gran objetivo: sacar adelante la implementación, para que el país tenga su segundo proceso de paz exitoso. Insistir en hablar de una Paz Total puede terminar llevándose por delante el proceso de paz de La Habana. El foco debe estar puesto en lo que se acordó en 2016.

Proponer a estas alturas modificaciones o anexos al texto acordado entre las entonces Farc-Ep y el Estado, poco contribuye a generar confianza en las propias disidencias farianas, tanto la que comanda ‘Iván Mordisco’ como la que orienta Iván Márquez (la Segunda Marquetalia). De la primera hacen parte estructuras guerrilleras que no se acogieron a lo firmado en Cuba; de la segunda, quienes sí firmaron pero encontraron en los entrampamientos coordinados entre la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez y la DEA el camino para volver al monte. Au nque se debe brindar claridad en que Santrich y Márquez jamás exhibieron un real y sincero compromiso de cumplir con lo que se comprometieron en Cuba.

El modelo económico es el punto al que Petro hace referencia en su intención de hacerle modificaciones al Acuerdo de Paz. Como todos saben, en La Habana  se acordó que dicho modelo no se tocaría. Al igual que el político, las fuerzas armadas y las relaciones internacionales. Esos fueron los cuatro inamovibles con los que Juan Manuel Santos llegó a La Habana. Las Farc-Ep aceptaron esas cuatro líneas rojas, sin mayor resistencia. Ahora, Petro argumenta que los acuerdos quedaron incompletos y que estudia la posibilidad de hacerles modificaciones.

No, presidente Petro: no enrede más la pita y más bien ponga a trabajar a las agencias del Estado a sacar adelante la implementación del Acuerdo Final. Es claro que al referirse al punto del modelo económico quiere mandar un mensaje al ELN, grupo que ya puso sobre la mesa el espinoso tema de evaluar el modelo económico, con la anuencia de los negociadores del gobierno.

Los proyectos productivos en los que están trabajando los excombatientes farianos necesitan del apoyo estatal e incluso del sector privado. La sostenibilidad económica no está asegurada. Si dichos proyectos fallan, ¿con qué cara piensa el Estado negociar con las disidencias de las Farc e incluso con el ELN? La industrialización del campo que el presidente Petro propone puede tener en las experiencias agrícolas que se adelantan en varios territorios ETCR un embrión interesante.

El desplazamiento de 200 familias desplazadas del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Mesetas (Meta) por las amenazas recibidas de las disidencias de Iván Mordisco, constituye un problema que el Estado debe resolver de inmediato. Insisto, presidente Petro, dedíquese a cumplir con lo pactado en La Habana. Al tiempo, converse con el ELN y las disidencias farianas y no se desgaste con estructuras narco-paramilitares como el Clan del Golfo, que viven del negocio del narcotráfico. Sobre este grupo, trabaje en romper las relaciones que tienen con agentes del Estado, con políticos y empresarios. Golpear sus finanzas y las redes que les proveen las armas será suficiente para llevarlos a que se sometan a la justicia, mientras se les combate con total determinación.

No insista en modificar lo acordado en La Habana. Haga más de lo que Santos y Duque hicieron en materia de implementación. El primero, hizo poco. Y el segundo, le apostó al fracaso del proceso.

Concuerdo con la lectura que hace El Espectador en su editorial: “Lo que se percibe es una mezcla de falta de voluntad política y desorganización. Aunque en el discurso el Gobierno ha declarado su compromiso con el Acuerdo de Paz, las prioridades parecen estar en sus propios procesos, lo que es un error estratégico. Si se continúa con la displicencia a lo pactado que vimos durante los cuatro años del gobierno de Iván Duque, el Estado colombiano incumplirá sus promesas, con las consecuencias nefastas que eso implica”.

@germanayalaosor

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