Hoy, votar en blanco es cosa de cobardes

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Ante semejante coyuntura electoral y momento histórico en el que estamos los colombianos, votar en blanco se acerca a la actitud “importaculista” de los millones de abstencionistas a los que poco o nada les interesa lo que suceda a su alrededor.

“No me siento representado en ninguno de los candidatos”, es la frase de los que votarán en blanco este decisivo domingo 19 de junio. El impacto político del voto en blanco es nulo. Por eso, participar de esa manera resulta insulso, insípido, banal, inane, vacuo.

La opción es válida desde el punto de vista procedimental, pero desde la responsabilidad democrática constituye un equívoco, pues quienes así lo harán, dejan para sí mismos sin sentido el derecho a elegir. Por el contrario, al preferir por una de las dos opciones el voto se legitima y cobra el valor que la ley le reconoce.

El Voto en blanco tiene sentido cuando no hay mayores riesgos de que la institucionalidad y la democracia colapsen, ante la posibilidad de elegir presidente a quien desprecia a las mujeres, a las leyes y está interesado en anular el proceso penal que la justicia ordinaria le lleva en su contra por actos de corrupción. Ese candidato es Rodolfo Hernández Suárez, un octogenario que ahora aliado con el uribismo quiere llegar a la Casa de Nariño para ejecutar un proyecto de país con un talante claramente dictatorial y fascista.

Ante el riesgo de que el uribismo ponga en el solio de Bolívar al violento, misógino, imputado, vulgar, avaro y patán de Rodolfo Hernández, votar en blanco constituye no solo un acto irresponsable, sino de extrema cobardía. Hacerlo en ese sentido es respaldar al régimen de poder que, para el caso, deviene criminal y corrupto.

Si bien hay dudas y resquemores frente al otro candidato, su propuesta liberal, nacionalista y progresista, no está anclada al perfil violento de quien lidera el proyecto contrario. Huelga decir que reposa en la cabeza de un hombre inteligente y capaz, que muy seguramente no logrará en 4 años todos los cambios que propone, pero sí podrá dejar trazado el sendero para que por fin Colombia, como Estado y sociedad, alcancen la modernidad.

Que Gustavo Petro tiene un talante mesiánico,  es posible que así sea. Uribe Vélez lo tuvo y ya sabemos los resultados negativos de sus ocho años de mandato: 6402 falsos positivos, concentración de la riqueza en pocas manos, debilitamiento institucional, cerramiento democrático y una consistente violación de los derechos humanos. En materia ambiental, el país se acercó, como nunca, a un desarrollo agro extractivo insostenible, si se mira la sostenibilidad desde una perspectiva sistémica. A lo que hay que sumar que se naturalizó un ethos mafioso cuya continuidad está más cerca de la candidatura y de las apuestas de Rodolfo Hernández, que del proyecto de sociedad que quiere impulsar el líder natural del Pacto Histórico.

En esta difícil coyuntura, irse a ver ballenas, quedarse en casa o votar en blanco no son opciones ajustadas al sentido de la responsabilidad que viene atado a la condición de ciudadano y ciudadana. Por el contrario, cualquiera de esos planes confirmaría el desprecio por la suerte de un régimen democrático que necesita ajustes. Insisto, votar en blanco es un acto propio de espantadizos ciudadanos. El problema no está en si me siento o no representado en los dos candidatos. El asunto de fondo es que, ante el desafío cultural e institucional que encarna Rodolfo Hernández Suárez, no hay otra opción, democrática y políticamente viable, que votar por quien pretende justamente lo contrario.

@germanayalaosor

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