Hay periodistas, hay estafetas, hay activistas políticos

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Por décadas, medios de comunicación y periodistas afectos al régimen fungieron como únicos generadores de opinión pública. Esa situación privilegiada y hegemónica les sirvió para consolidar narrativas que se vienen debilitando, gracias a la irrupción de las redes sociales y el surgimiento de medios alternativos como Cuestión Pública, Vorágine, Bándalos, La Oreja Roja, La Nueva Prensa y El Unicornio, entre otros. Hay que sumar a este listado el trabajo audiovisual de Daniel Mendoza Leal y su serie Matarife. Y por supuesto, el periodismo crítico de Noticias Uno.

Esas narrativas que la prensa oficialista consolidó señalan, por ejemplo, que “la culpa de los problemas del país los tiene la Izquierda” y que gracias a la derecha o a Álvaro Uribe se contuvo la llegada del socialismo, del comunismo, del castrochavismo. Es decir, esos discursos venían atados a los viejos fantasmas que auparon la Guerra Fría entre Estados Unidos y la entonces URSS.

Lo interesante es que esas ideas sirvieron para ocultar la corrupción público-privada, la concentración de la riqueza y de la tierra en pocas manos, el nacimiento del paramilitarismo de las entrañas del Estado, la captura y privatización del Estado por parte de una élite política y económica guiada por un ethos mafioso y el terrorismo de Estado, entre otras realidades que convirtieron a Colombia en un matadero y en una inmensa fosa común en la que arrojaban los cuerpos de afros, indígenas y campesinos pobres.

Debieron pasar muchos años para que una parte importante de los colombianos despertara de la insensibilidad que noticieros privados, emisoras y periódicos inoculaban en sus mentes para que creyeran a pie juntillas todo lo que publicaban.

Hoy existe una ciudadanía distinta, en buena medida porque la derecha uribizada dejó ver su cruel rostro con el asesinato de 6.402 jóvenes pobres. También hay que reconocer que después de los ocho años de gobierno de Uribe y los cuatro del mendaz e infantil Iván Márquez, millones de colombianos se cansaron de la figura del sátrapa y su lacayo. Con el hijo de Salgar se traspasaron todos los límites éticos y morales, hasta consolidar el ethos mafioso que aún guía la vida de militares, políticos, abogados, periodistas, rectores de universidades, profesores, comerciantes, industriales, estudiantes y toda clase de ciudadanos.

En la academia hay que reconocer el trabajo de profesores y profesoras que, instalados en el pensamiento crítico, ayudaron a sus estudiantes a que abrieran los ojos ante el ignominioso paso de eso que se conoce como el uribismo, virus que carcome la institucionalidad y corroe principios éticos y valores morales.

Con la llegada del primer presidente de Izquierda, el espejo retrovisor debía de instalarse en cualquier momento. Gracias a los periodistas de los señalados portales y medios alternativos, más colombianos entienden que el principal problema del país es la corrupción público-privada, anclada ésta a la “puerta giratoria” que de tiempo atrás opera entre agentes económicos de la sociedad civil y sucesivos gobiernos.

Por estos días aquellos periodistas independientes vienen destapando ollas podridas y los consabidos escándalos por el robo de millonarios recursos del erario. La plata de los Ocad-Paz, en la que estaría comprometida la madre de Iván Duque; la compra de camionetas blindadas y otros negocios al interior de la fuerza pública; el interés de Uribe Vélez y del gobierno de Duque Márquez de acabar con la empresa Monómeros, para acabar de agravar la situación de los campesinos y de la producción agraria por la falta de fertilizantes; hay que sumar a todos estos entramados de corrupción signados por el ethos mafioso, las millonarias recompensas  supuestamente pagadas por el Ejército a fuentes humanas que ayudaron a las autoridades a capturar o a “dar de baja” delincuentes. El caso del criminal Iván Mordisco es, apenas, el más reciente caso de corrupción oficial, pues se conoció que el disidente fariano está vivo y goza de buena salud. Lo que se entiende es que el pago de los 3000 millones de pesos de recompensa se dio, finalmente, por haberle quitado la gorra al guerrillero. Y el listado se hace casi eterno.

Al perder la derecha el poder, sus medios afectos ya traspasaron la delgada línea que hay entre el activismo político y el deber de informar. Varios periodistas de RCN, Caracol, Semana, El Tiempo, La W, La FM y El Colombiano hace rato fungen como activistas políticos, en consonancia, por supuesto, de la compartida línea editorial, lo que aseguraría una práctica nueva en el periodismo: la “cartelización” editorial, esto es, acordar acciones conjuntas, entre todas las empresas mediáticas, para tergiversar las decisiones, las propuestas y las políticas que ejecute el gobierno de Gustavo Petro. Lo vienen haciendo con el asunto de las transformaciones y ajustes que la ministra de Salud viene proponiendo, con el fin de debilitar las mafias de la intermediación en la prestación de los servicios de salud.

Lo que más preocupa es a los periodistas que hoy fungen como activistas políticos, les quedan tres largos años para continuar debilitando su propia imagen y ensuciando el oficio. Pasaron de periodistas a estafetas. Y hoy, de estafetas, a activistas políticos. Ojalá se den cuenta los colegas que ese camino que hoy están recorriendo hacia el desprestigio, no tiene retorno.

@germanayalaosor

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