¿Hay democracia en Colombia? ¿Y qué decir del aborto?

Por JORGE SENIOR

En Colombia se viene abusando de la palabra “polarización” por parte de políticos y periodistas.  A cualquier discusión se la descalifica como “polarización” y a una posición definida sobre algo se le acusa de ser “polarizante”. Quienes realizan esa mala práctica están socavando un pilar fundamental de la democracia: el debate de ideas. 

Tal animadversión frente a la discrepancia se ve reforzada por el hecho cierto de que en las redes sociales el debate suele ser de muy bajo nivel, cargado de adjetivos, insultos, amenazas, falacias, sesgos, tergiversaciones. Un reflejo del fracaso del sistema educativo, que no enseña a argumentar (tema para otro día).  Ese bajo nivel de la discusión en el ágora moderno de las plataformas no debe ocultar el valor intrínseco de los debates legítimos.

En ciertos debates con candidatos de las coaliciones electorales hay una interesante sección en formato de respuesta Sí / No.  No toda pregunta es susceptible de abordarse bajo tal modalidad.  Por ejemplo, ¿Hay democracia en Colombia?  Es una pregunta tramposa, pues se la pretende encorsetar en una respuesta restringida a opciones binarias.  La existencia de democracia en una nación es cuestión de grados.  Las democracias en el mundo real suelen ofrecer un paisaje de grises, no es un asunto en blanco y negro.  En Colombia hay una larga tradición de democracia formal, pero no de democracia real.  Padecemos lo que los politólogos llaman “déficit de democracia”.  Así lo conceptuaba un liberal de antaño como Diego Montaña Cuellar en su libro “Colombia: país formal, país real”.  Igual hace un liberal actual como Hernando Gómez Buendía en su obra “Entre la independencia y la pandemia” (2021) (ver reseña aquí).  

El hecho concreto es que frente a la pregunta “¿Hay democracia en Colombia?”, todos los precandidatos del Pacto Histórico respondieron negativamente y todos los precandidatos de las otras dos coaliciones respondieron positivamente.  La trampa funcionó.  Un observador podría preguntarse si tales respuestas, tanto el como el No, indican un talante antidemocrático.  Es el típico caso del vaso medio lleno y medio vacío. ¿Los del Pacto Histórico respondieron No porque son enemigos de la democracia colombiana… o porque se consideran insatisfechos con el grado actual de democracia y sueñan con una democracia plena? ¿Los de las otras dos coaliciones respondieron porque son ciegos o cómplices con los defectos de la democracia colombiana (algunos de los cuales son delitos siempre impunes) o porque valoran los aspectos democráticos existentes?  Ya podemos imaginar cómo, en cada opinador de las redes sociales, predominó la interpretación negativa frente a las respuestas de las coaliciones competidoras y la interpretación positiva para la propia.  El veneno de la pregunta tramposa funcionó, creó una falsa polarización y aisló al Pacto Histórico de los otros sectores, al tiempo que deba la impresión de sintonía entre el “Centro Esperanza” y el “Equipo por Colombia”.

Esa es una de las maneras como el periodismo daña la democracia en vez de contribuir a ella.  En realidad, una inmensa mayoría en la coalición Centro Esperanza es perfectamente consciente y crítica de los defectos de la democracia colombiana y aspira a que sean superados.  De Equipo por Colombia es difícil decir lo mismo, pues allí reina el clientelismo inmoral e ilegal y su posición se aproxima más a la autoritaria del Centro Democrático. Yo creo que en Colombia hay un amplio consenso en que nuestra democracia está a medio hacer, tiene profundos defectos estructurales y además ha desmejorado en el período de Duque, al socavar la separación de poderes.  La politiquería que maneja el Estado como botín con su contratocracia y tráfico de influencias, la corrupción generalizada, la compraventa de votos, son graves defectos que ni siquiera se pudieron superar con la Constitución del 91.  El Pacto Histórico y Centro Esperanza pueden converger en la lucha contra esos flagelos.  Hay otras grietas en los cimientos de la democracia: la influencia del poder económico sobre el Estado y el cuarto poder, la doctrina militar del enemigo interno, la desigualdad socioeconómica.  Ahí el consenso es más difícil, pero no imposible. Hay que trabajarlo.

El otro acontecimiento de la semana fue la decisión, mayoritariamente masculina, tomada por la Corte Constitucional sobre la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) hasta la semana 24.  Otro debate que calentó las redes hasta niveles metafísicos.  Aunque esta vez una parte de la discusión abandonó la falsa disyuntiva blanco/negro, pues algunos se centraron en el número de semanas.  Eso ya es un avance.

No obstante, la mayoría de los opinadores se mantuvo en la discusión de siempre.  Sostengo que aquí también hay una falsa polarización.  Por ejemplo, ya en Colombia estaba despenalizado el aborto en tres casos especiales.  He ahí un ejemplo de posición intermedia.  Ahora simplemente se amplió la cobertura. La falsa polarización surge de una tergiversación que hacen los que se autodenominan “provida”.  Estos acusan a los “pro-opción” de ser “pro-aborto” o “abortistas”.  Una acusación tendenciosa pues nadie promueve o recomienda el aborto como si fuese un método anticonceptivo o una decisión ligera.  El aborto (IVE) es una opción en última instancia, algo que nadie desea ni busca.

Podríamos aproximarnos a un consenso si se plantea el problema en estos términos: en Colombia hay decenas (quizás centenas) de miles de abortos clandestinos al año que representan alto riesgo para las mujeres que lo asumen: ¿cómo disminuir esa cifra?, ¿cómo disminuir el riesgo? ¿ha servido la penalización para disminuir el número de abortos y/o el riesgo? 

Creo que puede lograrse un consenso en la aceptación de que la penalización no ha servido para nada, ni siquiera para penalizar (estarían las cárceles llenas, generando otra multitud de problemas).  Al despenalizarse, se elimina el riesgo que proviene del carácter clandestino y se da la oportunidad a otras estrategias: educación preventiva, mayor acceso a anticonceptivos, alternativas socioeconómicas o de adopción.

Se acabó el espacio, así que termino invitando a los opinadores de redes y medios: no se trata de ganar agrias discusiones, sino de construir consensos en una sociedad donde quepamos todos.  Mejorar la democracia y disminuir el número de abortos son apenas dos agudos ejemplos.

Sugerencia: ver noticia sobre democracia colombiana traducida de The Economist en La República.

@jsenior2020 

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