Hablemos sobre “Matarife, el genocida innombrable”

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Después de una larga campaña de expectativa, por fin, este 22 de mayo de 2020 se estrenó la serie Matarife, el genocida innombrable. Se trata de una producción audiovisual que combina la denuncia periodística, el conflicto personal entre Daniel Mendoza y Álvaro Uribe y la reconstrucción de hechos políticos, con miras a establecer conexiones con las decisiones y la vida pública del señalado operador político.

Esta columna se divide en dos partes: en la primera se alude al contenido del capítulo primero, titulado “La granada que activó la élite”; y la segunda parte aludirá al significado que puede llegar a tener la serie.

En el primer capítulo no queda clara la conexión entre lo narrado y el título La granada que activó la élite. Imagen tomada de Indignados.com

Por tratarse de una serie y de acuerdo con el formato y la estrategia de divulgación, la producción exige de sus visualizadores y consumidores (audiencias de las redes) un mínimo de información previa, para no perderse en la aparente fragmentación de los hechos en la que caerá la serie.

El primer capítulo empieza con el señalamiento de un punto geográfico importante: el Club El Nogal, emblemático lugar social de una élite con las particularidades éticas que el narrador y guionista, Daniel Emilio Mendoza Leal, señaló.

Esta ubicación ético-política debe entenderse como el primer pivote sobre el cual se irán estableciendo las conexiones socio-políticas entre el Hijo de Salgar y el poder -intimidante por demás- alcanzado en por lo menos 30 años de vida pública.

Lo que no queda muy claro es la conexión entre lo narrado en esta primera entrega y el título La granada que activó la élite. Por el formato, es posible que en el próximo capítulo se explique el vínculo entre el nombre dado y el club El Nogal, lugar que sufrió un atentado terrorista de las Farc. Si la presencia de Mancuso en el señalado club y las reuniones que al parecer se dieron entre algunos de los señalados políticos y líderes paramilitares, la asumen los productores como el motivo (la granada) que llevó a legitimar el ataque a esas instalaciones, quedan despejadas las dudas frente al sentido del título y su conexión con el contenido de este primer capítulo. Pero insisto, para llegar a esta preliminar conclusión, el consumidor debe estar informado de algunos hechos ocurridos.

Una tuitera pensó que la bomba contra El Nogal había sido instalada por la propia élite vinculada a El Nogal. Así como una ciudadana pudo explicarse el sentido del nombre dado a esta primera entrega, muy seguramente otros ciudadanos pudieron pensar lo mismo.

De otro lado, por la alusión a los corruptos que comparten espacio en “el nogalito”, se entiende la intención de conectar corrupción política, mafia y decadencia, con la vida pública del hoy senador del Centro Democrático.

A partir de este momento, mis disquisiciones girarán en torno al significado de la serie. En primer lugar, me parece que Matarife, el genocida innombrable, constituye una bofetada a la justicia colombiana y al periodismo, en particular a los noticieros privados y a sus periodistas “incorporados”. Tantos libros periodísticos y literarios en los que se aluden a los vínculos entre Uribe Vélez y diversos tipos de mafias, no han sido suficientes para que la justicia en su conjunto lo haya procesado por los delitos que en esos libros se le imputan de manera directa o indirecta, por las conexiones establecidas entre las decisiones tomadas por este “combativo” político, por ejemplo, cuando fungió como director de la Aerocivil y se consolidó el Cartel de Medellín.

En segundo lugar, esta serie, además de abofetear y cuestionar al periodismo y a los periodistas, lo redefine. Es decir, “periodista” dejó de ser una categoría y un oficio asociado de manera directa al ejercicio de informar. El mismo Mendoza Leal se autodefine como periodista, siendo su profesión abogado penalista, anterior al rol en el que hoy se ubica y se ampara para explicarle e informarle al país y al mundo sobre la vida delictiva de Uribe Vélez, como el mismo abogado y periodistas investigadores como Gonzalo Guillén y Julián Martínez, vienen señalando desde hace ya varios años.

En tercer lugar, esta serie constituye el ejercicio de una ciudadanía políticamente comprometida con la Verdad periodística, y por esta vía aportar a la construcción de la Verdad judicial que el aparato de justicia de Colombia no ha podido (o no ha querido) establecer, por el terror que genera investigar a Uribe o, ni se diga, proferir una orden de captura en su contra. Huelga recordar que en estos momentos la Corte Suprema de Justicia lo investiga por varios delitos, entre ellos, el de manipulación de testigos.

En cuarto y último lugar, Matarife, el genocida innombrable es en sí misma una confrontación a una sociedad como la colombiana, que desde años atrás aprendió y decidió vivir en medio de la corrupción y el crimen. En todos los estratos sociales encontramos ciudadanos que defienden la vida política de Uribe. Y lo hacen desechando de plano cualquier prueba, testimonio, indicio o investigación penal abierta en su contra y que lo relaciona con el paramilitarismo. Para estos ciudadanos, mientras no haya una sentencia condenatoria, el Hijo de Salgar es un referente de pulcritud, por el solo hecho de haber sido el líder militar en la guerra contra la subversión.

Habrá que esperar los otros capítulos de esta singular serie. El consumo de esta producción está garantizada, por el confinamiento generalizado y por la creciente toma de conciencia de millones de colombianos que comprendieron que el único problema no eran las Farc-Ep (o “lafar”), sino la corrupción público-privada de una élite corrupta que capturó al Estado y que según Mendoza Leal, Guillén y Julián F. Martínez[3], está conectada en buena medida con Uribe Vélez o por lo menos inspirada durante el tiempo en el que mandó en Colombia de manera directa (2002-2010).

Y ahora de manera “indirecta”, en el periodo 2018-2022.

@germanayalaosor

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