Fumigación aérea no

Por PUNO ARDILA AMAYA

De vez en cuando, en medio de lecturas obligadas de buenas columnas, se topa uno sin querer con textos que llaman la atención, pero no necesariamente porque estén planteadas con una estructura argumentativa que permita la discusión, sino porque despiertan curiosidad, dado que sirven como ejemplo de cómo no debe escribirse.

Pues fíjese que sí, señor Prado; vea usted que la mejor manera de resolver el problema del narcotráfico es eliminando la prohibición.
Foto tomada de El Pais

El pasado viernes, 16 de abril, me llamó la atención el titular del texto de Mario Fernando Prado, “Fumigación aérea sí”, y me detuve a leerla para encontrar argumentos a favor de esta decisión unilateral del Gobierno colombiano.

El texto inicia diciendo que el narcotráfico «está engañando a quienes creen que la fumigación destruye la naturaleza». Estamos de acuerdo. La fumigación no destruye nada porque sí, puesto que si ese millón doscientos que vale fumigar una hectárea lo aprovechamos para asperjar, por ejemplo un fertilizante, seguramente la tierra se sentirá mejor; pero lo que lleva la avioneta es glifosato, un veneno comprobado; un tóxico para los seres vivos, prohibido en países en donde se respeta la vida. Aquí no.

Después dice Pardo que esta solución no es improvisada, y que es el mejor método para acabar con esta “mata maldita”. Que a mano cuesta cuatro veces más y se corre más riesgo, por causa del conflicto. Es decir, que para envenenar la tierra y a sus pobladores hay que escoger lo más barato y lo menos peligroso para los “envenenadores”. Perdonen ustedes, queridos lectores, pero no me parece que sea un planteamiento racional para solucionar una situación cuyas aristas son bien conocidas por quienes intervienen en todo este proceso, especialmente los afectados, por no decir que también consumidores y beneficiarios.

El párrafo siguiente contiene dos falacias. La primera es que el uso del glifosato «no es nuevo en nuestro país», y luego cierra diciendo «que tire la primera piedra el hombre del campo que no lo haya usado en algún momento». Este par de falacias puede contener, entonces, la defensa de lo que sea; así es que podemos cambiar “glifosato” por muchos otros detalles de cariño para la naturaleza: bolsas plásticas, pesca con dinamita, etcétera, etcétera. Y todo cabe aquí: no es nuevo en nuestro país el uso de las bolsas plásticas ni la pesca con dinamita; y que tire la primera piedra el hombre del campo que no haya hecho esto en algún momento (bueno, de la pesca con dinamita nos salimos los que no vivimos cerca de algún lecho de agua). Podemos sumarle a ese par de ejemplos una larguísima lista, y tendríamos entonces justificación con este amparo falaz.

Después, suelta otra falacia: que la decisión cuenta con el apoyo de todas las instituciones nacionales, de gobierno y de salud, y hasta misa inaugural con agua bendita. ¿Quién hará, desde cualquiera de estas instituciones estatales, alguna oposición a las decisiones, si son todos de la misma camada?

Por último, dispara Mario Fernando Prado un escupitajo que deja ver con claridad su posición política e ideológica: que quien critique o reclame es opositor o enemigo del Gobierno o idiota útil, y que se está desinformando cuando se publica que el glifosato es perjudicial para la salud. Con esa posición “nos mostró la célula”, como dice un vecino.

Y cierra con una frase que nos sirve —precisamente— como punto de partida para una necesaria y verdadera discusión: «pues de ninguna otra manera podrá el Estado combatir el mayor mal que nos aflige a los colombianos». Pues fíjese que sí, señor Pardo; vea usted que la manera de resolver el problema del narcotráfico es eliminando la prohibición, y así «se les acaba la guachafita», como dice su presidente. Y fíjese también que para lograr cualquier solución a este y a todos los problemas del país primero hay que acabar con la corrupción, que es —este sí— el más grande de todos los males que afligen a nuestro país; y son precisamente los corruptos los más interesados en continuar con estas políticas contra-ambientalistas que redundan —créamelo— en beneficio del narcotráfico, y de la corrupción, por supuesto.

@PunoArdila

(Ampliado de Vanguardia)

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