En el último día del año, El Unicornio rinde homenaje a las últimas palabras que brotaron de los labios exánimes de algunos famosos en su lecho de muerte. En su gran mayoría se convirtieron en frases célebres, tan célebres como sus autores.
Algunos nunca perdieron el sentido del humor, como el genial comediante Buster Keaton, quien después de llevar varios días sin pronunciar una sola palabra, dejó de respirar. Uno de los familiares que lo rodeaban propuso que le tocaran los pies, a ver si había fallecido, considerando que “todas las personas mueren con los pies fríos”. En ese momento Buster Keaton reaccionó, y estas fueron sus últimas palabras: “Juana de Arco no”.
Voltaire fue otro personaje previsor; una piadosa enfermera le preguntó si quería renegar de Satanás y este, luego de reflexionar un instante, le respondió: “No es el momento de procurarme nuevos enemigos”.
En el mismo contexto, Maquiavelo fu aún más claro: “Yo quiero ir al infierno, no al cielo donde solo podré encontrar mendigos, monjes y apóstoles. En el infierno estaré rodeado de papas, príncipes y reyes”.
Mark Twain también habló sobre el destino que le esperaba: “El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno, por la compañía”.
Pablo Picasso hizo una solicitud a sus deudos: “Beban por mí, beban a mi salud. Yo ya no puedo beber más”.
Eva Duarte de Perón: “Me voy, la flaca se va. Evita se va a descansar”.
Michael Jackson: “Quiero tomar más leche; por favor, dame un poco”.
Isabel I de Inglaterra: “Todas mis posesiones por un momento de tiempo”.
Lewis Carroll, el autor de Alicia en el país de la maravillas, dijo: “Quítenme esta almohada. Ya no la necesito”.
Y Pancho Villa le dijo a un periodista: “¡Escriba usted que he dicho algo!”.
Ernesto “Che” Guevara: “Póngase sereno y apunte bien. Usted va a matar a un hombre”.
Franz Kafka a su médico: “Máteme, si no usted es un asesino”.
Winston Churchill: “Todo me aburre”.
María Antonieta, quien murió guillotinada, pronunció sus últimas palabras disculpándose con su verdugo por haberlo pisado sin intención.
– Más vale que usted coja el abrigo, Dr. King, le dijo al pacifista norteamericano Martin Luther King un acompañante suyo. “Estás bien, lo cogeré”, respondió este segundos antes de que una bala acabara con su vida.