En Nariño, un concurso de oratoria sui generis

Por JORGE GÓMEZ PINILLA

Hay cosas que cuando ocurren, el periodista no las puede dejar pasar, así transcurran por fuera de la agenda nacional. En mi calidad de columnista de El Espectador y director de ElUnicornio.co fui invitado a participar como jurado del Primer Concurso Departamental de Oratoria para niños y jóvenes nariñenses, convocado por la Gobernación de Nariño y la Subsecretaría de Paz y Derechos Humanos, con el patrocinio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a cargo de su coordinadora territorial para Nariño, Cauca y Putumayo, María Mónica Martínez.

La primera sorpresa fue constatar que en Colombia todavía pasen estas cosas. Que yo recuerde de mi infancia, una vez participé en un concurso de declamación poética (y gané), pero no sospechaba que la gobernación de un departamento pudiera convocar a sus estudiantes de primaria y bachillerato a inscribirse como noveles oradores, menos en torno a un tema candente: Derechos Humanos y Libertad de Culto.

Al final se presentaron 70 concursantes, divididos en tres grupos de niños, niñas y jóvenes entre los grados escolares 3 a 11. El concurso se realizó de manera virtual en tres días consecutivos, del 16 al 18 de noviembre. Haré algunas reflexiones sobre su desarrollo, esperando que esta clase de iniciativas pueda replicarse en otras gobernaciones, con la seguridad de que se estaría contribuyendo -aquí sí- al “desarrollo de la personalidad” de quienes desde los lugares más apartados de Colombia comienzan a estructurar una visión de pensamiento que les forja sus propios criterios hacia la vida adulta.

Lo primero a considerar: la mayoría de los (y las) concursantes se dedicó a leer en la pantalla, no entendió que se trataba de un concurso de oratoria y en tal medida no bastaba con confeccionar un discurso sobre el tema en cuestión, sino que la gracia estaba en el modo de presentarlo ante la concurrencia virtual ahí presente. Como si estuvieran declamando.

La ganadora de la categoría infantil, Leyla Fernanda Estrada, celebró su triunfo como si hubiera recibido un Óscar de la academia.

Y muy pocos lo hicieron, la verdad sea dicha. Pero los pocos (y pocas) que sí lo hicieron, dejaron en el público asistente y en los tres miembros del Jurado -Mauricio Chaves-Bustos, Ricardo Patiño y el suscrito- un grato recuerdo, porque mostraron a un grupo de ‘personitas’ que desde su muy temprana edad comienzan a mostrar talla de líderes, y en tal medida habría que alentarlos para que no desfallezcan en tan noble y altruista labor, sobre todo en medio de las dificultades que ya conocemos, cuando todo el que exprese un pensamiento propio y discordante de la versión oficial es digno de sospecha.

La ceremonia -también virtual- de premiación fue muy emotiva, sobre todo por las exclamaciones de los ganadores, en particular de la ganadora de la categoría infantil, Leyla Fernanda Estrada Montenegro, quien aparece en la foto que acompaña este artículo y celebró su triunfo muy emocionada, como si hubiera recibido un Óscar de la academia.

Es de esperar entonces que -como dije arriba- este tipo de concursos pueda llegar a otras latitudes, de modo que diferentes gobernadores y alcaldes de Colombia lo tomen como modelo en la formación de sus jóvenes y adolescentes, en complimiento de esta instructiva sentencia de Óscar Wilde: “La mejor forma de hacer buenos a los niños, es hacerlos felices”.

Hacerlos felices, sí, desarrollando sus potencialidades de expresión con sus comunidades, conectándolos con su propia realidad.

@Jorgomezpinilla

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