En defensa del puñetazo de Vargas Llosa a Gabo

Por YESS TEHERÁN

Nueve años después de la muerte de Gabriel García Márquez, la vida y obra del escritor colombiano sigue siendo objeto de estudio y debate. Desde relatos emotivos como el de Rodrigo García Barcha, “Gabo y Mercedes: una despedida”, que en palabras de Jorge Senior “es la historia de la agonía y la muerte del genio que parió a Macondo” (ver reseña aquí); hasta la aparición, después de cincuenta años, del ensayo publicado en formato libro que escribiera Mario Vargas Llosa sobre Cien años de Soledad y que tituló “Historia de un deicidio.”

Para nadie es un secreto el vínculo que existía entre los dos nobeles de literatura. Ambos compartieron una estrecha amistad por casi diez años, hasta que, en 1976 en Ciudad de México, en medio del estreno de una película y sin mediar palabra, Mario le puso fin a la amistad con un puñetazo que tiró al suelo a García Márquez, uno de los derechazos más famosos de la historia.

Bastante se ha escrito sobre los motivos detrás de la agresión física del escritor peruano. Al principio, se especuló sobre discrepancias ideológicas que se hicieron irreconciliables. pero más tarde se habló de un asunto muy personal, inclusive se ha barajado la hipótesis de que Gabo se le hubiera insinuado a la que en ese entonces era esposa de Mario, Patricia Llosa. Inclusive, Jaime Bayly fue mucho más allá en su libro “Los genios”, al afirmar que en realidad entre Patricia Llosa y García Márquez hubo un encuentro sexual y habría sido esto lo que motivó el puñetazo. Otros aludieron a celos previos de parte de Mario Vargas Llosa, por el abrumador éxito que tuvo Gabo luego de Cien años de Soledad, siendo el golpe una crónica anunciada.

Más allá de todas las teorías sobre esta ruptura, lo cierto es que jamás hubo reconciliación. La amistad entre los dos escritores no pudo restaurarse ni siquiera los últimos años de vida de Gabriel García Márquez, en los que ya estaba bastante afectado por distintas enfermedades. Y no son pocos los artículos, comentarios, opiniones e inclusive memes que han surgido por este motivo: ¿Por qué nunca hubo perdón?

Hay quienes defienden a García Márquez, quien dijo que en toda su vida solo había perdido a un amigo y fue, en últimas, el agredido físicamente. Por mi parte, y sólo por esta ocasión, estaré del lado de Mario. Si hiciésemos el ejercicio de olvidarnos de la fama de ambos escritores, no debe perderse de vista que son seres humanos que, aunque dotados de una genialidad, son susceptibles a las mismas emociones que cualquier parroquiano de a pie.

Si tomáramos la teoría de la insinuación de Gabo a Patricia Llosa, este habría consumado un acto de traición, no sólo por la infidelidad a la que eso conllevaría con su esposa Mercedes, sino más bien por la deslealtad hacia un amigo tan entrañable como era Mario Vargas Llosa para él. Suele hablarse del daño emocional que representa la infidelidad en una relación de pareja. Pero la traición en una amistad puede tener un impacto mucho mayor, debido a la afrenta sufrida.

Alfredo Bryce Echenique dijo una vez que “mi patria son los amigos”. Y es que los verdaderos amigos, esos que se forjan a lo largo de los años, son en últimas la familia que se escoge cuidadosamente, a quienes decidimos mostrarles las vulnerabilidades que nadie más presencia, ni siquiera la pareja, los que están en cada ocasión, célebre o funesta.

Se cuenta que Patricia Llosa relató a su esposo sobre la deslealtad de Gabo y una semana después “el gran jefe inca”, como lo apodaba el colombiano, manifestó su enojo en forma de puñetazo; si bien la agresión física no es justificable, expresar la ira dando por terminada amistad sí lo es.

Procesar la deslealtad siempre será un largo proceso de duelo. No se trata sólo del dolor de la traición, sino también la conciencia den que se perdió a un ser querido entrañable y de quien se forman expectativas más elevadas que en un vínculo amoroso, precisamente, porque no se vislumbra el fin.

Del lado de Gabo se llegó a saber que estuvo a punto de buscar la reconciliación, cuando, en medio de un avanzado alzhéimer, le pidió a Mercedes que llamara al “gran jefe inca” para hacerle un comentario entusiasmado. Mercedes, quién sí recordaba perfectamente, jamás realizó esa llamada, impidiendo el tan esperado encuentro, lo que hubiese podio haber significado un alivio para su esposo, quien en una ocasión dijo: “yo escribo para que mis amigos me quieran más.”

Más allá de la motivación de Mario Vargas Llosa para propinar el golpe, lo cierto es que dentro del puño habitaba el dolor y la ira de sentirse traicionado. Es por eso, que bajo mi perspectiva, no es cuestionable su decisión de no haber perdonado a Gabo en vida, ni aún en sus últimos años en que se vio afectado por distintas enfermedades. Dar por terminada una relación y poner límites es un acto de salud mental íntimo, en el que buscamos procesar el dolor de la manera en que eso nos concede paz. Quizá la reedición de Historia de un deicidio, como señalan algunos, fue la forma como el nobel peruano cerró por fin ese ciclo. O quizá es algo que, junto con los verdaderos motivos del derechazo, sólo sabrá en últimas el “gran jefe inca.”

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