Ayer tuve el día más ajetreado del año. Un vendaval que pasó por Ivy Bar en la madrugada arrasó con la mitad del techo de la terraza del mural de colores. La dejó calva. Así que muy tempranito salí de la casa a resolver el desastre. Reponer el techo es muy costoso pues cada lámina de policarbonato cuesta la bobadita de $1’200.000 (dicha cubierta lleva doce láminas). No tenía todo ese billete así que llamé a mi caja menor, mi mamá, Amelia Jiménez. Ella me ayudó, como siempre lo hace. Con eso me fui a Homecenter y, ¡oh, sorpresa!, no tenían láminas de ese tamaño. “Señora, las paga hoy y le llegan en 15 días pues vienen en mula de Bogotá. No tenemos ni una sola en bodega”. Eso dijeron los de Mathiesen, el proveedor de dichas láminas.
¿15 días sin techo y con el chuzo cerrado? No way. Así que busqué una solución temporal y fue remendarlo mientras podía cambiarse toda la cubierta por una nueva. Compré todo para la cirugía reconstructiva. Cinta asfáltica tapa goteras, láminas de hierro para reforzar la estructura, silicona para policarbonato, tornillos largos y muchas tuercas. Al tiempo llamé a varias empresas de cubiertas para que me cotizaran el cambio total de ese techo por algo que aguantara brisones barranquilleros. Concerté citas con ellos. Al medio día ya tenía todo prácticamente cuadrado para apagar el incendio y poder abrir en la noche.
Al llegar al medio día a Ivy Bar con los materiales y los trabajadores, me di cuenta de que por WhatsApp la administradora, Laura, me había enviado una foto anunciándome que un sobre de manila con el membrete de “De la Espriella Lawyers” había llegado a mi nombre. Pedí que lo bajara. Allí, en Ivy, ya estaban revisando el techo para hacerme una propuesta de cambio total. Por teléfono le dije al contratista que no podía bajarme, pero que me enviara su cotización por mail. Y me fui del negocio a abrir “con tranquilidad” el dichoso sobre a solas.
Al interior encontré una citación de La Fiscalía en donde me informan sobre una querella en mi contra por el delito de injuria y que debo ir a su sede en la ciudad de Bogotá el próximo 15 de octubre a las 9:30 a.m. para una posible conciliación. Me indican que debo ir sin abogado y que, de no hacerlo, iniciarán una investigación penal. La información aportada es escueta, sin mayores detalles. O sea, sé de qué me acusa Abelardo, pero no de por qué me acusa.
“Off the record” me enteré que el querellante es el expresidente Álvaro Uribe Vélez, pero hasta la fecha no sé cuál de tantos textos míos criticándolo considera el caballero de marras que es injurioso. Lo primero que se me vino a la cabeza fue: ¡qué pérdida de tiempo y qué vergüenza con el país!
¿Cómo es posible que un funcionario de su nivel contribuya al colapso del sistema judicial empapelando a los periodistas que osamos criticarlo con tutelas, querellas y denuncias penales? ¿No tiene un poquito de vergüenza, de dignidad, de consideración con los jueces y con los impuestos de los colombianos?
La justicia, además, ya se ha pronunciado al respecto defendiendo la libertad de expresión y opinión de los periodistas. De la Espriella tiene un récord de casos perdidos por intentar callar a quienes tenemos el deber de mantener informada a la ciudadanía. Hace pocos meses, el periodista Gonzalo Guillén, por dar solo un ejemplo, le ganó un pleito de manera apoteósica. En ese caso la justicia colombiana consideró que Gonzalo (y cualquier colombiano) puede tildar a Uribe hasta de matarife sin incurrir en delito alguno. ¡De matarife! ¿Pueden creerlo? ¿Entonces para qué sigue Uribe empapelándonos y persiguiéndonos, qué pretende?
Mi teoría es bastante simple: el objetivo no es callarnos a nosotros pues sabe que no lo logrará, el objetivo es silenciar las redes, aplacar la marea en su contra que crece cada día un poquito más pues Colombia ya está despertando, parar las rechiflas en sus visitas a pueblos y ciudades, que las personas activas en Facebook y en Twitter se asusten, se aculillen, eviten participar en debates virtuales en contra de Uribe por miedo a ataques jurídicos onerosos. Con esa querella él sabe bien que no me callará, pero ese no es el objetivo. El objetivo es amedrentarlos a ustedes. ¿Lo logrará?
@NanyPardo