El paro armado y el fracaso fingido del Estado

Por GERMÁN AYALA OSORIO

La histórica  debilidad del Estado representada en la incapacidad de consolidar el orden y garantizar la operación de una sociedad capitalista armónica, es producto en parte de la acción premeditada de las élites que de ese modo pretenden conservar sus privilegios.

El paro armado decretado por el Clan del Golfo es el mejor ejemplo del fracaso parcial del Estado en los territorios donde opera dicha estructura narco-paramilitar. El silencio y la inacción de las fuerzas militares y de policía hacen pensar que estamos ante la claudicación de la autoridad estatal, o ante el traslado fáctico del “uso legítimo de las armas” a las estructuras del temido Clan del Golfo.

La furiosa reacción de los matones paramilitares que hacen parte de ese grupo armado ilegal indicará que están disciplinando a la población y desafiando a las fuerzas militares y al gobierno de Duque, por la extradición de alias Otoniel. Sin duda, subsiste al interior del Clan del Golfo una molestia por el envío a los Estados Unidos de su líder máximo, en virtud de las finas relaciones que Dairo Antonio Úsuga tejió de tiempo atrás con miembros del Ejército, la clase política bogotana.

El fracaso parcial del Estado obedece a los intereses de ganaderos, latifundistas y muy seguramente, de filiales locales de multinacionales interesadas en las tierras y en el subsuelo de esos territorios. Lograr que la gente huya de sus tierras, aburrirlas y obligarlas a vender barato, hace parte de los objetivos de estas acciones que cuentan con la anuencia de militares y policías; los miembros de la fuerza pública son vistos hoy por esas comunidades como cobardes.

¿Dónde quedaron la misma fiereza y el arrojo con que persiguen a guerrilleros y bombardean campamentos donde saben que hay niños? Esta pregunta se la hacen millones de colombianos que atónitos observan cómo el Estado supuestamente fracasa en varias regiones como el orden establecido. No se escucha el enérgico ¡Ajúa! del general Zapateiro, porque los paramilitares no los asume como un enemigo.

Este Paro Armado Paramilitar también pone en evidencia la estrategia electoral del gobierno de Iván Duque: dejar que esos hechos de violencia ocurran para volver a la narrativa de la seguridad que exhibe su candidato presidencial, Federico Gutiérrez. Al final, lo que se busca es “sembrar miedo para vender seguridad”.

El discurso de la debilidad o fragilidad natural del Estado hay que confrontarlo señalando que desde el mismo Establecimiento se benefician de la zozobra que han creado. Hacen fracasar parcialmente al Estado para que en esas regiones reine un orden criminal paralelo. Entre menos institucionalidad exista, mejor pueden imponer el modelo de la gran plantación para sembrar cañar de azúcar y palma africana, y ganadería extensiva de bajísima productividad.

Insistir en ese modelo insostenible es la apuesta del más grande enemigo de la biodiversidad y de los proyectos comunitarios: Álvaro Uribe Vélez, alias el 1087985, Matarife,  o el Señor de las Sombras. 

@germanayalaosor

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