El gobierno del Cambio entró en su fase 2

Por JORGE SENIOR

Las movilizaciones -con arenga de balcón incluida- y el arranque de la legislatura reformista marcan el comienzo de una segunda etapa en el proceso de transformación de Colombia que lidera el gobierno del presidente Gustavo Petro por decisión mayoritaria de los colombianos.

La primera fase fue la configuración de la gobernabilidad mediante una amplia coalición legislativa y de gobierno que incluye a liberales, conservadores, verdes y el partido de la U, entre otros, aislando a Cambio Radical y al “Centro Democrático”. El objetivo principal de la coalición fue la reforma tributaria y ésta se logró, lo cual constituye una hazaña para el primer gobierno nacional de izquierda en la historia de Colombia. Pero el hecho de que la aspiración inicial de 70 billones de pesos descendiera a 20 billones indica el grado de dificultad de la negociación. De seguro no será la única reforma tributaria durante la administración Petro. Todo esto se hizo bajo el enfoque de Pacto Nacional y fue acompañado de múltiples diálogos en todos los frentes, desde la paz y la política criminal hasta los elementos del plan de desarrollo y el manejo de diversas coyunturas sectoriales.

Un aspecto clave de este primer período es que la oposición fue prácticamente nula. Los microataques por parte de medios y figurines políticos abundaron, desde luego, pero centrados en minucias. Los gremios estuvieron bastante calladitos y cuidadosos, como a la expectativa. Las tres reuniones de Petro con Uribe y la cooptación de José Félix Lafaurie en la cuestión agraria y en la mesa de negociación con el ELN evidencian una atmósfera que aún está muy lejos de la polarización que aves agoreras pronosticaban. Agreguémosle que en el frente internacional todo fluye, lento y con mucho discurso visionario, pero ahí va.

Ahora, en el 2023, la situación es a otro precio. Es un año electoral en los territorios y la agenda reformista en el Congreso apunta a pisar varios callos dolorosos para las élites.  Son entonces dos tensiones muy fuertes las que el gobierno de Petro deberá afrontar: una en la superagenda legislativa y otra en la lucha por el poder local, mientras intenta mantener la estabilidad macroeconómica en un contexto de transición energética. Veamos cada una.

La legislatura del primer semestre de este año deberá aprobar el Plan Nacional de Desarrollo, columna vertebral del Gobierno del Cambio. Y se viene la gran andanada de reformas sociales: salud, pensión y laboral. Además, continúa la reforma política. Por sí solos estos proyectos de ley ya constituyen una dura prueba para la coalición de gobierno. Las políticas públicas sectoriales también generarán tensiones, por ejemplo en servicios públicos, con el cambio de ministerio de la Policía y quizás en el sector financiero. La carta fuerte del gobierno será el estímulo a la producción a todo nivel. La lucha contra la corrupción seguirá siendo, sin duda, escenario de choques con las llamadas “ías” (fiscalía, procuraduría, contraloría) que en Colombia son el ejemplo perfecto de la popular frase “el remedio resultó peor que la enfermedad”. El caso reciente de la Triple A, la SAE y la procuraduría es una muestra de ese fenómeno.

En semejante panorama complicado empezarán las campañas electorales. Las elecciones en los entes territoriales siempre se han desarrollado bajo gobiernos nacionales de derecha, de ahí que la izquierda y los alternativos hayan logrado importantes triunfos desde la Constitución de 1991, canalizando en muchas ocasiones el inconformismo contra el ejecutivo nacional. Por primera vez la izquierda y los alternativos afrontarán el debate local sin estar en la oposición. Y por primera vez la derecha afrontará la batalla territorial sin tener el manejo pleno del poder ejecutivo nacional.

El uribismo seguramente utilizará la misma estrategia que la izquierda ha usado siempre: canalizar la oposición, lo que impulsará una eventual polarización. Cambio Radical se encuentra en una situación de defensa estratégica: intentará conservar lo que tiene, especialmente el Clan Char, herido pero aún poderoso en Barranquilla y sus alrededores. Para la derecha que hace parte de la coalición de gobierno y para el propio Pacto Histórico, la situación presenta un dilema: ¿puede trasladarse la coalición de gobierno a los territorios? ¿Están interesados en tal posibilidad los liberales, conservadores y la U? ¿Está interesado el Pacto Histórico? Y en la dirección contraria: ¿puede el enfrentamiento en los territorios socavar o romper la coalición nacional con sus consecuencias para el gobierno de Petro? No hay que olvidar que este gobierno del Cambio es un valiosísimo experimento histórico, que no se puede dilapidar en localismos. Es sin duda una coyuntura verdaderamente novedosa.

Actualmente la izquierda y los alternativos dominan en las alcaldías de Bogotá, Cali y Medellín, sin olvidar el caso especial de Santa Marta y Magdalena. Pero sabemos que el capital político de Petro es en otro nivel y no ha sido tan decisivo en las elecciones locales, ni siquiera en Bogotá. En los últimos años la izquierda ha mostrado su mayor fortaleza en Bogotá y Cali, mientras que Medellín era el fortín uribista que resultó sorprendido por Daniel Quintero en 2019.

Suena paradójico, pero mi impresión es que las mejores posibilidades alternativas están en Medellín, mientras que en la capital y en el Valle el asunto está complicado debido al desgaste de los gobiernos de Claudia López y Jorge Iván Ospina. En Barranquilla, ciudad que atraviesa múltiples problemas de inseguridad, movilidad, servicios públicos, informalidad y endeudamiento, no ha podido surgir un liderazgo capaz de derrotar al Clan Char.

A modo de conclusión: pese a los éxitos alternativos de las últimas décadas y del gran triunfo nacional en 2022, el horizonte no está nada claro para ninguna de las fuerzas políticas en los departamentos y en las capitales. La esencia del cambio está en la evolución de la organización popular y la cultura política, pero ese proceso es lento y no creo que esté suficientemente maduro para incidir en las elecciones de este año. Así que, como dicen los comentaristas deportivos, “cualquier cosa puede pasar”.

Febrero de 2023: el Cambio mete la segunda y chancletea el acelerador. La cosa se pone buena. Pero esto apenas empieza.

@jsenior2020

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