El Duque en el “extremo centro” de la nada

Por GERARDO FERRO 

Como presidente, Duque es un excelente payaso. Quizá no haya existido en la historia política de Colombia un presidente objeto de tantos memes, caricaturas, remoquetes y chistes, como lo ha sido Iván, el Duque sin dominio. En una de esas intervenciones, que asesores y aduladores deben considerar geniales, nuestro presidente ha dicho ser de “extremo centro”. Duque, el títere, se ubica en el extremo centro. Pero en el extremo centro de la nada. Es decir, en el vacío. El vacío político, el vacío sin ideas, algo que en política resulta muy peligroso porque ese vacío, tal como lo hemos visto, puede ser llenado con cualquier cosa. Y casi siempre, esa cualquier cosa es una forma del crimen.

Se habla de centro para designar el ejercicio de una política que se define moderada. Una política que huye de los extremos y trata de proponer una tercera vía. La crítica es que esa supuesta moderación se convierte en una postura ambigua, llena de matices y fluctuaciones que le impiden tomar posiciones claras sobre ciertos temas. Sin entrar en consideraciones sobre lo contradictorio de la expresión “extremo centro”, ¿es Iván Duque un representante de esa corriente política?

Dice ser de centro pero todo su entorno, todas sus políticas, todas sus decisiones lo llevan al extremo derecho de la balanza. Foto de Raul ARBOLEDA / AFP

Sus palabras son negadas por sus acciones, dejando en evidencia la absoluta falta de fundamento de sus posturas. Algo nada raro en Duque. Dice ser de centro pero todo su entorno, todas sus políticas, todas sus decisiones lo llevan al extremo derecho de la balanza. En el gobierno Duque se han bombardeado campamentos guerrilleros en los que han muerto niños, el narcotráfico ha penetrado a fondo las instituciones del Estado, se han masacrado derechos laborales en beneficio de banqueros, se les ha dado la espalda a los crímenes de líderes sociales, se han hecho artimañas para seguir descuartizando los acuerdos de paz, se ha gobernado en beneficio de poderosos, se ha desprotegido el campo, y podríamos seguir nombrando más y más políticas que fácilmente desmienten la postura de centro del presidente. De extremo sí, eso está claro.  

Ese centro inexistente en el que dice situarse se convierte, entonces, en un reflejo perfecto de su propio vacío. Estamos ante un presidente sin ideas, o con ideas prestadas, impuestas por otro. No hay una ideología política que lo mueva; sus motivaciones parecen estar en la mercantilización de lo político puesto al servicio de corporaciones. Duque no tiene cultura política. Su plan de gobierno se fundamenta en mentiras, discursos engañosos que la realidad de sus actos deja en evidencia. Pareciera improvisar todo el tiempo, algo que quizá se explique como un defecto de su verdadera vocación: la de presentador televisivo, la de maestro de ceremonias, la de prestidigitador que bien puede sacar de la manga una guitarra, un balón de fútbol, o una política económica que termine de acuchillar nuestra ya moribunda clase media. Es decir, el centro en el que Duque dice situarse, es en realidad el centro de un agujero, de un vacío, el centro de la nada.

Lo anterior, que es ya problemático y peligroso, no es lo único. Se percibe en Duque una confrontación interna muy fuerte. Confrontación que va más allá de lo político, pero que inevitablemente, en su caso, se expresa en lo político: la contradicción entre lo que desea ser y lo que realmente es. Duque quisiera ser presidente, pero sabe que sólo es un títere de fuerzas mucho más poderosas; quisiera ser presentador de televisión, pero resulta que le tocó ser presidente. De esa contradicción esencial en la que vive, se genera esa aura de completo extravío que lo envuelve y acompaña siempre. Como si después de dos años siguiera sin encontrar su lugar, sin hallarse, sin un espacio en el mundo.

El Duque de Colombia no tiene dominio. Nuestro supuesto presidente habita un reino de oropel y luces artificiales que le hacen más llevadera su estadía en el extremo centro de la nada. Bajo sus pies se abrirá el vacío cuando deje la presidencia. Todas las porquerías que han hecho a nombre de su gobierno vendrán a pasar factura. Y quizá entonces, después de caer, encontrará por fin su verdadero lugar en el mundo: rey y señor, Duque supremo de las pocilgas del Ubérrimo.        

@GFerroRojas

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