El cambio climático llegó para quedarse

Por HUMBERTO TOBÓN*

La vida en el planeta es posible gracias al efecto invernadero generado de manera natural por gases como el vapor de agua, dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Sin embargo, sus niveles de concentración en la atmósfera han aumentado vertiginosamente en la era industrial, como consecuencia de la actividad humana, al punto de presionar un cambio climático que ya está afectando a millones de personas y que podría poner en serio riesgo la vida en el Planeta

La obsesión incontrolada por la acumulación de riqueza, el aumento del consumo de las familias y la lucha de los países por demostrar su poderío económico y militar ante el mundo, ha llevado incluso a que los gases naturales sobreexplotados, empiecen a ser un remedo, frente al potencial dañino de otros gases creados por el hombre como son los hidrofluorocarburos, perfluorocarburos y hexafluoruro de azufre.

No es un discurso apocaliptico ni es terrorismo ambiental. El cambio climático es una realidad comprobada científicamente, que ha conducido a la pobreza y al hambre a millones de personas en regiones como África, pero que también se siente en el resto del mundo, debido a las modificaciones drásticas en la temperatura.

A pesar de la trascendencia del tema climático, la sociedad muy poco se ha interesado en conocer más del problema y sigue consumiendo más combustibles fósiles, usando más aerosoles, adquiriendo más plásticos de un solo uso, etc.

Quienes viven en las áreas urbanas y poseen cierto nivel económico, se quejan por el excesivo calor o el aumento de las lluvias, pero para ellos no pasa de ser una incomodidad en su rutina. Pero para los pescadores, los campesinos productores de alimentos y los habitantes de las áreas costeras, ribereñas o de ladera, las oleadas de calor, el aumento del nivel del mar, el desbordamiento de los ríos y los deslizamientos, traen consigo, no solamente muerte, sino también pobreza, hambre y desplazamiento.

El sufrimiento, como siempre, se concentra en los más pobres, marginados y vulnerables. Y de estos, los niños son quienes más impactos negativos tienen sobre su calidad y expectativas de vida. Un informe de Unicef da cuenta que 240 millones de niños están expuestos a inundaciones costeras, 300 millones a inundaciones fluviales, 400 millones a ciclones, 600 millones a enfermedades transmitidas por vectores, 820 millones a olas de calor y 920 millones a escasez de agua.

La vida en Chad, Nigeria, Guinea y República Centroafricana, por sólo mencionar 4 de los 33 países considerados por Naciones Unidas como en alto estado de riesgo por el cambio climático, es insoportable. Como también lo es en Chocó, Amazonas, Vaupés, San Andrés y Providencia y, en general, en las zonas costeras del Pacífico y el Caribe colombianas.

Hay un grito desesperado por parte de 20 millones de personas que cada año deben abandonar sus hogares y convertirse en refugiados climáticos, porque las sequías o las lluvias degradan su entorno. Pero ese grito apenas sí es escuchado tenuemente por los tomadores de decisiones en el mundo, que creen que solucionan el problema con discursos grandilocuentes en Naciones Unidas y con la firma de declaraciones con compromisos que nunca se cumplen.

El futuro será mucho peor. No hay evidencias científicas ni decisiones políticas que indiquen que habrá un plan conjunto universal para frenar el cambio climático.

@humbertotobon

*Subgerente de planeación regional de la RAP Eje Cafetero

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