El atracador solo estaba jugando

Por PUNO ARDILA

Aterradora esa escena del billar —le confieso, preocupado, al ilustre profesor Gregorio Montebell—, cuando entran dos hombres con intención de atracar a quienes se encuentran dentro del lugar, y la respuesta es que los billaristas alcanzan al más osado de los ladrones, el que entró hasta el fondo del establecimiento, y lo golpean, con las manos y con los tacos, y le disparan con la misma arma que blandía el atracador.

—¿Le fue mal al atracador, entonces? —me preguntó el profesor.

—Por supuesto. Murió. Tenía solo 19 años. ¿No cree usted que la gente quiere aplicar justicia por su propia mano?

—Pues, la verdad, esa historia no es reciente —dijo Montebell—. No me refiero al atraco en el billar, sino a la postura frente al hecho. Postura de parte y parte, tanto de los asaltantes como de los asaltados. Fíjese usted, por ejemplo, que a lo largo de la historia las diferencias se han “arreglado” cuando los contrincantes deciden batirse en duelo; y al abigeo se le ha castigado con la muerte, muchas veces sin que medie un proceso judicial. Pero eso es apenas un par de situaciones entre muchas.

—Disculpe usted, pero ¿no le parece que una sociedad se deteriora si la justicia y la aplicación de las penas no se le permiten únicamente al poder judicial?

—Ese es precisamente el problema en sociedades como la nuestra: que el sistema judicial, así tenga “poder”, no funciona correctamente. Como es un sistema, tiene como parte fundamental la educación que se imparte a la sociedad entera, que permite que ese sistema funcione.

—¿La educación?

—Por supuesto. Si la gente ha sido educada, no solo conoce la ley, y la cumple, sino que busca que se cumpla, y respeta a quienes se encargan de aplicarla. Pero en Colombia no se respeta la ley, desde el raponero de la calle hasta el político más encopetado. Los colombianos están acostumbrados a infringir la ley, y el pataleo es su respuesta natural cuando se les acusa de una falta; desde una infracción de tránsito hasta un delito o un crimen. Hasta una infracción en un partido de fútbol; y, si no, mire usted cómo se va el jugador infractor contra el árbitro, incluso cuando se ha probado la infracción con el VAR.

Es la sociedad misma, ignorante e irrespetuosa, la que obliga a que la justicia sea tomada en las manos que no corresponden; por ello en Colombia existe un “convenio” social de justificaciones para que la justicia no se aplique de la mano de los jueces, sino de fuerzas que no corresponden; y ejemplos hay por montones: que el atracador solo estaba jugando, o que necesitaba el dinero del robo para dar de comer a sus hijos; que hay que dejar así y olvidar el daño porque el niño ya se disculpó o porque el difunto “es un buen muerto”; que el abogado que mataron los policías se merecía su suerte, porque era una caspa; que los muchachos acribillados, con ropas ajenas y las botas al revés, “no estarían cogiendo café”; o que este atracador se lo merecía por atracador, pero —a la vez— que él solo estaba  jugando.

@PunoArdila

(Ampliado de Vanguardia)

* Foto de portada, tomada de Vanguardia.com

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