Por PUNO ARDILA
El día de elecciones hubo muchas sorpresas, alegrías y desengaños. Y tuve en carne propia dos de estas sensaciones cuando entré a un establecimiento a comprar cualquier cosa, con la suerte de ser recibido por dos mujeres muy amables: «¿Cómo le parece el viejito?; ¿sí lo convence?», me dijo una de las dos mujeres, señalándome el afiche de Rodolfo que permanecía reposando sobre el mostrador, muy colaborador él, puesto que servía para que allí se hubieran realizado toda clase de operaciones matemáticas propias del negocio en donde estaba exhibido.
La verdad es que veo dificultades en ese posible gobierno —le contesté, tratando de ser tan amable como ella al preguntar—, sencillamente porque no se le ve un plan de gobierno. El hombre repite y repite que hay que acabar con los ladrones (excelente idea), pero no presenta propuestas verdaderas, y, frente a ello, debe cargar el sambenito del proceso por presunta corrupción, que es —precisamente— su bandera de batalla política. En cambio, me causa escozor que se refiera a los pobres como insumos imprescindibles para enriquecer a unos cuantos; que hable de explotar a hombrecitos como si fueran ganado (de leche), y lo dice sin asco ni rubor algunos.
«Los pobres sí son necesarios —dijo la otra mujer—, ¿porque entonces con quiénes se ejerce la misericordia? Los ricos son los que tienen más habilidades, y ellos deben ejercer la misericordia con los pobres. ¿Se imagina usted que todos fuéramos ricos?; ¿a quién se podría ayudar?; ¿con quién podríamos ser misericordiosos?».
La pobreza económica no debiera existir —repliqué—. ¿No ha pensado usted en “ejercer la misericordia” con otra clase de pobres?; con los minusválidos físicos, por ejemplo, tan en desventaja frente a los demás, que merecen el ejercicio de su misericordia; y los pobres de espíritu, esos que se convierten en discapacitados para tomar decisiones importantes, para emprender proyectos que los conviertan, no en ricos —por supuesto que no, que de eso no se trata—, sino con capacidad económica suficiente para llevar una vida digna. Esos pobres, de espíritu y de dinero, generalmente, han sido empobrecidos por esos ricos que han conseguido dinero soportados en la ignorancia que la misma estructura económica superior les prodiga.
¿Y no ha pensado también en que hay otros pobres que necesitan de la misericordia de los que no lo son? Hablo de los pobres de capacidades mentales, los minusválidos mentales, que solo van por el mundo recorriendo los caminos como Vicente, pa donde va la gente; los que hacen lo que digan que hay que hacer, pero no tienen más capacidades que la obediencia y el consumo de lo poco que consiguen.
La mujer no me respondió. Y sé que tampoco me entendió.
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)