Educación de hoy: “Yo opino; no leo ni escribo”

Por PUNO ARDILA

Ahora que hablamos de la educación —dijo el profesor Bernardino—, comienzo por decirles que no me gusta la palabra ‘opinión’, porque “dar opinión” me parece muy banal. A una pregunta acerca de una norma puntual, un estudiante contestó que “su opinión era…”. Le agradecí por la intervención, e insistí en la pregunta. Se enojó, porque “él tiene el derecho de opinar”. Por supuesto que sí —le contesté—, pero responda la pregunta. Ahí nos quedamos. Las evaluaciones se hacen a partir de opiniones sin fundamento, incluso cuando se necesitan respuestas puntuales; y el profesor les pone cinco, “para evitar más problemas”.

He tratado de enseñar, en el caso de la academia, o interpretar (según Eco), o analizar.  Estoy en una academia de comunicación social, y me pregunto en qué van a trabajar los estudiantes nuestros, y me preocupan dos cosas: Que ellos no leen los medios convencionales, y por eso no sé si trabajarán en esos medios convencionales, si cada vez hay menos muchachos que quieren trabajar allí, especialmente en prensa. Se abren muchos caminos, pero hay que replantear la carrera. Y la otra cuestión es que, así haya medios no convencionales y nuevas tareas para los profesionales de comunicación social y periodismo, lo que no puede llegar a descartarse es la importancia de leer y escribir, para ellos y para cualquier profesional. Y ahí doy la pelea: leer y escribir sigue vigente.

Mi postura, entonces, es que se debe hablar sobre lo escrito y sobre lo leído, no hablar sobre lo hablado, porque se está jugando a un teléfono roto, y las personas hablan de lo que oyeron por ahí o hablaron entre sí, y frente a ellas la pedagogía tiene un problema muy grande cuando plantea que “todos tenemos que escucharnos porque todo el mundo nos enseña”. No. Hay gente que sabe de algunas cosas, y muchos que ignoran muchas cosas, pero hablan de todo. No. Hábleme de un autor; hábleme sobre algo que haya leído. Los muchachos están haciendo trabajos académicos sobre “podcasts” y videos; sobre cualquier cosa. Pero no han leído, y —menos— han escrito.

Algunos punticos para terminar —subrayó el profesor.

Por supuesto que los estudiantes tienen mil formas de enterarse de todo, con tantos medios como hay hoy, diferentes de la lectura, pero se necesita la lectura para la reflexión y para el pensamiento abstracto; con dibujitos y con memes ni con simulación se va a llegar al pensamiento abstracto. Lo oral-icónico no puede remplazar la lectura y la escritura.

En las aulas no necesitamos opinadores; necesitamos analistas. Estamos acostumbrados a que se hable de “opinión”, cuando realmente se trata de lo primero que se viene a la boca, sin que haya respaldo de un plan, algo organizado, argumentos y lecturas previas para poder analizar. Una persona que “opina” es alguien con gran capacidad de lectura y gran cantidad de información cualificada. No se puede —por ejemplo—ser crítico de arte, si se ha formado viendo películas comerciales, telenovelas y series, siguiendo el Factor X y teniendo como puntos de referencia a “influenciadores” con tan bajo perfil cultural.

Cada vez son más raros los cuadernos; está bien que tengan pantallazos del tablero y que puedan escribir en otros “soportes”, como diría Gilberto Bello, pero el hecho es que no escriben, así no vuelvan a leer los apuntes (eso no siempre es necesario). Ayer, en clase, alguien estaba tomando apuntes ¡en un teléfono! ¿Qué se puede copiar en un teléfono?

Es extraordinaria la vulgaridad y la ramplonería, y no lo digo por moralismo; es por la pobreza del lenguaje. ¡Los muchachos no tienen léxico! Nosotros buscábamos en un “diccionario escolar” cada palabra. Hoy tienen Google, plataformas idiomáticas y etimológicas, aplicaciones del diccionario, lo que usted quiera; pero están leyendo un texto, y no buscan las palabras que desconocen.

Vean ustedes que nosotros tuvimos varios elementos formadores; por ejemplo, los mapas y la poesía —a pesar de lo rústico de nuestro pueblo—, y fíjense que, así fuera Benedetti, estábamos buscando poesía todo el tiempo, y después encontramos a Octavio Paz, Kazantzakis… En cambio, los muchachos hoy no leen absolutamente nada de poesía, ni de grafitis siquiera, ni un contrato de arrendamiento; solo reguetón.

@PunoArdila

(Tomado de Vanguardia)

Sobre el autor o autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial