Por GERMÁN AYALA OSORIO
El uribismo viene consolidándose como una doctrina ideológica y política en la que confluyen ciudadanos poco acostumbrados a discutir con argumentos y proclives a respaldar acciones violentas, enmascaradas de una forzada legitimidad. Una doctrina sobre la cual se sustenta el trabajo político del Centro Democrático, micro empresa electoral que la prensa afecta llama partido, pero que realmente funge como una cofradía guiada por los sectores más rentistas del país, godos, enemigos de la naturaleza y neoliberales.
Los crímenes cometidos por la Policía de Bogotá contra Javier Ordóñez y una docena más de jóvenes ciudadanos, confirman el carácter violento y represivo con el que actúan quienes siguen y apoyan la señalada doctrina. Dentro de esta, por supuesto, hace parte un buen número de uniformados de la Policía Nacional y de las Fuerzas Militares.
Como ficha de Uribe Vélez, el presidente Iván Duque Márquez reclamó ayer el liderazgo de esa secta, al vestirse de Policía y ponerse del lado de la institucionalidad armada y violenta, en detrimento del carácter civilista con el que deviene investido el cargo de Presidente. Ante la desgastada figura de su mentor, el Duque policía de hoy, no solo provoca a las familias víctimas de los agentes uniformados que asesinaron a sus hijos, sino que busca la aprobación de los miembros de la bancada uribista en el Congreso que le critican su débil o inexistente liderazgo.
así las cosas, Duque optó por recorrer el camino más fácil: someterse a la voluntad de la fuerza pública y por esa vía, trasegar el camino que ya otros mandatarios recorrieron en el pasado, el mismo que los que llevó a liderar gobiernos de Mano Dura: Julio César Turbay Ayala (Estatuto de Seguridad) y Álvaro Uribe Vélez (Política de Seguridad Democrática).
Iván Duque Márquez acaba de naturalizar su total desconexión con las complejas realidades del país y manda un amenazante mensaje a los jóvenes y a todos los ciudadanos críticos, a los ambientalistas, a los defensores de los derechos humanos, académicos e intelectuales: o guardan silencio, se disciplinan, abandonan aspiraciones democráticas y se olvidan de proponer reformas a la fuerza policial, o se atienen a las consecuencias de un Gobierno represivo y opresivo. Su desconexión empezó desde el momento en que despreció reunirse con los estudiantes marchantes y prefirió reunirse con el cantante Maluma; cuando desconoció a la movilización indígena del Cauca; cuando en lugar de visitar a las familias de la masacre en Samaniego, se fue a ver aterrizar aviones.
Investido como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, al mejor estilo de su homólogo Nicolás Maduro Moros, el mandatario colombiano optó por el camino de la represión, porque se dio cuenta de que ser el ungido Uribe no era suficiente para gobernar a un complejo país como Colombia y más cuando en su propio partido le critican su débil o nulo liderazgo y en amplios sectores societales se consolida la negativa representación social, expresada y asociada a la idea de su pusilánime carácter.
Cansado de la imagen de Puppet que la prensa internacional coadyuvó a construir, Duque Márquez se vistió de Policía para intentar ganarse el respeto de una sociedad que en dos años de gobierno, lo reconoce como una marioneta del Reo 1087985. Así, tendremos en adelante a un presidente investido de chafarote, “haciéndose moler por Colombia y por la honorabilidad de su Patrón”. Y le quedan dos años para mejorar en el “orden cerrado”.