Por ISIDRO ÁLVAREZ JARABA *
Carta de un ‘Pata de agua’ a un funcionario estatal andino.
En los últimos días el doctor Javier Pava Sánchez, director general de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo y de Desastres (UNGRD), ha hecho anuncios relacionados con los trabajos para el control de inundaciones en La Eco-región Mojana. Estos no han caído bien en un gran sector de esta población, quienes después de dieciocho meses de haber visto colapsar el jarillón en el punto conocido como Cara e’ Gato, en San Jacinto del Cauca (Bolívar), uno de los 11 municipios que conforman a La Mojana, aún no ven que sus tierras se recuperan. Según predicciones de habitantes del territorio, si no se cierra el cruce de agua del río Cauca por allí, será otro año o muchos más de inundaciones y de desastres.
Importante que el señor Pava y el gobierno nacional, en cabeza del presidente Gustavo Petro, y de la ministra del medio ambiente, Susana Muhammad, asuman responsablemente el papel de oír la voz de las comunidades. Es a través de un verdadero diálogo social que se construye territorio, a partir de hechos de buena escucha, que se hace soberanía popular. Es en el aceptar sugerencias que se permite tender puentes entre el conocimiento ancestral y la ciencia, lo cual permite tejer confianza y armonía ciudadana.
No es desde la dilación y el divagar que se puede abordar un problema tan complejo, como lo es el tema de La Mojana. No es burlándose de la «buena fe» que se hacen los cambios y se construye una nueva sociedad. Es desde un verdadero acercamiento incluyente donde se cimienta el Estado Social de Derecho.
Descartar las peticiones y sugerencias de los colectivos organizados en pro del desarrollo de La Mojana es entrar en el túnel de las decisiones desde el confort de las oficinas de la capital y de la arrogancia, y no como el resultado de discusiones e intercambio de ideas y conocimientos.
Podríamos estar cometiendo errores del pasado, como cuando no se quiso cerrar la otrora «Boca del Cura» o canal de Morro Hermoso, el cual se demoró treinta años para conseguir su cierre. Solo hasta 1968-1969 se cerró, pero fue demasiado tarde; porque ya los caños, ciénagas, meandros y zápales estaban sedimentados, el sistema hidráulico Zenú casi por completo desarticulado y la actividad económica de los municipios de Sucre, Majagual, Guaranda Achí mermadas, como también sus condiciones sociales.
No bastó el clamor de la población ni de las autoridades locales que pedían a grito que se cerrara ese canal, que en 1938 con buena intención el cura José de Gavaldá sugirió abrir para saciar la sed del pueblo majagualero y que luego significó la catástrofe ecosistémica. Y todo porque desde el gobierno central no «pararon bolas», tal y como está sucediendo en estos momentos.
Tan solo se pudo cuando Apolinar Díaz Callejas, conocedor del territorio no solo por informes de subalternos, sino porque se compenetró con sus gentes, hablo, lloró, se metió al barro, tomó en las mismas totumas los estragos de la devastación, impulsó como gobernador y luego como viceministro de Agricultura, la consecución de los recursos para hacer la tapa de Morro Hermoso, tapa – jarillón que hasta hoy sigue impidiendo que el río Cauca se desborde por ese lugar.
Doctor Pava, deje de pavonearse con el tema de la reubicación. Eso es aplazar los trabajos integrales de los cuales usted mismo habla y que se deben hacer. Permítase pensar que el cierre de Cara e’ Gato, podría ser parte también de una de esas obras integrales a las cuales hace referencia. Deje de hacer declaraciones sin haber antes tenido ese diálogo social, con las comunidades.
Solo para ponerle un ejemplo, el municipio de Sucre, con más de 32 mil habitantes entre cabecera municipal y los 36 corregimientos, más veredas y caseríos donde según su ubicación de vulnerabilidad el 96% de su población estaría en zona de alto riesgo, puesto que en lo que va de la emergencia solo tres corregimientos no estuvieron totalmente inundados, ¿será que ellos aceptarán su propuesta de reubicación? ¿Ya se dialogó con ellos? Será que estos «Pata de agua” anfibios, taruyeros, ¿se dejarán tocar por sus pavadas? Revise bien el tema porque las reubicaciones que pone como ejemplos, caso Doña Ana, tienen muchas caras y aristas, desde una mirada socioantropológica, que ni se estudian y ni se dicen.
Tenga en cuenta que los casi cien años de soledad que lleva La Mojana, tratando y padeciendo el tema de las inundaciones, le ha dado y permitido construir conocimientos para cubrir emergencias. En la mayoría de las veces han mermado los riesgos y los desastres a punta de su propio trabajo y conocimiento, porque el Estado ha sido indolente.
Pava, no lance a las corrientes revueltas los aportes que la comunidad pueda dar, no subestime el ingenio mojanero. Son muchos los chorros o boquetes que se han taponado a largo de estás ocho décadas. Pacho Gómez, exalcalde de la región, lideró proceso de cerramiento en las últimas tres décadas, con hombres y mujeres que con solo picas, palas, estacas y algunas máquinas, trabajando día y noche, cerraron cuanta boca se le ha dado al río Cauca por abrir. En los 60 y 80 sucedió lo mismo: siempre los mojaneros con su ingenio y resistencia han mitigado las emergencias que el Estado no ha sido capaz de evitar, y que siempre han dejado a La Mojana en espera de continuar los trabajos de reforzamiento, que desgraciadamente nunca llegan.
Insisto en que el diálogo sentará las bases de un gobierno popular, que pasa del mero discurso a una verdadera construcción participativa con la ciudadanía, donde los apartados, los del Sur, cuenten con sus aportes, en la línea de la validación de sus conocimientos. Por ello, señor Pava deje de pavear a La Mojana, no insista con sus pavadas.
* Filósofo e historiador, pedagogo ambiental.