Del 2021 y otros demonios

Por ALEJANDRO CABEZAS GUERRERO

Despedimos un 2021 que en otras latitudes sería inusual: o acaso, ¿qué de usual implica tener un “presidente” elegido por una élite mafiosa? ¿O una ministra embolsillándose $70 mil millones de la educación de nuestros niños ante la crisis de conectividad generada por la pandemia? ¿O una presidenta del parlamento pagando escondedero a peso por plagiar su tesis de grado? Claro, para aquellos que nacieron bajo la estrella del cabello rubio y los ojos azules eso solo pasaría en Xanadú o en Macondo, pero para nosotros los colombianos que nos acostumbramos a aquello de “el purgatorio está en la tierra”, esto es pan de cada día.

Pero ¡ojo!, que la estupidez no se nos vuelva costumbre: estamos ante una oportunidad histórica de cambiar el rumbo de nuestros acontecimientos. ¿O es que acaso queremos contarle a nuestros hijos o los hijos de nuestros hijos que se deben olvidar que aquella Policía Nacional -que dice defendernos- se encarniza masacrando colombianos cada vez que estos salen a la calle? ¿Y que esa misma institución despacha toneladas de cocaína desde sus hangares en el norte de Bogotá para ganarse unos pesos a expensas de sufridas actrices que semanalmente recorren los sótanos del infierno en sus lujosos apartamentos en Cancún o Miami? ¿Que nuestra vicepresidenta tiene graves problemas de equilibrio y semanalmente sufre estrepitosas caídas, ya sea desde foros presidenciales, bajándose del avión, viendo “fantasmas” de dudosa procedencia o recogiendo a sus hermanos de sus horripilantes tragedias? ¿Queremos seguirle contando a nuestros hijos que nuestros agregados diplomáticos cuentan con confortables laboratorios de marihuana en sus cocheras y acá nadie hace nada? Nos rompemos el lomo para darles a nuestros hijos la mejor educación, pero ellos ven que estudiar no sirve pa’ un carajo cuando puedes pagarle a alguien para que copie textos de aquí y allá y así produzca su tesis de grado: PLAGIO, le llaman los entendidos en el tema.

Un 2021 plagado de mercenarios que se ganan unos pesos a expensas del Estado (es decir, del bolsillo de todos nosotros), y hacen del sicariato a sueldo la noticia de primeras planas en todos nuestros medios: para la muestra el presidente de Haití y los desertores de la paz “Romaña” y “El paisa” que están contando el cuento desde otra galaxia.   Tenemos más de 70 mil millones de razones para darnos cuenta que algo anda mal y que no es el país que queremos dejarle a las nuevas generaciones, que valga decir, han naturalizado la corrupción a tal nivel que no se espantan (más bien celebran con socarronería) las vergüenzas de nuestro fútbol de ascenso.

Hay razones de sobra para cuestionar a los gobernantes que, utilizando como excusa los paros y el covid-19, devaluaron nuestro peso a su máximo histórico mediante reformas tributarias vergonzosas que según cálculos de este columnista, no alcanzan ni a recaudar el 1.8% del PIB, pese a que se requiere recuperar el 5.5% para aspirar a un par de limosnas del Banco Mundial. No contentos con ello nos meten los dedos en la boca  -y como un intento desesperado por elevar la aprobación del gobierno en las encuestas-, aumentarán a $1.000.000 el salario básico de los colombianos para el 2022 (US$257 actuales), que en comparación con este año que termina, $908.526 (US$ 264) solo nos resume la frase que reza que “más es menos”: tendremos un salario nominal más alto pero un salario real más bajo (no es que alcance para mucho que digamos…en fin), cosas que solo pasan en Xanadú o en Divercity.

En todo caso me atrevo a creer que esta vaina tiene solución, que los colombianos recuperarán la memoria y la dignidad y puede que lo hagan en las urnas; recordemos que se viene una contienda electoral interesantísima este 2022. No bajemos la guardia, tenemos más de 70 mil millones razones para darle a Macondo una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.   

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