Mi despedida a Antonio López Herazo

Por ADOLFO BULA*

El domingo 14 de abril, unos minutos antes de la media noche, me llamó uno de los cuatro Antonios para darme la infausta noticia de la muerte de Toño. Duré muchas horas procesando la revelación, o la novedad: me estaban anunciando que mi amigo de hace cincuenta años había fallecido.

Pero no era sólo que había saltado el charco para una nueva vida, sino que lo hizo en una profunda soledad.

Semejante notificación conmocionó mi existencia; desde ese momento empecé a recordar nuestro proceso de lucha: ¿dónde nos habíamos conocido? qué actividad social o política realizábamos en el movimiento, especialmente en el estudiantil y campesino; nuestro mito de origen en la militancia de izquierda fue en el Colegio Nacional José María Córdoba – Conalco de Montería.

Toño siempre fue una persona estudiosa, inicialmente de la cultura política marxista, después de todas las ciencias sociales y políticas.

Se me vienen a la mente esos fines de años, cuando llegaban los compañeros que estudiaban en Bogotá en las Universidades públicas, la nacho y la Distrital, junto con los que estaban vinculados a la Universidades públicas de Antioquia, Nacional y la Autónoma Latinoamericana, pero igualmente, los que cursaban estudios en la Universidad de Cartagena; todos después de las doce de la noche nos encontrábamos en el “Palmar”, a departir, a bailar salsa y de forma especial conversar sobre los últimos libros y las nuevas lecturas de la realidad nacional e internacional.

La reflexión llegaba en algunos momentos a una airada discusión; recuerdo que eran los tiempos del dogmatismo, del sectarismo y de las agudas confrontaciones ideológicas por la primacía en el movimiento revolucionario internacional.

Las diversas tendencias teníamos un acervo de conceptualizaciones cimentadas en las concepciones de las grandes potencias del movimiento comunista global, las visiones de China y de la Unión Soviética controlaban el escenario de ideas políticas.

En todo ese recorrido Toño participaba activamente, pero igualmente en las asambleas estudiantiles, en las reuniones sindicales y en los eventos convocados por la asociación de usuarios campesinos y de los indígenas.

 El movimiento social y las izquierdas tenían un gran acumulado en las cabeceras municipales, en las veredas y en los espacios de los colegios, normales y la universidad de Córdoba.

Recuerdo el paro cívico nacional del 1977, por vez primera bloqueamos las diversas entradas a Montería; también cuando movilizamos a más de veinte mil personas y ubicamos nuestro lugar de resistencia en el parque central, o cuando hubo la toma de la catedral y cuando realizamos las marchas desde Cereté y el kilómetro quince para llegar hasta los edificios de los gobiernos locales y departamental; en primera fila, nunca faltó Toño a las citas.

Cuando llegó la criminalidad y empezó su faena de magnicidios, la vaina se tornó preocupante, mataron en ciénaga de oro a Félix “el panza” Sáez, líder estudiantil de la universidad, posteriormente a líderes campesinos y por último a profesores de los sindicatos de educadores; Toño viajó a Bogotá con su compañera y sus dos chiquillas; desde ése instante Toño se ubicó en Bogotá, y se vinculó a construir con otros compañeros el movimiento “A luchar”.

La travesía desde Bogotá al Caribe, pero en particular a Córdoba, a las tierras de la gran civilización hidráulica Zenú, era de cuidado, los demonios de la casa Castaño estaban sueltos, no perdonaban a nadie, hasta la iglesia católica y la comunidad de los jesuitas fueron agredidos brutalmente.

 Su hermano Alfredo, moriría asesinado por los paramilitares; creo que desde ese momento Toño López empezaría una larga agonía hacia la muerte.

La agilidad mental, la creatividad cognitiva y la capacidad política fueron sus mayores fortalezas. Nunca tomó las armas, pero en un momento de la vida política creyó que había opción para la lucha insurgente.

Después de trasegar por el mundo -porque Toño no era un dinosaurio o un militante parroquial-, siempre visitó a la vieja Europa y mantuvo una información permanente de los cambios globales.

Creo que su mejor momento político fue cuando estableció una relación especial con Bernardo Jaramillo, José Antequera, Óscar William Calvo y la primera línea de “A luchar”, una generación de valiosos líderes que la voracidad de la acción criminal enterró.

Nosotros nos separábamos políticamente por momentos, pero siempre nos manteníamos en relación, para analizar la situación del país, para revisar las tendencias políticas, pero en particular para obtener datos de nuestra tierra natal.

Una vez se metió una borrachera en Cartagena, que tuvimos que bañarlo para que se refrescara, hacía un calor abrasador, inclemente y bárbaro.

A Toño se le ocurrían vainas geniales, un día me llamo y me dijo, te propongo que en una semana nos leamos los siguientes libros: “Así se templó el acero”, ” la madre”, las “tesis de Feuerbach de Carlos Marx”, “las tesis filosóficas de Mao” y “la Introducción a la crítica de la economía política”, todas esas obras estaban en la biblioteca pública de Montería, al frente del comando de la policía nacional y a unos cientos cincuenta metros del viejo Rodrigo García Caicedo.

Nosotros éramos profesionales del activismo; en cada pedazo de tierra del departamento de Córdoba existían equipos de trabajo político, nos íbamos por las subregiones, empezábamos las jornadas muy temprano, llegaba la noche y tomábamos unas cervezas. A Toño López le encantaban ciertas canciones de la música de acordeón.

Nosotros somos de la escuela y de la singularidad de las creaciones de Alejó Duran, Alfredo Gutiérrez y de Lizandro Mesa. 

Como buenos monterianos, consumíamos la comida del territorio, no faltaba el mote de queso, el suero, la berenjena, el bollo de mazorca, la mazamorra de maíz, los huevos y hasta gallina criolla.

Creo que el único muro que Toño no logró derribar fue el permanente consumo de las múltiples bebidas alcoholicas, conjuntamente con sus amigos del alma Manuel Manotas y Jorge Ruiz Pacheco, con quienes continuará la fiesta en las estrellas; se bebieron un río de Alcohol de todas las marcas. Nosotros nunca pudimos alcanzarlos, eran unos bárbaros resecos.

Yo estaba en los campamentos y viajaba a Bogotá a reuniones; existía el “Coce Pagano”, bailábamos, tomábamos y hablamos de política, era un carnaval de felicidades.

Después de la victoria histórica, por qué todos acompañamos al presidente Gustavo Petro, le hicimos campaña y lo llevamos al solio de los escogidos, nos veíamos para conversar sobre la marcha del nuevo gobierno, casi siempre salíamos con tristeza y embravecidos por la oposición de las Cortes y la posición obstruccionista de las bancadas tradicionales en el congreso. Creo que el mayor temor que tenía Toño López, es que no se alcanzaran a concretarse las reformas sociales.

Los últimos encuentros también los aprovechábamos para charlar sobre las semanas de pensión que nos faltaban, de los tratamientos médicos y de las enfermedades que padecíamos, sentíamos angustias terribles.

Te fuiste amigo, te adelantaste, cómo siempre, nunca dejaste de ser el primero en cumplir la cita, hasta para la búsqueda de la muerte. Te vamos a extrañar. Hasta la victoria siempre.

* Adolfo Bula, dirigente social y político, firmante del acuerdo de paz de la Corriente de Renovación Socialista en 1994, parlamentario entre 1994 – 1998, Diplomático en Cuba, asesor en la Alcaldía de Santa Marta.

Sobre el autor o autora

2 comentarios sobre «Mi despedida a Antonio López Herazo»

  1. Lindo relato!
    Creo que el único muro que Toño no logró derribar fue el permanente consumo de las múltiples bebidas alcoholicas, conjuntamente con sus amigos del alma Manuel Manotas y Jorge Ruiz Pacheco, con quienes continuará la fiesta en las estrellas; se bebieron un río de Alcohol de todas las marcas. Nosotros nunca pudimos alcanzarlos, eran unos bárbaros resecos.

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