Por GERMÁN AYALA OSORIO
El 7 de agosto dejará la Casa de Nariño Iván Duque Márquez. A juzgar por el desastroso resultado de su gestión, será recordado como uno de los peores presidentes de la historia reciente. Además, saldrá de la Casa de Nariño con el remoquete de títere, por haber sido servil a los intereses -mezquinos por demás- de quien lo puso en el solio de Bolívar: el Innombrable.
En honor a la verdad, todos los presidentes de Colombia han sido títeres de ciertos agentes económicos que sostienen al régimen de poder. Alfonso López Michelsen, Belisario Betancur, Julio César Turbay Ayala, Ernesto Samper, Misael y Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos , por supuesto, Iván Duque. De algún modo todos ellos no gobernaron para cumplir con lo que les ordena la Constitución Política, sino para satisfacer las necesidades de sus patrocinadores o mecenas. Entre estos, el banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo y unas cinco familias más, sobre las que descansa la operación del oprobioso, criminal, injusto y retardatario régimen colombiano.
Lo que sucedió con Duque es que su entrega a los intereses del Señor de las Sombras fue total, obsecuente, mansa, dócil. Su enfermiza admiración por el arriero y caballista antioqueño lo convirtió en el hazmerreír del país. Durante sus cuatro años de (des)gobierno dio motivos para que caricaturistas y creadores de memes gozaran representándolo como un tipo sin criterio, un mequetrefe. Duque deslegitimó y erosionó la dignidad de la institución presidencial. Es de tal magnitud el daño, que ya cualquiera en Colombia se cree con méritos para remplazarlo. Cualquier ‘Fico’ Gutiérrez, digamos.
A Duque le quedará muy difícil desprenderse de esa imagen negativa, ahora que vivirá como expresidente. A partir del 7 de agosto su condición de ex jefe del Estado le recordará a su familia, a él mismo y a los colombianos que durante cuatro años fue el muñeco de Uribe Vélez. Huelga recordar el caso de Juan Manuel Santos, quien a pesar de haber sido elegido bajo las banderas del uribismo y la sombrilla de la fatal política de Seguridad Democrática, supo tomar distancia y gobernar con algo de libertad. Santos, hijo de la rancia élite bogotana, supo desprenderse de Él y gobernó para pasar a la historia como el presidente que firmó el fin del conflicto armado entre el Estado y las Farc-Ep. Ese logro lo hizo merecedor del Premio Nobel de Paz.
En cambio Iván Duque, en su condición de político gris y advenedizo, jamás alentó para sí mismo el proyecto de pasar a la historia o dejar un legado. No. Su escasa formación política, su talante pusilánime y el haber encontrado la presidencia en un paquete de chitos, lo hizo presa fácil del gran titiritero. Eso pasa cuando se aceptan cargos de gran responsabilidad, como la presidencia de la República, sin tener mayores propósitos en la vida, vivir sin criterios claros y sin comprender la compleja realidad de Colombia. La consecuencia es clara: se termina cumpliendo órdenes y dejándose manosear: un blandengue a carta cabal.
Iván Duque fue inferior al reto de ser presidente de la República. Se equivocó de cabo a rabo. Creyó que con su carácter fofo de obediente amanuense podría disimular su inexperiencia y su falta de conocimiento de los problemas del país. Actuó de manera infantil, como el niño que se encuentra un tesoro y cree que es su único dueño.
El lugar en la historia que Duque alcanzará será minúsculo. Los libros de la historia oficial deberán de limitarse a reseñar el periodo de gobierno, su edad y el nombre de la secta-partido que lo manipuló. Eso sí, la historia no oficial deberá registrar, en mayúsculas y letras rojas, que participó de la respuesta violenta de la fuerza pública contra jóvenes manifestantes. Duque, como jefe de Estado, es responsable políticamente de los crímenes que cometieron agentes estatales bajo su mando.
Solo espero que cuando llegue a viejo, sea capaz de revisar su paso por la Casa de Nari y pida perdón al país por haber aceptado ser presidente sin estar preparado mental y políticamente para asumir semejante responsabilidad. Y también espero que siga los pasos del expresidente Belisario Betancur quien, una vez dejó la presidencia, optó por alejarse de la vida pública, quizás por no haber tenido el suficiente carácter para evitar que los militares le dieran un golpe de Estado por más de 48 horas; el tiempo suficiente que tuvieron para manejar a su antojo la crisis derivada de la irresponsable toma del Palacio de Justicia, por parte del M-19.
Váyase a gozar de sus hijos, de su familia y de la pensión vitalicia. De verdad que el país y los colombianos, incluidos muchos de los que lo respaldaron con su voto, no quieren volverlo a ver. Adiós, Iván Duque Márquez. Serás el eterno títere.
Como reza el dicho popular: “con tal que te vayas, aunque te vaya bien”.
@germanayalaosor
* Imagen de portada, tomada de Reporteindigo.com