Colombia, ad portas de un nuevo ‘aborto’

Por JORGE GÓMEZ PINILLA

Tomado de El Espectador

En medio de la más violenta y confusa campaña electoral de todos los tiempos, la Corte Constitucional despenaliza el aborto terapéutico y les entrega en bandeja de plata a las ruidosas huestes de Álvaro Uribe y Alejandro Ordóñez la posibilidad de que en iracunda cruzada religiosa pongan de nuevo presidente de Colombia.

Una señora rabiosamente católica, por supuesto “provida”, decía en su muro de Facebook que la Corte se había convertido en “el verdugo de Colombia” porque acababa de aprobar “el asesinato de seres inocentes”.

Y es cuando el espectador desprevenido se pregunta: ¿dónde están los verdaderos verdugos de Colombia, los verdaderos asesinos de niños inocentes? ¿Acaso en quienes los bombardean para evitar que se conviertan en “máquinas de guerra”, sin que los provida se den por aludidos?

El peligro inminente reside en que se estaría repitiendo un escenario como el de 2016, cuando Juan Manuel Santos decidió someter a aprobación -o rechazo- el acuerdo de paz firmado con las Farc, mediante el plebiscito del 2 de octubre, desconocedor de las habilidades de la extrema derecha para hacer creer que detrás de ese acuerdo se escondía un plan maléfico para incitar a los niños y niñas de Colombia a volverse homosexuales, o sea portadores de un sexo “diferente al que Dios nos dio”.

La ‘prueba reina’ del supuesto plan perverso de Santos residía en una cartilla que iba a publicar el ministerio de Educación, donde se explicaba en qué consiste el enfoque de géneros y se promovía la defensa de derechos de los diversos, eso era todo. Pero publicaron unas ilustraciones que hacían creer que fueron tomadas de esa cartilla, donde aparecían dos homosexuales desnudos en una cama y se decía que “este es el manual de convivencia que se está repartiendo en las escuelas de Cartagena y Bolívar”. (Ver ilustraciones).

Para colmo de males, la ministra Gina Parody no solo era gay sino novia de la entonces ministra de Transporte, Cecilia Álvarez. Y de Parody decían en la misma publicación que “esta loca cree que por ser lesbiana tiene derecho a exigir que envíe mis hijas a una institución donde puedan pervertir su moral, contrariando la creación divina de un hombre y una mujer”.

A lo anterior sumaban un video del entonces negociador con las Farc en La Habana, Humberto de la Calle, donde hablaba de las diferencias entre sexo y género (ver video), y el resultado final fue que la gente ignorante de Colombia quedó una parte confundida y otra convencida de que detrás del acuerdo de paz se escondía el propósito de acabar con la moral y las buenas costumbres, poner patas arriba las instituciones, dejar que las Farc se tomaran el país, etcétera.

Esas fueron apenas dos muestras de la avalancha de propaganda negra con trasfondo religioso que se desató contra el gobierno de Santos, y que logró para la caverna política el objetivo trazado: primero, hacer abortar el proceso de paz con el triunfo del NO en el plebiscito; y luego, hacer trizas el acuerdo mediante la estrategia de elegir presidente a un mequetrefe como Iván Duque, un bueno-para-nada cuyo mayor mérito hasta hoy ha sido el de obedecer a pie juntillas todas las órdenes de su jefe, “el presidente eterno”.

Por los días anteriores al 2 de octubre publiqué una columna titulada Homofobia y guerra sucia unieron fuerzas, y una segunda donde mostraba cómo acudían a la religión como arma política, y ya en grado de alerta una tercera anunciando la catástrofe: Usan a Dios para seguir la guerra.

Pues bien, señoras y señores, ténganse de atrás: si hace seis años el detonante del regreso al conflicto armado fue la capitalización del odio contra la población homosexual reflejado en una cartilla “inocente” (que ni siquiera alcanzó a ser publicada porque también la hicieron abortar), en esta ocasión la despenalización del aborto parece brindarles de nuevo el bisturí que estaban necesitando para hacer abortar los legítimos anhelos de cambio que traen millones de colombianos en indignada reacción contra este gobierno corrupto, genocida y de talante criminal.

Coincido con el médico y político liberal Roy Barreras en que “hubiese preferido no 24 sino un límite de 14 semanas (es el límite entre embrión y feto) pero celebro la sentencia de la despenalización”. Ahora bien, lo preocupante es la manipulación política que desde ya ejercen las fuerzas más reaccionarias contra esta medida, comenzando por la convocatoria a marchas desde el pasado domingo 27 en las principales capitales del país “en defensa de los que van a nacer”; y el llamado a organizar un plebiscito (otro plebiscito…) buscando que el constituyente primario, en su mayoría de arcaica mentalidad religiosa, eche atrás la despenalización y criminalice de nuevo el aborto.

Es en situaciones como ésta donde uno parece entender por qué Gustavo Petro decidió aceptar en sus filas a un antiabortista como el pastor Alfredo Saade, o por qué habla ahora de una búsqueda de “cero abortos”. Porque para hacer viable la conquista del poder quizá se requiere tragarse el sapo de sintonizarse con los sentimientos más primitivos de una población que le da a un embrión (o sea a un muñón de carne) el mismo valor “vital” que a un bebé recién nacido, mientras miran con desprecio a los niños hambrientos que piden limosna en las calles. Como dijo Germán Navas Talero en entrevista para El Unicornio, “engañar a los colombianos es muy fácil. Aquí si la gente protesta, dicen ‘qué mano de desocupados’. Solo les interesa el fútbol, lo demás los tiene sin cuidado”.

Bueno, el fútbol y la religión.

Con base en lo anterior, no se cae en error si afirmamos que está servido en el quirófano de la democracia el instrumental requerido para un nuevo aborto, el de una campaña electoral sin la intromisión de fuerzas oscuras camufladas en credos religiosos. Vaya paradoja, los que se dicen defensores de la vida terminan convertidos en idiotas útiles de los más violentos, de los verdaderos verdugos y asesinos que hoy asuelan a Colombia.

“Bendita sea la Corte Constitucional y su providencial despenalización”, debe estar pensando para sus adentros el comandante en jefe de la mano negra, Álvaro Uribe Vélez.

Post Scriptum: “Tan íntimo e inviolable es el cuerpo de una mujer, que solo ella puede decidir lo que quiere hacer con él. Todo lo que ocurra en su superficie o en su interior es sagrada decisión suya, desde follar o masturbarse o abortar o cuidar con infinito amor su vientre para proteger el hijo anhelado que viene en camino. Ahí nadie ajeno a ella puede intervenir… ¡y menos legislar! (Tomado de columna Marihuana y aborto: absurda demora en legalizar, febrero de 2020).

@Jorgomezpinilla

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