Cartas a Antonia: el legado de amor de Alfredo Molano

Is death another birthday?
A way to kiss your dreams goodbye?
Do the undead live within us?
And look through our eyes?
Only the good die Young – Iron Maiden

Por YESS TEHERÁN

A riesgo de caer en el uso de frases manidas, el amor y la muerte son dos de los grandes propulsores en las acciones humanas. Por amor a nuestros padres y en busca de su aprobación nos esforzamos por sacar buenas notas en el colegio y en ocasiones escogemos una profesión que tenga su visto bueno; por miedo a la muerte tomamos las precauciones necesarias para prolongar nuestro tiempo de vida: comer bien, tomar medicamentos, ir al gimnasio o practicar algún deporte.

Por amor y por miedo a la muerte tenemos hijos. Nos sometemos a trasnochar hasta altas horas de la madrugada para hacer que el bebé se duerma, lo cuidamos en su enfermedad, sostenemos un empleo que nos hace infelices para proveer esa criatura; por miedo deseamos prolongar nuestra vida en ellos. De manera inconsciente vemos la eternidad, aunque fugaz, en esos pequeños ojos soñadores, o como dijo Borges: esa inmortalidad se logra en las obras, en la memoria que uno deja en los otros.

Alfredo Molano se sabía mortal como el resto. Aun así, sus investigaciones quedarán como un patrimonio invaluable para los colombianos durante generaciones, su forma de percibir este país y la manera como dio a conocer la otra versión de los hechos, son un gran aporte para la construcción de la memoria colectiva colombiana. Sin embargo, este no era el legado por el cual se preocupaba.

A Alfredo Molano le inquietaba no vivir lo suficiente para estar con su adorada nieta Antonia. Por eso, se dedicó a escribirle cartas en distintos periodos de tiempo y cuando supo de su enfermedad, la necesidad de prolongar esa voz se hizo imperativa. Cartas a Antonia es un libro póstumo que recopila estas cartas dirigidas a su ser más amado, según su hijo como un regalo que perduraría más allá de la muerte.

Pese a su carácter íntimo, Alfredo Molano hace un trabajo minucioso en cada una de esas cartas. No sólo las provee de un contexto familiar, sino que además las hace ubicables a cualquier lector, geográfica e históricamente. Los hechos y las opiniones narradas en cada carta tienen la necesidad de explicar sus motivaciones, y para ello es capaz de acudir a sucesos del pasado como individuo, pero también al pasado en la historia de Colombia.

Sí, estas cartas también son un legado para la memoria colectiva de nuestro país. En palabras sencillas, Molano nos explica cómo se vivió el fenómeno de la explotación ilegal de ríos, la minería, cómo pueblos pasaron de ser lugares pacíficos a focos de violencia y rutas de narcotráfico.

En estas cartas también se siente la nostalgia de los lugares, no solo aquellos que conocieron en cada viaje, sino también en su transformación paulatina, en el envejecimiento de las ideas que otrora las moviera, como sucede en su relato sobre La Habana o el llano; aunque también está cargado de esperanza, como sus narraciones sobre el proceso de paz y una nueva definición del país ya no desde la violencia.

Las cartas que escribió Alfredo Molano a su nieta son un sentido de inmortalidad. Es una conversación íntima, despojada de todo ego. Él, consciente de su mortalidad, del agotamiento de su enfermedad, descarga toda su vitalidad en estas letras dirigidas a Antonia, como una necesidad de hacer que su voz perdure en el tiempo, de seguir mirando el mundo, como dice la canción de Iron Maiden, a través de sus ojos, los ojos de su amada nieta Antonia.   

barcelonasilvo1

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