Carlos Saura, bienvenido a la inmortalidad

Poe OLGA GAYÓN/Bruselas

Primero Luis Buñuel y después Carlos Saura, cuando apenas despuntaba mi adolescencia en Bogotá me dieron a conocer el buen cine español. Desde entonces supe que España no era ese odioso franquismo que nos llegaba a través de los incipientes pero influyentes medios de comunicación de la época.

Carlos Saura sacudió parte de la caspa de ese régimen de sacristía que aprisionó entre el campanario y el confesionario a todo un pueblo. Él tuvo la valentía de gritarle a Francisco Franco en la cara que España era mucho más que folclor, misas y toreros. Su cine ayudó a rescatar a su país del puto rincón de la historia en el que lo mantuvo la dictadura durante cuarenta años.

Y yo, cuando apenas salía de los cuentos infantiles, tuve la oportunidad de comenzar a ver en los cines de mi Bogotá de finales de los 70 las películas de Saura que contribuyeron a desterrar de mi mente la imagen de esa España vetusta, para empezar a valorarla y quererla.

¡Gracias, Carlos Saura! Herencia, mucha herencia es la que nos dejas.

Geraldine Chaplin con Carlos Saura; fueron pareja por más de una década.

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