Bukele y Uribe, parecidos razonables

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, es hoy el ángel castigador y vengador que inspira a quienes creen a pie juntillas en “la violencia legítima del Estado”. Con su impactante mega cárcel anima e impulsa a la derecha colombiana, que se vale de su imagen para tratar de recuperar el poder perdido.

Es evidente que entre Bukele y Álvaro Uribe existen coincidencias en sus maneras de entender la seguridad, la política y el papel del Estado. Eso sí, resulta curioso que Uribe ostente hoy la condición de expresidiario, cuando fue él mismo quien prometió en su campaña presidencial construir cárceles privadas. Ironías de la vida…

Cuando fungió como candidato presidencial, en su Manifiesto Democrático de 100 puntos Uribe propuso, en el 36, “ensayar cárceles privadas. El Estado pagará por interno. Las cárceles deben formar en principios y en un oficio técnico. Como Gobernador de Antioquia instalé una fábrica de gaviones en la cárcel de Bellavista. Exención tributaria para los empresarios que produzcan en las cárceles”.

No conozco informes que evalúen la experiencia a la que se hacía referencia en el punto 36 del Manifiesto Democrático. Resulta llamativo de la propuesta el querer convertir en un negocio privado la construcción y la administración de las cárceles.

Lo cierto es que los centros penitenciarios en Colombia son escuelas del delito, gracias en gran medida a la corrupción al interior del INPEC y al ethos mafioso que guía a miembros de la clase empresarial y política. Es más, cárceles como La Picota operan bajo principios privados en el entendido en que algunos presos privilegiados tienen su propio régimen, hasta el punto de tener el derecho de adecuar las celdas, hasta convertirlas en habitaciones cómodas, de acuerdo con la capacidad económica del interno y de su estatus político.

En lugar de construir escuelas y universidades, Bukele y Uribe le apuntan al castigo como único camino posible para tratar de encausar a quienes por disímiles razones violaron las leyes.

Ahora bien, Uribe está de salida y su liderazgo cada vez más comprometido por el proceso penal que avanza en su contra. Su condición sub judice afectó negativamente su imagen, de ahí que al interior del Centro Democrático (CD) hay unas luchas intestinas por saber quién logrará recibir la bendición del poderoso anciano. Aparece entonces la figura de María Fernanda Cabal, quien en el 2026 sería la candidata presidencial del CD, salvo que emerja una figura masculina que seduzca más al gran jefe, pues es conocido que él prefiere ver a las mujeres cumpliendo otras tareas y no metidas tratando de tomar las riendas del poder. Mientras tanto, ya la revista Semana está ambientando lo que será la campaña presidencial, con la portada “El milagro Bukele”.

Cabal sería la “Bukele colombiana” que muy seguramente prometería mano dura contra todas las expresiones de la delincuencia, exceptuando a quienes cometan delitos haciendo parte de la derecha y de los círculos cercanos a la secta. El caso de Andrés Felipe Arias, exministro de Uribe, condenado a 16 años por los hechos delictivos de Agro Ingreso Seguro (AIS), es un buen ejemplo, pues a pesar de la ratificación de su condena por parte de la Corte Suprema de Justicia, los uribistas lo defienden a dentelladas secas diciendo que “no se robó un peso”.

En otros puntos, Bukele y Uribe coinciden. Ambos son autocráticos y pendencieros. Y se auto proclaman Mesías. No es casualidad que el nombre del presidente de El Salvador, en dialecto egipcio, significa “Dios está aquí” o en árabe, “ángel”. Y si volvemos a mirar el Manifiesto Democrático, encontramos la más inconveniente y peligrosa aspiración de político alguno: “Aspiro a ser presidente sin vanidad de poder. La vida sabiamente la marchita con las dificultades y atentados. Miro a mis compatriotas hoy más con ojos de padre de familia que de político”. Bukele entonces es el ángel castigador, y Uribe el papá maltratador. Baste con recordar el episodio que hizo público su hijo Jerónimo, a quien el latifundista le hizo comer su propio vómito.

Bukele logró someter a los dos poderes públicos. Uribe intentó lo mismo con la figura de la reelección, hasta que la Corte Constitucional, con ponencia de Humberto Sierra Porto, frenó su intención de quedarse 12 años en el poder. Y eso que en el punto 98 Uribe decía: “Me haré moler para cumplirle a Colombia. En mis manos no se defraudará la democracia”.

No podemos olvidar el enfrentamiento con la Corte Suprema de Justicia, a la que desde el DAS controlado por Uribe, se ordenó chuzar a los magistrados que estaban procesando a los congresistas con vínculos con el paramilitarismo.

En síntesis, queda claro que entre Uribe y Bukele hay parecidos razonables. Ambos generan terror, pero también perversas simpatías.

@germanayalaosor

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