Por CARLOS FRADIQUE-MÉNDEZ, Abogado de familia
El domingo 8 de marzo celebraremos el Día Internacional de la Mujer, para “conmemorar la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona”.
Propongo que del lunes 2 de marzo hasta el lunes 9 de marzo se celebre la semana de la mujer colombiana y que en todas las instituciones públicas y privadas se hagan tertulias, talleres, lecturas para que se ilustren sobre cómo pueden las mujeres formarse para participar en sus familias y en la sociedad de tal manera que sean coprotagonistas con sus pares y con los hombres, en la siembra de la paz en la familia y en el progreso de sus comunidades.
Voy a memorar los hechos más importantes en los que ha sido protagonista la mujer para reivindicar sus derechos.
Cómo conmemorar la fecha
Que no sea con una fiesta o parranda, con orquestas e ingesta de licor. Que sirva para resaltar la labor de la mujer en todos los espacios de la vida ciudadana, sus obras, su arte, sus virtudes, su liderazgo en la familia.
La Constitución de 1886
La Constitución del 86 y el Código Civil consideraban a la mujer como incapaz. Si era soltera debía seguir las orientaciones de su padre y si era casada debía obediencia al marido.
El Art. 15 de la Constitución rezaba: “Son ciudadanos los colombianos mayores de veintiún años que ejerzan profesión, arte u oficio, o tengan ocupación lícita u otro medio legítimo y conocido de subsistencia”. Las mujeres no eran ciudadanas.
Emancipación económica
La ley 28 de 1.932 dispuso que “durante el matrimonio cada uno de los cónyuges tiene la libre administración y disposición de sus bienes…”. Fue la liberación económica de la mujer, cuyo ejercicio pleno demoró buen tiempo y del que todavía, luego de 88 años, quedan huellas que dan pena.
Liberación política
Por razones políticas se ignora que por acto legislativo número 3 de 1954, se dio la ciudadanía a la mujer. El Acto legislativo, reza: “Artículo 1º El artículo 14 de la Constitución Nacional quedará así: “Son ciudadanos los colombianos mayores de veintiún años…”.
La primera vez en la que la mujer participó en un proceso electoral fue en el llamado Plebiscito de 1957, por medio del cual se pactó el Frente Nacional, un acuerdo para superar una crisis de Gobierno pero con herencia letal desde el punto de vista de la honradez en el manejo de los bienes públicos.
Liberación de la potestad marital
El Art. 177 del Código Civil disponía que “la potestad marital es el conjunto de derechos que las leyes conceden al marido sobre la persona y los bienes de la mujer”. Era un horror. El Art. 10 del Decreto Ley 2820 de 1974 dispuso que “El marido y la mujer tienen conjuntamente la dirección del hogar”.
Con todo, el machismo tanto del hombre como de la mujer, ha puesto cortapisas para que el marido entienda que no es dueño de la mujer y que no le puede dar órdenes.
La Constitución de 1991
El Art. 42 de la Constitución reza: “Las relaciones familiares se basan en la igualdad de derechos y deberes de la pareja y en el respeto recíproco entre todos sus integrantes” La orden es clara y contundente.
El machismo no se resigna a morir
El machismo ha debido morir desde 1932 y con mayor razón desde 1.974, pero se resiste a morir. Es como un virus que aprendió a ignorar sus antibióticos. Y por eso hay hombres que agreden a las mujeres, las maltratan, las humillan y hasta las asesinan. La música de cantina y de despecho es un alimento fuerte del machismo.
La mujer dueña de su propio cuerpo
Este controvertido tema abona el aborto libre. “Yo soy dueña de mi cuerpo y puedo decidir cuando y como me deshago de ese intruso que está en mi útero”. No creo que este predicamento dignifique a la mujer.
Lo que es urgente es educar para que no haya embarazos en y por adolescentes y para que no haya embarazos no deseados. En esta forma el aborto será, como debe ser, excepcional.
Que la mujer siga con su lucha por la reivindicación de sus derechos
Apoyemos todas las luchas por una excelente educación, la dignificación de la condición de mujer, por el reconocimiento de sus virtudes y valores, por el pago de un salario justo y el acceso a un trabajo en condiciones de respeto a la persona humana.