“Asistencia militar”: Ospina y Roldán, relevados por Zapateiro

Por GERMÁN AYALA OSORIO

En un sistema presidencialista como el de Colombia, el presidente de la República encarna un poder casi que absoluto, circunstancia que en determinadas circunstancias lo puede llevar a consolidar un régimen totalitario. Ya en 2020 Kalmanovitz lo había advertido: “agazapado en la emergencia sanitaria, el Gobierno se ha transformado en una dictadura civil. Lanza decreto tras decreto sin discutirlo con los otros poderes del Estado, en particular el Legislativo. Se aprovecha de la lentitud de la Corte Constitucional, para ejecutarlos sin discutirlos con los afectados”.

Pues bien, en el marco del Paro Nacional convocado por sectores sociales, sindicales, transportadores, estudiantes, indígenas y campesinos, Iván Duque entró a la historia de los dictadores civiles de América Latina, montado en lo que se conoce como una “dictadura de partido”: el Centro Democrático (CD) logró capturar, controlar y someter a la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo, instituciones que hoy brillan por su ausencia ante las graves violaciones de los derechos humanos que vienen cometiendo agentes de la Policía y del ESMAD en Cali y en el resto del Valle del Cauca. La conculcación de los derechos humanos se inició el mismo 28 de abril y se viene extendiendo hacia otras capitales.

Cali dejó de ser la Capital de la Salsa para convertirse en una zona de “rehabilitación y consolidación”. ¡Ajúa!, se le escucha gritar a Zapateiro.

Cali, el epicentro

Como consecuencia del carácter dictatorial asumido por Duque, aupado por Uribe y el general Zapateiro, el alcalde de Cali abandonó el control ejecutivo de la ciudad, lo que facilitó que militares y policías tomaran el control del orden público, dejando sin funciones al mandatario local.

Aunque ya se cuentan por más de veinte los muertos en esta ciudad epicentro de las manifestaciones, no hay organismo oficial que informe sobre lo que está aconteciendo en aquellos lugares donde se concentran las manifestaciones pacíficas y los bloqueos a arterias viales.

El nivel de anarquía que se respira en la “capital de la salsa” no alcanza a ocultar que las decisiones y el mando de la ciudad están en manos del general Eduardo Enrique Zapateiro, el mismo que lamentó el fallecimiento del sicario del Cartel de Medellín, alias Popeye.

Así las cosas, en Cali dominan a sus anchas militares y policías, lo que convirtió a la ciudad e incluso al Valle del Cauca en zona de “consolidación y rehabilitación”, y nos hace recordar resoluciones y decretos impulsados por el gobierno de Uribe Vélez (2002-2010). En una de esas normas, se lee lo siguiente: “Que mediante Decreto 2002 del 9 de septiembre de 2002, por el cual se adoptan medidas para el control del orden público y se definen las zonas de rehabilitación y consolidación, se facultó al Presidente de la República para delimitar su extensión, designar sus Comandantes Militares y establecer las medidas especiales de control y protección aplicables a la población civil”.

Se colige entonces que el general Zapateiro funge desde hace más de 48 horas como el comandante del Valle del Cauca y de su capital, remplazando en sus funciones ejecutivas a la gobernadora Clara Luz Roldán y al alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina.

En tan complejas circunstancias la parte civil del Estado valluno no está operando, lo que implica que los derechos y las libertades civiles están sometidas al control policial y militar.

Políticamente ese escenario castrense fue posible gracias a que la llegada al poder de Roldán y Ospina se dio con el apoyo de Álvaro Uribe Vélez y de lo que se conoce como el uribismo. Ello quizás explique los silencios de los remplazados mandatarios, en virtud no solo del respaldo político-electoral recibido del partido-secta sobre el que se sostiene la <<dictadura de partido>>, sino de la orden que el mismo Uribe dio de militarizar al departamento y a su capital.

Los disparos y desmanes de policías y militares que hoy se ven en Cali y en otros municipios del Valle, se explican en buena medida porque el poder civil claudicó. Hoy la vida de caleños y vallecaucanos depende de lo que decidan el recién ascendido sátrapa de Iván Duque y el comandante supremo de las Fuerzas Armadas en la sombra el sujeto sub judice ciudadano Uribe Vélez.

Cali dejó de ser la Capital de la Salsa para convertirse en una zona de “rehabilitación y consolidación”. ¡Ajúa!, se le escucha gritar a Zapateiro.

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