Por GERMÁN AYALA OSORIO
En escenarios pandémicos, el paso del tiempo parece frenarse. Por ello, el año que le queda a Iván Duque se nos hará eterno. En particular, el 7 de agosto de 2022 lo veo lejano, como lo es el día en el que podamos vivir en paz en Colombia.
Luego de tres años, el balance de sugestión no puede ser más desastroso: contracción económica, aumento en la concentración de la riqueza en pocas manos, del desempleo y el subempleo, y una pasmosa lentitud en la implementación de lo acordado en La Habana. Y claro, el mal ambiente que desde el Gobierno se generó contra la JEP. A ese listado se suman dos asuntos que deberían ser recogidos como el verdadero “legado” de Duque: primero, la condición de “enemigo interno” dada a los jóvenes que manifestaron su descontento en el Paro Nacional. Y segundo, un enfrentamiento jurídico y político entre la Fiscalía y la Corte Suprema de Justicia, a raíz de la investigación penal que el alto tribunal abrió contra de Álvaro Uribe por los delitos de fraude procesal y manipulación de testigos.
Sobre el primer asunto, hay que señalar una impronta que identifica al uribismo: la concepción militarista del Estado. Por esa vía y desde el 2002, lo que viene ocurriendo en Colombia es la naturalización de las prácticas deliberativas de los generales de la Policía y del Ejército, que los convirtió en agentes políticos con poder electoral y los obligó a tomar partido entre la continuidad de la guerra o el apoyo al Acuerdo de Paz. Con Santos esa peligrosa división quedó asegurada, gracias al discurso de odio que irrigó Uribe por todos los cuarteles. Durante las manifestaciones, en el contexto del Paro Nacional, vimos a los generales hablando duro y actuando con fiereza para repeler el legítimo estallido social. El más claro ejemplo de lo anterior fue lo que ocurrió en Cali, cuando el alcalde y el resto de las autoridades civiles fueron desplazadas y reemplazadas por los generales Zapateiro y Vargas. Dicha “asistencia militar” se extendió a ciudades como Bogotá y Medellín.
En cuanto al choque de trenes entre la Fiscalía de Barbosa y la Corte Suprema de Justicia, estamos en la segunda etapa del agrio enfrentamiento que Uribe sostuvo con ese tribunal: en los tiempos en los que fungió como presidente, los magistrados investigaron y sancionaron a sus amigos congresistas por vínculos con el paramilitarismo. Una vez abierto el boquete en la Corte Suprema de Justicia por no haber mantenido la competencia para continuar procesando al expresidente antioqueño, varios congresistas uribizados corrieron a buscar protección debajo de las enaguas de Barbosa, quien dispuso que una parte de la institucionalidad trabaje para defender los intereses del cerrado círculo de amigos del expresidiario 1087985.
No concuerdo con aquellos que aseguran que Duque jamás se conectó con el país o que vive en una realidad paralela. No. Iván Duque Márquez fue puesto ahí para entronizar el carácter militarista del Estado, hacer trizas el Acuerdo de Paz, aumentar la riqueza, en particular la del banquero que aportó el 60% de los costos de su campaña, la misma a la que entraron dineros del narcotraficante y lavador de dinero, conocido como el Ñeñe Hernández. Por ser obsecuente y sumiso con su patrón, en la conmemoración del 7 de agosto, en su discurso, echó pullas no solo al Nobel de Paz colombiano, sino a quien tanto temen que los saque del Estado en el 2022: Gustavo Petro. Duque, hasta el último día como presidente (nominalmente) seguirá plegado al guion que le entregaron. Al igual que su mentor, jamás entendió qué es eso de ser Jefe de Estado. De allí que jamás haya actuado como símbolo de la unidad de la nación.
En virtud de su desastrosa gestión, Duque debería seguir los pasos de Belisario Betancur, quien abandonó la vida pública agobiado por haberse dejado quitar el poder de los militares en la retoma del Palacio de Justicia (1985). Si decide hacerlo, el país se lo agradecerá. Hágalo, Iván, porque el viejo Geppetto ya no lo necesita más, en su taller ya está fabricando la nueva marioneta para el periodo 2022-2026. Y quizás el hada que le dé vida al nuevo títere, saldrá volando del Nuevo Liberalismo o de la Alianza Verde.
@germanayalaosor