Por GERMÁN AYALA OSORIO
La rapidez con la que las autoridades de Policía, ciertos agentes de los cuerpos de investigación de la Fiscalía, del CTI y de otros organismos resuelven casos de homicidio, suele generar dudas y suspicacias. En particular cuando ese actuar diligente sirve para “calmar a la opinión pública”, a la propia prensa cuando le conviene presionar, y a los familiares de las víctimas. Todo lo anterior debería, en el tiempo, traducirse en grados de legitimidad y confianza de los ciudadanos en el Estado y en particular en la justicia.
El crimen del fiscal Alcibíades Libreros hace parte de esos casos que, resueltos con prisa, en lugar de producir tranquilidad a la familia de la víctima y a la sociedad caleña en particular, genera dudas. En especial por la hipótesis que plantea la Fiscalía, según la cual Libreros fue asesinado por un ladrón que lo atacó para robarle una cadena de oro. El móvil del crimen fue desmentido por miembros de la familia del fiscal asesinado, que dijeron a varios medios que el funcionario portaba “un escapulario de acero en su cuello” (Ver noticia de RCN).
Si se acoge la versión de la familia de Libreros, las entidades que llevan el caso tienen la obligación de revisar la contundencia de la hipótesis con la que se busca, claramente, disminuir o restarle gravedad al crimen del fiscal, por dos circunstancias: la primera, porque se trata de un fiscal cuya muerte se facilitó, en consideración a que la propia Fiscalía General de la Nación lo desprotegió; segunda, porque al estar asociado el crimen con sus acciones conducentes al desmantelamiento de bandas criminales organizadas, la conclusión que brota es que entre los estamentos que investigan el crimen de Alcibíades hay algún grado de connivencia con los criminales que ordenaron asesinarlo. Si fuera así, estaríamos ante una aterradora evidencia: en Colombia hay y opera un doble Estado, un segundo Estado, un para-Estado.
Es más, supongamos que la hipótesis lanzada por la Fiscalía resultara cierta y convincente. De todos modos, resulta inconcebible que los fiscales que manejan tan delicados temas trabajen tan desprotegidos por su propio Estado.
Son muchas las dudas y suspicacias que genera la hipótesis lanzada por la Fiscalía. Cerrar el caso de Libreros por el hurto de una cadena de oro podría resultar conveniente para amedrentar a los otros fiscales que adelantan investigaciones y procesos contra bandas criminales organizadas. Si ese es el mensaje, entonces lo del “doble” Estado cobraría sentido en un país como Colombia, donde desde el 2002 se entronizó un ethos mafioso y criminal, aupado desde un particular sector de poder.
Paz en la tumba de Alcibíades Libreros, fortaleza a su hermana Carmenza y demás familiares.