Siete preguntas sobre los 7 policías asesinados

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Después del golpe de mano contra 7 policiales en zona rural del Huila, bien vale la pena superar los lamentos mediáticos y centrarse en las preguntas que evita hacer la prensa oficialista.

Lanzo varios interrogantes que deja el insuceso:

  1. ¿Desestimó el comandante a cargo del desplazamiento los peligros a los que se verían enfrentados?
  2. ¿Se pidió apoyo de unidades especializadas, como por ejemplo el GOES, el COPES o al Ejército nacional?
  3. ¿Es normal que a la actividad desarrollada asistan auxiliares de policía?
  4. ¿Se activaron estrategias y procedimientos de inteligencia policial y militar antes de efectuar el desplazamiento?
  5. ¿Qué se está haciendo para romper las cadenas de distribución de armas, pertrechos y explosivos que alimentan las estructuras armadas ilegales?
  6. ¿Este crimen obligará al gobierno a frenar el traslado de la Policía al ministerio del Interior?
  7. ¿No será que es tiempo de pensar en crear para cada región una fuerza policial cuyos miembros sean oriundos de los territorios y conozcan muy bien a las comunidades allí asentadas?

A esos interrogantes se pueden sumar otros. Lo importante es que la investigación no solo arroje responsabilidades por posibles errores tácticos y operacionales que se pudieron cometer, sino decisiones que en adelante minimicen este tipo de golpes de mano.

También es importante que la misma dirección de la Policía establezca, sin motivaciones políticas, la autoría del ataque. Y establecer nuevos protocolos a seguir, sobre la base de mejorar las actividades de inteligencia y contra inteligencia. No se puede descartar que detrás de la masacre estén miembros de los propios organismos de seguridad e incluso agentes políticos y económicos que operan en la zona, interesados en mandarle un mensaje a la propia Policía o quizás a los gobiernos local, regional y nacional.

El presidente Gustavo Petro rechazó el hecho como le corresponde y lo calificó como un atentado a la Paz Total. Esta lectura política del execrable suceso recoge la complejidad de la propuesta y las dificultades que ya enfrenta para alcanzarla.

Mientras no se rompan las redes -legales e ilegales- que sostienen a los Señores de la Guerra que operan en los lugares donde se desarrollan actividades de minería ilegal, contrabando y narcotráfico, el objetivo de la Paz Total será una quimera que terminará por incendiar el país.

Hay fuerzas oscuras de extrema derecha que viven muy bien de la guerra, del caos y la corrupción. Lo sucedido en el Huila bien puede ser una clara expresión de este fenómeno, evidenciado en malestar que sienten políticos, mineros, delincuencia organizada, mafiosos, paramilitares e incluso miembros de las guerrillas ante la posibilidad de que, por culpa de la propuesta de pacificación del gobierno, sus negocios ilegales se vean afectados.

La guerra es un negocio que quizás no se esté cuantificando suficientemente en lo económico, para proponerles a sus beneficiarios y benefactores una salida digna que les permita continuar viviendo “sabroso”, pero con actividades asociadas a la construcción de la paz total. Mientras se realizan actos simbólicos de respaldo e insulsas oraciones, los autores intelectuales y materiales de la cobarde emboscada deben estar celebrando el golpe. Paz en la tumba de los caídos, víctimas de un régimen que los instrumentaliza y de una sociedad que viene votando por quienes desde el poder político han logrado consolidar todas las maneras posibles de lo que Galtung llama “la violencia estructural”.

@germanayalaosor

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