29 de mayo, el Día D

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Colombia atraviesa por una coyuntura política y electoral excepcional, riesgosa y desafiante. En escena están los candidatos que representan al país de siempre. En ellos y en ella, está la historia política, social y económica de Colombia. En Sergio Fajardo y Federico Gutiérrez están la tradición, la inercia de un régimen que se reproduce a diario; la historia de dominación étnica y ambiental de una nación que, aunque biodiversa y multicultural, le sigue haciendo el juego a los discursos hegemónicos del desarrollo sostenible y del Hombre Blanco, figura con la que aún se siguen violentando los proyectos colectivos de negros, indígenas y campesinos.

Entre tanto, Ingrid Betancourt representa a esa parte de la sociedad cuyos miembros privilegiados apenas si logran sobrevivir al dilema de pensar como europeos y de actuar políticamente, en medio de procesos civilizatorios fallidos o truncos, en buena medida provocados por la mezquindad de países de un norte opulento, presuntamente civilizado. Por los lados de Rodolfo Hernández está esa parte de la sociedad en la que encajan los vivos y sagaces que una vez alcanzado el éxito (conseguir dinero) se atreven a proponer cambios que solo serán cantos de sirena, porque al final él como millones de colombianos creen ciegamente en el “sálvese quien pueda”.

Enrique Gómez es la figura del viejo país, del añejo establecimiento, la godarria que mantuvo al país sumido en las cavernas de la negación clerical de los diferentes. Gómez, Gutiérrez, Fajardo y Hernández son hijos de los privilegios y de la negación de los derechos de los demás.

Por los lados de Petro, en él confluyen el cansancio de millones de colombianos que se hartaron de un régimen mezquino y que al decir de Carolina Sanín deviene vulgar, acomplejado, reproductor de la misoginia y de todo tipo de exclusiones. Petro Urrego, como en su momento lo fueron Jorge Eliécer Gaitán Ayala y Luis Carlos Galán Sarmiento, es hoy la esperanza de cambio para un país estacionado en un pasado tormentoso.

Aquí las preguntas que hay que hacerse son: ¿soltarán el poder los amigos de Fajardo, Gutiérrez, Betancur, Gómez y Hernández? ¿Aceptarán la victoria de Petro y de su proyecto político? ¿Habrá una transición tranquila? ¿O estarán pensando en soltar los tanques, con sus fusileros amarrados, para aplastar, una vez más, la utopía del cambio?

El 29 de mayo podrá ser un día definitivo para esa quimera del cambio en primera. Por el contrario, su aplazamiento a una segunda vuelta, se asume con un escenario peligroso, en la que cualquier cosa puede pasar, incluso, el magnicidio de quien hoy tiene asustados a los agentes más retardatarios del régimen colombiano.

Mientras que llega ese día, la desazón, el miedo y la desventura seguirán campantes en una nación a medio hacer. Colombia tendrá, sí o sí, su día D. Será el 29M, para seguir soñando en medio de la muerte y el dolor; o para soñar despiertos, a sabiendas de lo difícil que será cambiar una historia de más 200 años de ignominia.

@germanayalaosor

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