Voces de izquierda se pronuncian sobre la Paz Total

En carta abierta al gobierno del Pacto Histórico, un grupo de reconocidos intelectuales y dirigentes de izquierda integrado por Alfonso Román Cera, Nelson Linares, Néstor García Buitrago, Israel Zúñiga, Omar Ñáñez, Boris Alberto Cabrera, William Fortich, Jorge Ángel, Segundo Ernesto Mora y Eliécer Luna, presentaron algunas sugerencias e hicieron importantes planteamientos sobre el rumbo que se le debe dar al proyecto de la Paz Total para Colombia.

Estimados:

GUSTAVO PETRO URREGO
Presidente de la República de Colombia
FRANCIA MÁRQUEZ MINA
Vicepresidenta
DANILO RUEDA
Comisionado de Paz
IVÁN VELÁSQUEZ
Ministro de la Defensa

Asunto: En qué va la paz total

Respetados Señores:

Sentimos que la paz total va a un ritmo muy lento. Sabemos que no es fácil. Es una realidad complicada de muchos años, con múltiples factores sensibles que la vuelve más compleja.  Pero, a nuestro entender, la ralentiza la falta de iniciativas prácticas sobre el terreno. Y genera incertidumbre el abismo entre el discurso de la paz total y las apuestas concretas. Además, están las salidas en falso y la falta de carisma de los encargados de la paz.

Urge que este gobierno concrete la Paz Total; la paz con todos, con los diferentes grupos y organizaciones existentes que, hoy, son factores de violencia y poder en nuestro país. Sin ella, no es posible acometer otros objetivos propuestos desde el gobierno. Camino necesario para que Colombia se enrumbe por la senda del Buen Vivir y seamos Potencia de la Vida.

Tenemos que involucrar en este objetivo a todos los agentes de la guerra. Qué si es cercano a la derecha o la izquierda no importa. Cualquier actor de la guerra en algún lado de la política se alinea. Si un sector se apresta a salir del estado de guerra, de más de 60 años vividos, para no seguir matándonos entre colombianos y darle una oportunidad a la vida, ¡bienvenidos!

Es maniqueo pensar que unos son actores políticos y otros no. Hoy esa línea no es clara. Los paramilitares han jugado un rol político, han servido a intereses políticos, hasta el punto de que llegaron controlar el 35% del Congreso. ¿Se nos olvida eso? Creemos que los paramilitares tienen un origen político. Fueron creados en el 62 por los EE. UU. y hecho realidad por los gobiernos de Valencia Muñoz y Lleras Restrepo. Su génesis está en el Estado. Han sido instrumento de muchos gobiernos, conservadores y liberales. Crecieron y se consolidaron bajo el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, es decir, con la protección del Estado. La alianza de los paramilitares con la Fiscalía, el DAS, el Congreso, los empresarios y los políticos locales, fue evidente.  Las AUC, las de hoy y las de ayer, son actores políticos; directo, por intermediación o, por consecuencia. Sí algo tiene que ver con la política es la guerra, no por casualidad Carl Von Clausewitz decía que: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.

No se puede ser tan mezquino en la negociación política. Hay que incluirlos a todos, a Tirios y Troyanos. Sentarlos a todos.  Con Mesas separadas. Negociaciones simultáneas. Agendas propias. Todos están pendientes de todos. Nadie quiere sentarse y negociar si el otro se queda en los territorios con las armas en la mano. Se temen. Por ello, tenemos que pensar en un cese al fuego multilateral, amplio, de conjunto, no bilateral. ¿De qué vale que el gobierno tenga cese bilateral con el ELN, cuando estos se están matando con las disidencias de Iván Mordisco?

No más llamado al sometimiento a las Oficinas y bandas. Hay que acogerlos en el proceso de paz. Con sus características y condiciones. Nadie negocia para que lo metan preso y le quiten lo que los llevó a delinquir. Estados Unidos, el país de la “moral y la ley”, negocia con todos. Y de acuerdo con lo que entreguen, se define la pena. Bueno, llegó el momento nuestro de negociar con todos, con soberanía nacional y popular.

Algunos grupos de la insurgencia se creen de mejor familia. Quiere que se negocie sólo con ellos. No reconocen, junto a algunas ONGs, como legítimos a otros sectores de la guerra. Se equivocan al dejarlos por fuera. Esta paz debe ser ingeniosa, bondadosa y pragmática. Debe ser con todos. Quienes no quieren, esgrimen para esto, una moral un tanto pegada al catecismo, y por otra, una visión liberal de la democracia, donde a veces, se resbalan las ONGS con sus reglas de derechos humanos. No por casualidad quien más dinero da para los derechos humano de las ONGS son los EE. UU. y los países de la OTAN. Que, entre otras cosas, han tenido una visión instrumental de los Derechos Humanos.

Le decimos al gobierno, va a haber crítica de uno u otro sector.  Por negociar con los gaitanistas, con el narcotráfico, con el ELN, con la isidencia, con los chicos de la Primera Línea, etc. Se trata de ponerle freno a la solución de más 60 años de guerra. Siempre va a haber críticos. La pregunta es: ¿es necesario salir de este estado de guerra de más de 60 años? La paz total debe ser una decisión firme, sin ambages, del Estado, a la cual el gobierno debe cumplir.

Los acercamientos con las bandas, Oficinas y Paras debe comenzar en firme y ya.  Es un sector de mayor desestabilización que la misma insurgencia. Si negociamos con ellos dejamos sin aire a las elites en una contraofensiva hacía un golpe de Estado. Y por lo que hemos visto, tienen buena disposición en meterse en la tarea de la paz.

Entonces, mesa con el ELN, con las Disidencias, con los Marquetalianos, con las autodefensas, conversación con las bandas y Oficinas, y cerrar la negociación de ex AUC, dándole vocería de paz algunos de sus miembros y reconocimiento político a ese proceso. Está por demás decir, que todo debe llevar a la verdad, perdón y no repetición.  Los grupos tienen que entregar algo a cambio, pero lo principal es llevar tranquilidad y paz a los territorios.

La política y la guerra se tocan por todos lados.  Ambas están cruzadas en Colombia por el narcotráfico.  Sí queremos una nueva política antidroga, empecemos por negociar el tema del narcotráfico en casa. No más extradición, no más represión a los campesinos que siembran las hojas de coca, no más “dineros calientes” debajo de la mesa. Todos sabemos que la economía colombiana durante muchos años ha estado impactada por el narcotráfico. ¡O sí no que lo digan las vacas! Cuando se dio la década perdida de América Latina, Colombia fue de las pocas excepciones que no vivió esa crisis. Todo sabemos que fue producto de los dineros del narcotráfico. ¿Entonces, por qué engañarnos?  A los políticos y países que votan fuego porque se negocie el narcotráfico, lo hacen porque viven de él. No les conviene que los dineros del narcotráfico entren al flujo legal de la economía, sino que se quede en sus bolsillos.

Sí algo es funcional al capitalismo es el negocio del narcotráfico. Es el proceso de producción más capitalista que se conozca. Se siembra, se recoge, se transforma, se transporta, se lleva al mercado, se intercambia por dólares, se compra y se consume. Y tiene dos elementos claves, hoy, de la economía financiera.  Genera deseo y se lava en los bancos del mundo. Su dinero se utiliza para controlar, comprar armas y hacer guerra. ¿Eso acaso no es político? ¡Ah, que no lo saben muchos narcotraficantes, tal vez! Pero lo saben las elites y los EE. UU, ambos se han beneficiado de él.  O sino pregúntele a EE. UU, quien financió la Contra nicaragüense bajo su directriz.

Para finalizar, el presidente debe ponerse al frente de la paz. Si fracasa la paz total, falla el cambio. Y cuando hablamos de ponerse al frente, es estar ahí, sin delegar el control. Debe tener un equipo centralizado bajo su mando en las mesas simultáneas. Porque sentimos voces disonantes, lecturas diferentes, intereses encontrados y apuestas diversas por la paz. Cada sector es autónomo, y ojalá entre sí. El objetivo final de la paz es resolver lo que hizo posible la guerra. Es decir, la injusticia y la deuda social que se tiene con el pueblo colombiano.

A manera de conclusión: no puede haber paz a medias. Nada de negociar con pedazos, el 40 u 80%.  Nadie debe quedar por fuera; al que así actúe, le quedará la condena social y por supuesto el accionar del Estado. Se necesita, entonces, para cumplir esta magna tarea, un enfoque territorial y participación popular.

Estamos en un mundo cambiante donde la multipolaridad es el signo de la época. América Latina debe unirse, y así lo está entendiendo esta nueva generación de líderes, para abordar este nuevo reto. Los colombianos debemos entender, como patria, que si no resolvemos nuestros problemas de conflicto y guerra no podemos estar en condiciones de participar en este nuevo momento de la historia. 

HOJA DE RUTA

1. Equipos negociadores con los diferentes sectores.

2. Mesas simultáneas.

3.  Territorialización de la paz. Diálogos regionales que conlleven a los alivios humanitarios.

4. Tregua multilateral regionales y nacional

4. Laboratorio de paz: Cauca, Catatumbo, Arauca y Urabá.

4. Mesa de consulta y análisis con todos los sectores sociales del país. Donde se exprese el diálogo nacional. Con presencia de los poderes del Estado, las expresiones sociales, gremiales, de género, de las diversidades sexuales y étnicas. Único punto la paz práctica. Sus resultados serán elementos de apoyo al gobierno y a los negociadores. 

SOMOS

Alfonso Román Cera, Nelson Linares, Néstor García Buitrago, Israel Zúñiga, Omar Ñáñez, Boris Alberto Cabrera, William Fortich, Jorge Ángel, Segundo Ernesto Mora y Eliécer Luna.

* Foto de portada, tomada de Revista Cambio.

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