Vicky Dávila miente y hay cómo probarlo

El ejercicio que aquí haré consiste en un análisis crítico del artículo donde la mismísima Vicky Dávila, directora de la revista Semana, acusó o señaló al presidente Gustavo Petro de ser el dueño de cinco maletas que contenían la escandalosa suma de 3.000 millones de pesos, que él habría puesto a buen recaudo en la casa de su jefa de gabinete, Laura Sarabia.

Como ha se ha dicho hasta la saciedad, ese artículo se basó en una fuente anónima, aunque ella misma en trino reciente dijo: “Sobre la fuente, lo que está en juego es su vida y la de su familia. No es anónima, es reservada, plenamente identificada, y sí se hicieron las verificaciones suficientes que la acreditaran”. (Ver trino).

¿Cuáles verificaciones? Seguimos esperándolas. Lo cierto es que como dijo María Jimena Duzán en columna para Cambio, se trató de “un testimonio pegado con babas, por puras oídas, sin verificar si lo que decía la fuente era cierto, sin una prueba de la versión, sin abrir ángulos de contexto ni pedir antes de su publicación una declaración al presidente”. (Ver columna).

El problema de fondo, creo yo, el que más afecta la credibilidad de Semana y de su directora, reside en que no fue la supuesta fuente la que vio llegar esas maletas a la casa de Laura Sarabia, sino que alguien le contó. ¿Y quién se supone que se lo contó? Un muerto: “Dávila me dijo que Petro mandó a Laura a guardarle la plata en el apartamento”. Traducción: “un muerto me dijo esto y aquello, no vi nada ni escuché nada diferente a lo que me dijo el muerto”. (Ver artículo).

Otra gravísima acusación, también basada en algo “de oídas”, es cuando la misma supuesta fuente le cuenta a doña Vicky que “a él le dicen (…) que su abogado tiene que ser Miguel Ángel del Río. Esa instrucción se la dio el coronel Feria. ¿Y quién manda a Feria? Pues, por obvias razones, el presidente Petro”. Aquí en tacada de dos bandas procura encochinar tanto al presidente Petro como a Del Río, quien por esos días libraba un duro enfrentamiento con la Fiscalía, que lo había llamado a interrogatorio como si fuera un ciudadano del común y no un abogado protegido por su condición de defensor del occiso. Este a su vez había acusado a Francisco Barbosa de provocar con indebidas presiones el suicidio de su defendido, incluso afirmó que las chuzadas ilegales fueron producto de un entrampamiento de la Fiscalía, por lo que se percibía el perverso propósito de Semana no solo de neutralizar esas acusaciones, sino de impedir la inclusión del abogado como eventual integrante de la terna para remplazar al actual fiscal general.

Todo manual de ética periodística recomienda confrontar la versión de una fuente con otras, más si se debe guardar reserva de su identidad. Se trata de un ejercicio de responsabilidad, tanto con la persona acusada como con la credibilidad del medio. Esto no lo hizo Semana, pese a que dentro del artículo hay una parte del relato que le habría podido ayudar en su tarea de verificación. Y dice así: “Una de las pistas que el testigo entregó estaría en las cámaras de seguridad del edificio donde vive Sarabia, pues dijo que el coronel Dávila le aseguró que todo habría quedado registrado en video”.

Y es cuando preguntamos: ¿por qué doña Vicky no se tomó siquiera la molestia de mandar a un reportero a preguntar si había o no cámaras de seguridad allí, y si las había pedir que le facilitaran la grabación correspondiente al día en que habrían ingresado esas maletas, y si no se lo permitían entablar un derecho de petición para obligar a que le entregaran esa información?

Ahí hay un ostensible vacío, y no es el único. Ahora bien, nosotros sí hicimos el ejercicio de contrastar ese artículo con uno de la revista Cambio titulado La carga de la prueba, donde la periodista Silvia Charry cuenta que conoció la declaración de un patrullero de la Policía que para el momento del hurto era el jefe del puesto fijo de vigilancia destacado en el edificio donde vive Laura Sarabia. Allí se lee que “la maleta que llevaron a la casa de la entonces jefa de Gabinete era tan pesada, que tuvo que ayudarle a la teniente (de nombre Sandy) a subirla al apartamento. El policía sostiene que la oficial tuvo que alzar la carga con sus dos manos”. (Ver artículo).

Esto desvirtuaría la versión de la misma Laura Sarabia cuando presentó denuncia por el hurto, donde habló del robo de 7.000 dólares. Según los investigadores de la Fiscalía, “7.000 dólares no pesan tanto y, por esa razón, piensan que en la maleta podía haber una cantidad mucho mayor”. Pero la misma Silvia Charry aclara que “por ahora es algo especulativo, porque nadie ha afirmado que el único contenido de esa maleta fuera dinero en efectivo”. Es más, la misma Laura Sarabia en su denuncio afirmó que la plata que le robaron estaba en un sobre que ella guardaba dentro de una maleta, así como unos documentos oficiales de su trabajo en la Presidencia de la República, lo cual le daría veracidad a que la maleta no solo contenía dinero.

De otro lado, al cierre de esta columna se conoció un artículo de Jorge Espinosa, de Caracol Radio, quien recoge “detalles hasta ahora desconocidos” en torno a la declaración que rindió Laura Sarabia ante la Fiscalía. Por ejemplo, que la pérdida de ciertos documentos oficiales que guardaba dentro de esa maleta fueron el argumento para someter a la niñera Marelbys a la prueba del polígrafo, invocando razones de seguridad nacional. Además, que los 7.000 dólares que le robaron eran para pagar las deudas de sus tarjetas de crédito, y para comprobar esto su abogado defensor, Jorge Mario Gómez, entregó los papeles de un crédito por 50 millones de pesos que Sarabia le pidió al banco BBVA en abril, para poder cubrir esas deudas. (Ver artículo).

Llegados a este punto, si alguna luz aporta tanto el testimonio del patrullero de la Policía que fue testigo ocular del ingreso de esa maleta al apartamento de Laura Sarabia, como la columna de María Jimena Duzán y los artículos de Silvia Charry y Jorge Espinosa, es que desvirtúan por completo la versión de Semana sobre las cinco maletas repletas de dinero. Así las cosas, habría que preguntarle al lector: ¿a quién le cree más, a la revista Cambio y Caracol Radio… o a Semana?

Mi humilde punto de vista como opinador es que mientras no puedan probar que fueron cinco maletas en lugar de una, estaríamos ante un monumental engaño de la revista Semana, fabricado en las alcantarillas de esa publicación con el perverso propósito de hacerle daño al gobierno.

Por último, debo referirme de nuevo a un trino mío del sábado pasado, donde hablé de la inminente salida de Vicky Dávila de Semana con base en una información que recibí de alguien que reside en Estados Unidos y era de la entraña de esa revista. Debido a que en respuesta a la pregunta de un periodista, Gabriel Gilinski dijo que “no es verdad que Vicky Dávila haya sido despedida”, fui tildado de mentiroso. Si pudiera revelar la fuente, se entendería por qué dije que el revuelo causado por ese trino habría sido el causante de que se reversara la decisión. Obra también a mi favor que desde el día en que recibí esa información doña Vicky no emitía un solo trino, y que la carátula de ese sábado estuvo dedicada a un tema farandulero, Los secretos de James, cuando el país entero creía que le harían seguimiento al escándalo que desataron con las cinco supuestas maletas repletas de dinero. Así las cosas, me reafirmo en lo que dije: Vicky Dávila estaba de salida.

@Jorgomezpinilla1

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