¡Ver para creer! Barbie (la película) no es para vender muñecas

Empecemos por algo muy raro en el cine actual: Barbie toma todo el mercadeo y publicidad que ha suscitado, acoge a todos aquellos que vienen a ella por este “hype”, y los hace desembarcar en una sátira, un género casi perdido en medio de una industria de clichés y “fan service”.

Así es, la película más publicitada del 2023 se aleja del “fan service”, tan popular en la actualidad (y que les encanta a películas de superhéroes, por ejemplo), posándose en la orilla de la sátira, para arrancar así un in crescendo plasmado en un guion muy inteligente y crítico.

Y esto parte desde una directora valiente (Greta Gerwig), que no teme a retar las fórmulas, romper la cuarta pared, la narrativa tradicional y darle a gran parte del público, tal vez, todo lo que no esperan:

Barbie no es una superheroína, asistimos a su deconstrucción.
Y que fuese una sátira es una idea brillante, pensando en el público que atrae: su guion empieza en el mundo rosa de Barbie, de perfección, mostrando “lo bonito”, pero paulatinamente, al Barbie salir de su mundo, de esa fantasía de perfección, que contrasta con la humanidad misma, la sala también sale de esa fantasía: el silencio empieza a hacer parte de un rito donde el público ya se ha sumido en la reflexión (sin siquiera darse cuenta).

Arrancamos con la plasticidad absoluta y terminamos viendo a la Margot Robbie más humana posible: hasta se siente no-actriz. Con honestidad profunda se transforma su personaje.

El humor no cesa en toda la película. Lo que pasa, es que estas risas arrancan teñidas de un tono rosa al comienzo, pero cada vez se tornan más crudas y oscuras: te enfrentan a frivolidades y dolores, así como toman parte en pro del empoderamiento y de las convicciones. Entonces, la aparente trivialidad convocada en torno a la película termina siendo una jugada brillante por parte de su directora, quien empieza a dibujar una crítica al sistema de no reflexión que usualmente el cine de ‘blockbusters’ impone a la masa.

En medio de una industria que solo busca facturar, ver una idea tan ingeniosa como esta película, es sorprendente. Y para desarrollar dicha historia, son fundamentales los papeles de Margot Robbie (principalmente) y de Ryan Gosling: en ambos se siente una evolución en sus personajes.

Arrancamos con la plasticidad absoluta y terminamos viendo a la Margot Robbie más humana posible: hasta se siente no-actriz. Con honestidad profunda se transforma su personaje.

La Margot-Barbie sin nada de maquillaje se posa en las mejores interpretaciones de su carrera.
Y Ryan Gosling, quien no escoge película mala (campanazo de que no sería una película frívola), aceptó el reto de ridiculizar a un ya cada vez más expuesto género masculino, al cual seguramente le puede costar ver y enfrentar una película con peso como esta. Gosling lleva a Ken hasta el ridículo. O bueno, aceptó lo comisionado por su directora, Greta Gerwig: llevar al machismo al ridículo infinito, que tan propio le queda a ese sistema de creencias.

Es cierto, la película se siente inconexa por momentos en varios saltos de tiempo y espacio, pero he ahí lo inteligente que haya sido hecha en clave de sátira: le da la libertad de que, tal vez, no todo es en serio (no sucumbe en la rigidez que exige un drama).

Barbie aprovecha esa sátira para no seguir fórmulas, incluso destroza la cuarta pared una y otra vez, para recordarle al espectador que no está viendo algo más simple que una película que se sabe reír de ella misma, e incluso de la casa fabricante de la muñeca (Mattel).

Pero ¿será que es una simple obligatoriedad el que el estudio Warner Bros haya hecho una película tan crítica, como lo es Barbie? Muchas películas de estudio hoy simplemente buscan cumplir con el “deber ser”, evadiendo una reflexión más allá de la línea socialmente aceptada…

Afortunadamente, Barbie se desmarcada de ello, incluso da un paso más allá, pues la crítica y el público no perdonarían una película que no obedeciera a la realidad de un mundo que cada vez intenta desmontar un ‘status quo’ tan dañino como lo es el machismo.

Barbie es una película con criterio propio, donde se abren reflexiones no convencionales que revisan al machismo mismo, pero a su vez intenta generar una conversación honesta con la mujer.

Propone un diálogo abierto con la espectadora, ajeno del “deber ser”, abordando orillas muy amplias de reflexión sobre lo que significa ser mujer hoy, las transformaciones que han tenido, e incluso como esas mismas transformaciones las han puesto en encrucijadas pesadas.

Es maravilloso cómo está “simple muñeca” termina siendo una película donde confronta el significado de ser mujer hoy en día, y paso a paso, la misma Barbie se va deconstruyendo.

La “Barbie normal” (the ‘Regular Barbie’) entonces termina siendo la protagonista.
Es más, hasta su final plantea una reconciliación para el mismo Ken, la figura del hombre machista tradicional (quien necesita ser consciente de una necesidad de transformar sus creencias básicas).

Y lo diré: todo hombre debería ver la película.
Barbie puede ser, fácilmente, una película verdaderamente incómoda de ver para un hombre con masculinidad frágil. Todas sus lógicas tradicionales son retadas y retratadas de frente.

No solo porque nos muestra las tensiones y presiones que recaen en las mujeres, y esto puede generar (en los más machistas) reflexión hacia ello, sino porque es a su vez asistimos a una deconstrucción satírica del hombre-macho ese mismo que nos ha impuesto por décadas el cine “blockbuster”, y que tanto daño nos ha hecho.

Estamos ante una película que puede hacer crecer (así sea un poco) a los niñitos de mamá, destetarlos de sus “necesidades”, esas a las que los ha acostumbrado el machismo.

Y hay un personaje más que vale muchísimo la pena resaltar: Allan (Michael Cera).
El que no encaja, el mirado con desdén por parte de los Kens, el que solo termina teniendo refugio y acogida en la cobija grupal que presentan las Barbies cuando se unen.

Allan es una mirada a la comunidad LGBTI, esto en medio de un mundo estereotipado y conservador, que mayoritariamente ha puesto, de manera excluyente, la discusión de género en dos bandos (las Barbies y los Kens).

Su presencia no es casual, y refuerza la pertinencia del guion.
Barbie es entonces una película que le plantea al espectador o espectadora un reto: romper la burbuja, salir de ese mundo plástico y abordar unas reflexiones profundas.

¿Eres capaz de romper esa burbuja y asumir ese reto? Barbie lo hizo…
Y el final… Una mezcla de humor negro en el momento menos esperado y de empoderamiento sexual infinito…

¿Un final incómodo para algunos?
Tal vez, y he ahí la valentía de una película que prefirió incomodar a su público, haciéndolo reflexionar, y no vendiéndole juguetes.

* Este artículo fue construido (¿o deconstruido?) con base en un hilo de Twitter de Juan Sebastián Morales Correa, conocido como @juansemo. Morales es periodista y escritor, “adicto al #cine 🎬 y al color verde”.

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