Uribe juega a dos bandas

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Después de reunirse con el presidente Gustavo Petro, el expresidente Álvaro Uribe Vélez pidió al país no estigmatizar al gobierno con señalamientos que él mismo usó en el pasado. En su momento el hijo de Salgar habló de “neocomunismo”, pero hoy califica al gobierno de Petro como propio de una “democracia social”.

Muchos se preguntan entonces qué pretende el caballista con su acercamiento al actual mandatario. La visita a la Casa de Nariño se produce días antes de la audiencia en la que la Fiscalía uribizada, por segunda vez, pedirá a un juez que precluya el proceso penal que se sigue en contra del “rufián de esquina” por manipulación de testigos y fraude procesal. Es posible que en la retorcida cabeza del Gran Imputado esté la idea de que, como jefe de Estado, Petro pueda ejercer presión en los magistrados de la Corte Suprema de Justicia para que en esa corporación se muevan los expedientes de las demandas que lo acosan de tiempo atrás por paramilitarismo, en particular los casos de las masacres de la Granja y el Aro. Ello podría explicar la reunión, aunque la verdad no creo que Petro busque parecerse a quien sí, efectivamente, usó el poder presidencial para presionar a jueces y debilitar el equilibrio de poderes. Baste con recordar las chuzadas que desde el entonces DAS se ordenaron contra los magistrados que llevaban procesos penales de sus amigos los congresistas, socios electorales de los paramilitares.

La explicación puede ser más sencilla de lo que parece, aunque como en todo lo que esté relacionado con Uribe, es probable que algo turbio esté detrás. Simplemente, Uribe Vélez quiere mostrarse cercano a Petro o por lo menos, que la prensa y la justicia no lo asocien como detractor o enemigo, así no comulgue del todo con las ideas políticas del líder de la Colombia Humana. Un primer paso en esa dirección fue el tomar distancia de las movilizaciones del 26 de septiembre. Al no participar de las marchas de protesta, se aleja de los objetivos de sus áulicos y de los militantes de su propia secta-partido, el Centro Democrático (CD). Pero no hay tal. Uribe está jugando a dos bandas.

Hay que decir que el hasta ayer gran elector de Colombia está jugando por primera vez en la condición de derrotado, lo que lo obliga a aparentar que ya aceptó el fracaso electoral. Pero no. Horas después de su encuentro con su detractor de marras, el caballista e inspirador de la peligrosa política de Seguridad Democrática salió a decir que el estallido social fue patrocinado por el narcotráfico y que dicho levantamiento simplemente se dio en rechazo a la elección de Iván Duque Márquez como presidente.

De esa manera, Uribe Vélez intenta descalificar las motivaciones de las organizaciones que se movilizaron y deslegitimar la lucha social. Además, de manera indirecta toca la irrupción de Petro, en la medida en que el descontento social que generaron Alberto Carrasquilla y Duque catapultó a Gustavo Petro como presidenciable. Así, la visita amistosa de Uribe no es más que una estratagema política con la que aparentemente toma distancia de cualquier proyecto de desestabilizar al actual gobierno.  Si mañana pasa algo con el actual presidente, bien sea un intento de golpe de Estado o una orden de cesar actividades económicas por parte de ciertos agentes de la sociedad civil uribizados, tanto la prensa como la justicia no podrán asociar al expresidente antioqueño con ese tipo de maniobras.

Hay que recordar lo sucedido en Chile en 1973, cuando, con la pretensión de generar caos y hambre, actores internacionales y nacionales atacaron desde la propia institucionalidad a Salvador Allende, lo que generó el golpe de Estado por parte de Augusto Pinochet Ugarte.

Del lado de Petro, la reunión con Uribe le sirve para mandar un mensaje de reconciliación al país. Recado que, por supuesto, ya fue rechazado por los peones de Uribe que, atrincherados, estarán dispuestos a lo que sea con tal de sacar a “ese guerrillero que nos está gobernando”.

Lo cierto es que al presidente Petro no le queda otro camino que reunirse con la oposición, así esta juegue a dos bandas. No hacerlo es perpetuar en el tiempo la aplicación a rajatabla de la relación amigo-enemigo que tanto le funcionó a Uribe entre 2002 y 2010 y al uribismo, entre 2018-2022, cuando fungió como presidente el obsecuente y mendaz Iván Duque Márquez.

No podemos descartar que, desde las huestes del paramilitarismo, con la connivencia de agentes estatales y poderosos agentes económicos, se esté pensando en tumbar a Petro.

La reunión sirvió para exhibir el nuevo Jorgito de Uribe: Migue Uribe Turbay, gris personaje y nieto del nefasto Julio César Turbay Ayala (1978-1982), quien aplicó con rigor el Estatuto de Seguridad, documento de política pública que inspiró el nacimiento y la aplicación de la política de seguridad democrática. Ya Uribe Vélez eligió a su próximo títere, lo que no debe de tener muy contentos a quienes llevaban años esperando el guiño del Gran Patrón.

@germanayalaosor

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