Un político mentiroso y un periodista cómplice

Un acertado titular de La Silla Vacía resume con broche de oro lo que pasó en días recientes entre una candidata a la alcaldía de Bucaramanga, Claudia Lucero López, y Rodolfo Hernández, en torno a una visa que este demostró no tener pero cuya evidencia palmaria la señora no supo capitalizar, a tal punto que al final de la jornada el ganador de la contienda fue el marrullero exalcalde.

Foto tomada de Las 2 Orillas

El titular es este: Claudia Lucero no pudo ganarle a Rodolfo Hernández por W. Y el artículo se deja leer aquí.

La tía del gobernador Didier Tavera le había lanzado a Hernández un reto que pintaba como un callejón sin salida para este: si él viajaba con su familia a Miami, ese mismo día ella renunciaba a su candidatura. Y le dio 72 horas, o sea tres días, contados a partir del jueves 17 de octubre.

El ingeniero Hernández no cumplió el reto, pues solo viajó su hijo el sábado 20, con lo cual habría quedado demostrado que él y su esposa Socorro Oliveros no tenían -o sea, no tienen- visa para ingresar a Estados Unidos, y en tal medida doña Claudia las tenía todas para vencer “por W”.

Pero doña Claudia perdió “por La W”, y es donde el titular cobra su acierto: si no hubiera sido por la eficaz y cómplice colaboración de Julio Sánchez Cristo desde su programa radial, el ingeniero Hernández no habría podido salir airoso de una situación en la que hizo el aspaviento de mostrar la reserva de un vuelo a Miami, pero del que ni siquiera llegó a hacer el check in, como se evidencia en este vídeo de inobjetable legitimidad y en tal medida constituye prueba reina.

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Hablamos de complicidad, en efecto, pues Sánchez Cristo creó un hashtag (#ClaudiaLuceroCumpla) que daba por hecho algo que nadie demostró que fuera cierto: que Rodolfo Hernández tiene su visa vigente, y que en tal medida Claudia López debía renunciar a su candidatura.

La discusión sin embargo no debe centrarse ahí, sino en el papel que juega un medio de comunicación supuestamente serio como La W cuando entra a terciar a favor de un candidato en una contienda política, no con la verdad por delante sino para torcerle el cuello a la verdad. En el caso que nos ocupa, para convencer a sus oyentes de que Rodolfo Hernández logró demostrar que tiene la visa vigente. Y no fue así.

Relaciones públicas versus periodismo

Para entender a qué obedece tanta complacencia con el que perdió la visa pero se niega a admitirlo, debemos acudir a la “trazabilidad” de la relación entre don Rodolfo y don Julito. Basta trasladarse a los días en que le estalló al entonces alcalde de Bucaramanga el escándalo de Vitalogic, para entender que de tiempo atrás La W viene operando como agencia de relaciones públicas que le ‘lava’ la imagen a su cliente.

Por los días mencionados, algún columnista se atrevió a afirmar que “el exfiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno -hoy preso en Estados Unidos- y Rodolfo Hernández se parecen en que ambos manejaban un discurso frontal contra la corrupción, hasta el día que se descubrió que era solo eso: un discurso”. (Ver columna).

El escándalo no era cosa de poca monta, pues se descubrió que el hijo del alcalde había firmado en la Notaría 2 de Bucaramanga un contrato de corretaje donde se acordaba que este y su madre, Socorro Oliveros, recibirían una comisión cercana a los seis millones de dólares por el contrato con Vitalogic, empresa a la que el alcalde intentó hasta último momento entregarle el manejo de los residuos del área metropolitana.

En aquella ocasión don Julito corrió a entrevistar a su ‘cliente’ y antes de hacerle cualquier pregunta, en forma obsecuente afirmó que “conocemos el estilo del alcalde, puede estar el hijo en esto pero el alcalde no va a dar un paso atrás en su lucha contra la corrupción”. Contrariando cualquier manual de ética periodística que recomienda conservar distancia con el personaje, lo absolvió de toda culpa.

¿Repartiendo billete…?

No se requiere ser capcioso para entender que debe haber un acuerdo entre ellos dos -sustentado en lo económico, por supuesto- pues de otro modo no se explica tal grado de condescendencia o mansedumbre por parte de un periodista hacia un político, al que en cada entrevista llena de elogios y no permite ninguna duda de sombra sobre su accionar, pese a estar tan cuestionado y tener varios procesos avanzando en la Fiscalía, sumado al episodio de la pérdida de su visa.

Hablando de “lo económico”, no puede ser casualidad que en menos de un mes Rodolfo Hernández haya sido entrevistado -y en forma complaciente- por Voz Populi de Blu Radio, Semana en Vivo (una hora de monólogo sin contradictor, cosa extraña en una periodista como María Jimena Duzán* que siempre alienta el debate), Vicky Dávila en La FM, El Show de Jaime Baily, Yamid Amat en CM&, Juanpis en el Boletín del Gomelo,  y hasta La Tele Letal, programa este tan iconoclasta, excepto la semana pasada con el susodicho alcalde…

CODA: En relación con Vitalogic, según un informe de Noticias Caracol muchos chats del hijo del entonces alcalde de Bucaramanga dejan en evidencia que el papá sabía de sus andanzas y que actuaban coordinadamente. De otro lado, Yesid Lancheros en Vanguardia denunció que además estaba interesado en sacar una plata adicional del Acueducto. Y en relación con el lavado de activos que motivó la cancelación de la visa a Rodolfo y su esposa Socorro, Noticias Uno mostró en detalle cómo se realizó la compra ilegal de 170.000 dólares.

Y si de mentiras se ha de hablar, he aquí una protuberante: Rodolfo Hernández reivindicó su inocencia ante la Procuraduría alegando como prueba el supuesto respaldo masivo que tiene en redes sociales: “Eso lo saben ustedes, lo sabe toda Colombia. Tengo 5’080.000 seguidores. Por algo será. Escuchen: 5 millones 80 mil seguidores. Ni Uribe tiene eso”. La verdad es que tiene 49.155 seguidores en Twitter, 83.289 en Instagram y 316.000 en Facebook. Hasta en eso miente.

* En referencia a María Jimena Duzán, no ponemos en duda su solvencia ética pero sí contemplamos como hipótesis una eventual imposición del área comercial -cada día más frecuente en los medios- luego de una transacción entre los dueños de Semana y Rodolfo Hernández, frente a la cual a la periodista no le quedaba otro camino que obedecer, a costa de perder su puesto.

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