Por PAME ROSALES
En su controvertido artículo de ayer, Antonio Caballero llama a Tomás Uribe ’empresario con suerte’, y dice de él que pese a no tener ninguna experiencia política sí podría ser presidente, teniendo en cuenta que ya lo fueron Iván Duque y Andrés Pastrana, a los que por esa vía califica de incompetentes superlativos.
Más adelante se refiere a Gustavo Bolívar como ‘senador’ y ‘guionista de telenovelas’, al presidente de Venezuela Nicolás Maduro como ‘chofer de bus’, y al fallecido expresidente Hugo Chávez como ‘coronel paracaidista’. También dice de Mariano Ospina Pérez que era un ‘presidente hereditario’, y de Donald Trump que es un ’embaucador’. Afirma también que Gustavo Petro se vale de métodos demagógicos.
Todos los anteriores son hombres, y sin embargo a Caballero le caen encima dizque por misógino y machista: por haber escrito allí mismo que Margarita Rosa de Francisco es ‘actriz de televisión y exreina de belleza’, dos de los calificativos más neutros de todo el artículo, los que -por añadidura- no sólo son indiscutibles, sino que no me extrañaría que ella los haya usado para presentarse a sí misma.
También lo acusan de infantilizarla, porque además de esas dos cosas ella ahora es columnista de El Tiempo, como advirtieron algunos: Sí, eso es cierto. Pero Caballero no intenta ocultarlo. Por el contrario: hace mención de uno de los artículos que ella escribió recientemente. Sobre política, que de hecho no es ni de cerca uno de sus temas recurrentes.
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Ni ella tampoco pretende ser una experta en él. ¿Cuál es la supuesta infantilización, entonces, al sugerir Caballero que un par de políticos resabiados y curtidos podrían envolverla en aventuras electorales y de ese modo aprovecharse de su gran popularidad, como ya ha pasado muchísimas veces con otros famosos?
Yo, de hecho, veo diferente todo el asunto. Casi que en negativo: para mí esa reacción desmesurada porque alguien se atrevió a tocar Margarita Rosa de Francisco con el pétalo de la enumeración de sus oficios pasados, es muchísimo más machista e infantilizante que cualquier cosa que haya dicho allí Antonio Caballero.
¿Desde cuándo hay en este país personas a las que hay que reverenciar o vacas sagradas a las que constituye anatema criticar? Esa es la misma condescendencia que surge cuando uno osa señalar un defecto en Catherine Ibargüen, en James Rodríguez o en Nairo Quintana: como si fuesen seres incapaces de defenderse y a los que hay que proteger de los lobos feroces.
No creo, pues, que Antonio Caballero hubiese tenido que referirse a Margarita Rosa de Francisco como politóloga, sólo para no ofender a sus defensores de oficio, porque ella no lo es, ni tampoco que tuviera que abstenerse de expresar su deseo de que no la convenzan, como podrían convencer a cualquier otro famoso, de servir de imán de votos para un personaje que a él no le gusta nada, como bien lo aclara al final del artículo.
No sé, digo yo.