Por PUNO ARDILA
Los dos debates de la semana pasada entre candidatos dejan ver una vez más algunas verdades de la política en nuestro país. El primero de ellos, que de esa montonera (y eso que no fueron todos) no tienen ninguna propuesta verdadera y consistente. Y entre esos, son pocos los que verdaderamente tienen las condiciones para encargarse de las riendas de este país tan venido a menos, tan maltratado, tan al garete.
Como eran tantos los candidatos, les daban muy poco tiempo para exponer, y algunos la emprendieron contra los otros, y se dijeron, y también se echaron flores a sí mismos (porque ¿quién más?). En el segundo debate, en cambio, con los —supuestamente— más opcionados, la cosa cambió, porque pudo verse, entonces, que, así como hablaban y no dejaban hablar, seguramente así podrá ser su mandato y así podrá ser su esquema de oposición.
Pero de cultura nunca se habla. Siempre he indagado por las propuestas de los candidatos y los administradores frente a la cultura, pero nunca ha habido respuestas en sus campañas, y menos en sus “gobiernos”. No ha sido posible que candidatos ni gobernantes puedan responder por una propuesta cultural para nuestro país; no “artística”, ni mucho menos del “espectáculo”. Cuando los gobernantes apoyan con limosnas el arte, los festivales y los encuentros artísticos; cuando se gastan miles de millones en reguetoneros y norteños, en reinados y en pólvora, hacen más evidente que es abismal su distancia entre su administración y la cultura.
Hubo Colcultura, que funcionaba bien en lo que hacía. Y lo convirtieron en un ministerio, dizque para ofrecer más posibilidades a las expresiones culturales. ¡Qué va! Con mínimas excepciones, de la cartera para abajo, quienes han estado en cargos importantes de este ente ni siquiera han tenido claro el concepto de cultura, y creen que su encargo es la administración de fiestas y cocteles. Así que ni pensar en que Colombia tenga una verdadera política cultural, y mucho menos que haya trabajo de equipo de la mano con el ministerio de Educación, otra barca, como Mincultura, sin recursos ni capitán.
Es más; en la repartija de cargos, los puestos relacionados con la cultura están catalogados como premios de consolación: en la nación, en los departamentos y en los municipios. Y lo “normal”, entonces, es que estos cargos sean ocupados (hasta de mala gana) por otros “entes” sin la menor idea de lo que deben hacer. Si no me creen, revisen las hojas de vida de quienes ocupan los cargos en sus municipios, en sus departamentos… ¡en el ministerio de Cultura! Miren qué es lo que hay en ese ministerio, y partamos de ahí para entender que lo cultural en Colombia está perdido.
¿Por qué la insistencia? Porque somos un pueblo sin cultura; somos una enorme masa de colombianos sin identidad. Porque la base de la cultura, que es la formación y la educación, está en manos equivocadas, y mientras no se dé la importancia necesaria y el apoyo suficiente para que tengamos una verdadera educación y forjemos una consistente identidad cultural, Colombia seguirá viviendo del día a día, pensando con el estómago: una recua arreada por la banalidad de las redes sociales, subyugada por las oquedades de las modas; gobernada, a su vez, por ignorantes con poder, que vienen por lo suyo y acaban con el país.
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)